4.- MORGANA

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El posadero la llevó a rastras hasta una habitación. Era el mejor alojamiento de la posada ya que contaba con baño propio, chimenea y una gran cama. Una vez dentro, la soltó y comenzó a reírse con grandes carcajadas, como si algo le hubiese poseído. La chica le miraba con cara extraña. No lograba entender qué estaba sucediendo. Todavía estaba bastante aturdida por lo que acababa de pasar y, después de un largo día de trabajo, lo único que deseaba era que le dejaran todos tranquila y poder retirarse a su cama a descansar.

El posadero dejó de reír viendo la cara extrañada de la chica. Su mirada era perversa y eso a ella no le gustó nada. No era la primera vez que él intentaba meterse en su cama y. hasta el momento, se las había arreglado para que eso no sucediera. Pero esta vez le daba la impresión de que todo era distinto. La mirada del posadero dejaba entrever algo más que la lujuria de costumbre, algo que ella no podía descifrar, por lo que se armó de valor y le preguntó directamente.

—¿Qué demonios estás tramando?

Él siguió sonriendo y mirándola. No le extrañó la pregunta ya que la conocía bien y sabía que no era de las que se andan por las ramas. Acercándose a ella, le cogió el mentón con una mano y, obligándole a mirarle, le dijo con voz suave:

—Tú, mi preciosa Morgana, te acabas de convertir en la gallinita de los huevos de oro.

Dicho esto se alejó de ella y se recostó contra la pared con los brazos cruzados esperando su reacción.

Ella estaba atónita. Todavía no se había recuperado de lo que había sucedido abajo y ahora esto. ¿Pero qué clase de negocios oscuros quería hacer con ella? ¿Qué era lo que pretendía? Su sorpresa inicial estaba dando paso a una creciente rabia en su interior. Posó sus ojos enfurecidos sobre el posadero y le dijo secamente:

—No se qué demonios está pasando ahora mismo por tu cabeza pero, ni por un momento, esperes que forme parte de tus sucios negocios. Yo no soy como la zorra de Samanta.

El posadero sonrió levemente. Era justo la reacción que esperaba de Morgana. Se separó de la pared y, bajo la atenta mirada de ella, comenzó a pasear por la habitación.

—Tienes razón. Tú no eres como Samanta. Lo cual es una lástima porque hubiera hecho las cosas más sencillas.

—¿Y qué te hace creer que te voy a complicar las cosas? —dijo ella sonriendo maliciosamente y con cara de no haber roto un plato.

—Es obvio. Eres indomable. Aunque estoy seguro de que el rey sabrá cómo amansar a la fiera.

—¿El rey? ¿Qué tiene que ver el rey en todo esto?

El posadero se pasó una mano por la cabeza visiblemente nervioso. La ingenuidad de la chica lo había cogido por sorpresa y no sabía como explicarle lo que tenía planeado para ella. Al final se decidió y comenzó a hablar:

—¿Conoces la historia de nuestro rey? Seguro que no. Te la contaré. Hace muchos años, cuando todavía era príncipe, no había mujer que se le resistiera. Era un mujeriego empedernido hasta que conoció a una mujer, Elisa. Era la mujer más bella e irresistible de mundo y, nuestro entonces príncipe, cayó rendido a sus pies. Se casaron y pronto ella quedó embarazada. Todo era alegría en el reino hasta que la reina falleció cuatro años después.  Aquello fue un gran golpe para él y, desde entonces, según se comenta, no ha estado con otra mujer. Y no será porque muchas no lo hayan intentado.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

El posadero se rio ante el ingenuo comentario de la muchacha. La miró fijamente con una sonrisa y le dijo:

—Morgana, ¿aún no te das cuenta? Hoy vas a pasar la noche con el rey.

Morgana se quedó callada. No había pensado en eso y que se lo dijera el posadero de aquellas maneras había sido un golpe muy duro. Además, todavía tenía muchas dudas en su cabeza por lo que decidió aclararlas de una vez por todas.

—Entonces, si como tú dices, voy a pasar la noche con el rey, explícame, ¿en qué te puede beneficiar esto a ti?

—Está muy claro, preciosa. Hay montones de hombres dispuestos a pagar muuuucho dinero por disfrutar de los encantos de la chica que, después de tanto tiempo, llamó la atención de rey. ¿Lo entiendes ahora?

Esa era la gota que colmaba el vaso. Furiosa con el tabernero y consigo misma gritó:

—NO VOY A SER TU PUTA

El tabernero rio y despacio se acercó a su oreja para susurrarle:

—Oh, sí. Vas a ser mi putita, la puta del rey. Y una vez él te dome, yo me daré el placer de ser el primero que disfrute de ti.

—ESO NUNCA —continuó gritando ella —. Además, ¿quién te dice que voy a aceptar pasar la noche con el rey?

—Lo harás. Es el rey. No puedes negarte. Y espero que le hagas caso en todo lo que te pida, por tu bien. Ahora voy a prepararte el baño y después te traeré ropa bonita.

Dicho eso se dirigió al baño dejando a Morgana en la habitación solamente acompañada por el mar de dudas que rondaban por su cabeza. Vagos recuerdos llegaban a su mente. Nunca conoció a sus padres pero sabía que le habían dejado una herencia muy poco agradable. La maldición que sobre ella pesaba era demasiado peligrosa y no podía permitir que ningún hombre la tocara. Ello podría acarrear consecuencias desastrosas. Hasta ahora se las había apañado muy bien pero tratándose del rey, no podía negarse. así que decidió que lo mejor sería huir. No quería hacer daño a nadie.

Se puso a observar por la ventana. Había bastante altura pero el patio estaba blanco por lo que pensó que la nieve amortiguaría la caída. Absorta en esos pensamientos, no se dio cuenta de que el posadero había salido del baño dejándola sola en la habitación por un breve momento. Cuando quiso darse cuenta, éste había vuelto portando un lindo vestido azul, lencería de seda y unas pocas joyas baratas.

—Báñate, vístete y ponte bonita. Sé una buena chica y no se te ocurra hacer nada extraño —le indicó mientras, lentamente, acercaba la cara a la suya para besarla.

Ella, al darse cuenta, le dio un manotazo y le contestó:

—Como te atrevas a tocarme, me marcaré el cuerpo y le diré al rey que has sido tú.

Él se volvió sorprendido por la reacción de la chica pero enseguida recobró su macabra sonrisa y le dijo:

—Veo que sabes usar tus armas. Esta bien, ahora no te tocaré. Pero que sepas que, en cuanto el rey esté bien lejos, tú serás mía.

Acto seguido abandonó la habitación riéndose a carcajadas.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora