38.- LOBOS

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Cuando salió del Vórtice se encontró en un bosque. Era muy espeso y apenas había espacio para moverse entre los árboles. Respiró profundamente y comenzó a observar a su alrededor completamente concentrada. Cualquier sonido, cualquier movimiento, incluso un olor. Sólo necesitaba una señal que le guiara hasta los lobos.

Un sonido llamó su atención. Lentamente se acercó al lugar de donde provenía. Frente a ella, a los pies de un árbol, había un lobo herido. Era apenas un cachorro con un hermoso pelo marrón. Cuando sintió su presencia, comenzó a gruñir. Ella mantuvo la calma y la sonrisa. Se acercó despacio. No debía mostrar miedo.

—Tranquilo, sólo quiero ayudarte. Déjame curarte.

El lobo la miró fijamente. Intentó gruñir de nuevo pero no pudo ya que apenas le quedaban fuerzas. Tenía un gran mordisco en el lomo y estaba perdiendo mucha sangre. Morgana se acercó segura, ignorando las débiles advertencias del lobo. Puso sus manos sobre la enorme herida y comenzó la curación. Cuando terminó, el lobo se levantó, la miró curioso y echó a correr hacia el bosque.

«Vaya. Menudo agradecimiento. Yo que esperaba que me hiciera de guía», pensó encogiéndose de hombros. Suspiró resignada y se fue siguiendo la  dirección que éste había tomado.

Estuvo caminando un buen rato entre los árboles hasta que diviso un claro con un pequeño lago. Era un lugar hermoso y decidió parar allí a descansar un poco. Estaba refrescando los pies en el agua cuando escuchó un crujido a su espalda. No le hizo falta volverse. Sabía que había encontrado a la manada.

—¿Qué haces aquí? Vete. Éste no es lugar para ti —dijo el Alfa.

Ella, sin inmutarse, se levantó, se secó los pies y se puso los zapatos como si no tuviera ninguna prisa.

—¿Acaso no me has escuchado?

—Te he escuchado perfectamente, alfa —respondió tranquilamente mientras se arreglaba el vestido.

—Entonces, lárgate de aquí. Éste es nuestro territorio.

—Lo sé —le indicó volviéndose hacia ellos —. Es por eso que estoy aquí.

—¿Y no tienes miedo de lo que te podamos hacer?

—No.

Ambos se quedaron mirándose a los ojos. Era un pulso de fuerza y Morgana no pensaba dejarse intimidar. El alfa era un lobo negro enorme con profundos ojos ámbar. Tras él, seis lobos de distintos pelajes esperaban la orden para atacar. Esa orden no llegó. Morgana había conseguido atraer la atención del alfa.

—Veo que tienes mucho poder y poco miedo. Eres una mujer valiente. Dime, ¿qué buscas de nosotros?

—Vengo a proponeros un trato.

—¿Trato? Explícate.

—Sé que hay muchos heridos en la manada. Yo puedo curarlos. A cambio, vosotros me acompañareis al castillo.

—¿Y por qué habríamos de acompañarte?

— Allí los más débiles estarán protegidos. Necesitamos vuestra ayuda. Los vampiros han vuelto.

—¿Y cómo se que puedo confiar en ti?

—Drogo me envía.

Al escuchar ese nombre, el alfa se quedó quieto mirándola. Comenzó a dar vueltas alrededor de ella y empezó a olerla.

—Tendré que creerte. Tienes su olor en ti. Pero aún así tengo dudas. El camino es largo y hay muchos heridos.

—Eso no será problema. Os trasladare a través de un Vórtice. —El alfa se echó a reír.

—¿Un Vórtice? ¿Me tomas el pelo? Nadie es tan poderoso.

—Confía en ella, papá. Me ha salvado la vida. Es muy poderosa. —El cachorro marrón hizo su aparición en ese momento.

El alfa miró sorprendido a su hijo y se volvió de nuevo a Morgana.

—¿En serio puedes hacerlo? —Ella sonrío triunfal.

—¿Cómo crees que he llegado hasta aquí?


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Cuando llegaron al poblado, apenas se veía gente. El alfa la guio, lo primero, hasta la cabaña que usaban de hospital. Una vez allí, Morgana se dio cuenta de que el panorama era desolador. Había, al menos, unas veinte personas. Algunas realmente graves. Morgana no se lo pensó y fue directa a curar a los que estaban peor.

Tras varias horas curando gente, aún no había llegado a la mitad. Por lo menos ya no había moribundos. 

De pronto una mano se posó en su hombro.

—Estás agotada. Deberías descansar y continuar mañana.

Ella levantó la vista y se encontró con un fornido hombre moreno de cabello largo y profundos ojos ámbar.

—Pero... aún quedan muchos heridos.

—Si te agotas, no les podrás ayudar.

—Sí. Tienes razón. Gracias alfa —dijo ella con una sonrisa.

—Por favor, llámame Jack.

—De acuerdo, Jack. Por cierto, yo soy Morgana.

—Es un placer. Ahora, sígueme. Te conduciré hasta tu alojamiento.

Ella asintió y le siguió hasta una gran cabaña en el centro del poblado. Un niño castaño de unos doce años salió corriendo y la abrazó.

—Gracias por salvarme. Me llamo Tomy.

—De nada, Tomy, ha sido un placer —dijo ella esbozando una gran sonrisa y acariciándole el pelo.

El niño la agarró del brazo y la condujo dentro de la casa. Cuando entró una voz profunda le sobresalto.

—¿MARGOT?.

—¿Conocías a mi madre? 

Morgana se quedó mirando al hombre que tenía enfrente. Era pelirrojo, con los ojos verdes y muy corpulento. Se veía joven pero su mirada indicaba que no lo era. Ésta estaba llena de experiencia y sabiduría.

—¿Tú eres la hija de Margot? —El pelirrojo le hizo una reverencia.  —Es un placer, majestad. Permitid que me presente, soy Tom, el anciano de la manada.  —Jack se quedó mirándolo con cara extrañada.

—¿Qué ocurre Tom? ¿Acaso la conoces? ¿Quién es ella?

—No la conocía hasta ahora pero sí conocía a su madre y a sus ancestros. Jack, permíteme presentarte a Morgana Draculae, la princesa de Valakia.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora