8.- DOROTHY

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La tormenta comenzó a desatarse cuando avistaron el castillo. Como era costumbre, Nicolae sacó un cuerno y comenzó a hacerlo sonar. Era la señal de que se acercaba el rey y de que debían disponerlo todo para recibirle de manera correcta según el protocolo.

Al llegar al patio, enseguida acudieron los pajes para hacerse cargo de las caballería. El rey desmontó y con mucha delicadeza sujetó a Morgana de la cintura para ayudarla a bajar. Ésta se tuvo que apoyar en sus hombros y, una vez tocó el suelo, ambos se quedaron ahí, quietos, mirándose a los ojos como si no existiera nadie más. Un carraspeo de Nicolae les devolvió a la realidad haciendo que ambos se echaran a reír y se separasen lentamente, como si ninguno de los dos quisiera que ese momento terminara.

Al llegar a la puerta de entrada, Drogo se tensó al escuchar cómo alguien le llamaba.

—DROGO, mi amor. Por fin has venido a buscarme.

Una rubia de ojos verdes se acercó corriendo hacia Drogo y, sin darle apenas tiempo a reaccionar, se echó en sus brazos e intentó besarle en los labios. Él, consciente de ello, apartó la cara y el beso de la mujer acabó en su mejilla. Se soltó de ella y retrocedió unos pasos diciendo con voz seca:

—Ni por un momento pienses que estoy aquí por ti. Hemos venido para refugiarnos de la tormenta, así que no te hagas ilusiones, Dorothy.

Ella le miraba como si no le sorprendiera su reacción cuando, de pronto, su rostro cambió completamente al darse cuenta de la presencia de Morgana.

—¿Quién es ella? —preguntó en un tono bastante desagradable.

—Ella viene conmigo. No tienes que saber más —respondió Drogo.

—¿Cómo no voy a saber más si la has traído a mi casa? 

Dorothy estaba empezando a ponerse nerviosa.

—¿Tu casa? —contestó Drogo mientras esbozaba una media sonrisa —. Te recuerdo que este castillo es una de mis propiedades. Deja de hacerte la ofendida y agradece que te haya permitido vivir aquí.

Dorothy se volvió molesta. Estaba claro que no le había gustado nada la respuesta del rey. 

Recuperó la compostura y le dijo:

—Aunque no esté a mi nombre. no me puedes echar de aquí. ¿O quieres que te recuerde la última voluntad de tu padre? Me he ganado el derecho a su propiedad y no te consiento que vengas a mi casa y me trates así.

La reacción de Drogo se mostró en forma de una sonora carcajada. Rápidamente, su rostro se tornó sombrío y, con aire amenazante, se dirigió a Dorothy.

—Quizás creas que abrirte de piernas para mi padre te dio derechos pero ahora él está muerto y no creas, ni por un momento, que te voy a permitir esa insolencia. Te dejo vivir aquí por que fue su última voluntad, aunque fuera tan cerdo de engañar a mi madre contigo. Así que, si quieres un consejo, pórtate bien y se una anfitriona agradable. Y por cierto, deja de comportarte como una niña malcriada y trátame con el debido respeto o perderás todos tus privilegios. Y créeme, quitártelos no me costará nada.

Ella le miraba con los ojos muy abiertos. Acababa de darse cuenta de que tenía todas las de perder. Drogo no era tan manejable como su padre por lo que decidió cambiar de actitud. Ya encontraría la manera de seducirle pero, por el momento, le haría caso. Se ganaría su confianza.

—Decidme pues, su majestad. ¿En que os puedo ser de ayuda? —dijo mientras hacía una reverencia a la vez que mostraba una falsa sonrisa.

—Así esta mejor. Indica al servicio que nos preparen habitaciones y una buena cena. Pasaremos la noche aquí.

—Como vos digáis, majestad —contestó ella retirándose hacia el interior del castillo. No sin antes volverse a mirar con odio a Morgana.

Drogo se acercó a Morgana, la cual estaba visiblemente nerviosa. La tomó de la cintura y le dijo al oído:

—Tranquila, cosita. No dejaré que te haga nada.

Ella le sonrió intentando parecer más tranquila pero no pudo decir nada porque Peter les interrumpió.

—Señor, ¿os parece prudente provocar a Dorothy de esa manera? Ya sabéis lo que se comenta de ella.

—Me da igual lo que se comente. Estoy hasta las narices de ella y no pienso permitirle que se pasee por ahí como si fuera una reina. No es más que una zorra que engañó a mi padre y pienso ponerla en su lugar.

—Como vos gustéis. Simplemente os pido que tengáis cuidado con ella.

—Tranquilo. Lo tendré. Y ahora será mejor que entremos. La nieve ya está empezando a caer con mucha fuerza.

Los cuatro accedieron al interior del castillo con una cierta inseguridad. Drogo parecía muy tranquilo pero lo demás... Por algún extraño motivo, a ninguno de los tres les agradaba la idea de pasar la noche en ese castillo.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora