24.- DECLARACION

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El resto del mundo había desaparecido. Sólo existían ellos dos perdidos en un paraíso de besos, abrazos y suaves caricias. Todo era perfecto hasta que llamaron a la puerta. Drogo se separó de ella emitiendo un ligero gruñido, lo que a ella le hizo gracia provocándole una leve risilla. Él se volvió y, al verla tan feliz, le cambió completamente la cara haciéndole sonreír.

—¿No vas a abrir? —preguntó ella mientras se arreglaba el vestido y el pelo.

—No sé. Me lo estoy pensando.

—Venga. No seas malo. ¿Para eso me he arreglado?

Él le sonrió y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió entraron un montón de sonrientes camareras con fuentes y vajillas. Con sumo cuidado, lo colocaron todo en la mesa y, antes de salir, se acercaron a ella para hacerle una reverencia y, seguidamente, le hicieron otra al rey antes de desaparecer por la puerta.

Morgana estaba alucinada.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó ligeramente molesta.

—¿A qué te refieres? —respondió extrañado.

—A TODO —gritó ella desesperada.

Drogo no sabía qué hacer. No entendía qué era lo que le pasaba así que, despacio, se acercó a la cama y se sentó a su lado tomándole las manos.

—Escucha, Morgana. Créeme cuando te digo que no sé el motivo por el que estás tan enfadada. Por favor, cuéntamelo. No quiero que discutamos ni que haya malentendidos entre nosotros. Si tienes alguna duda o algún problema. dímelo y, entre los dos, encontraremos la solución. ¿Vale?

Le había llamado por su nombre. En verdad le era imposible enfadarse con él. Siempre sabía qué decir, que hacer para que ella se sintiera mejor y siempre lo conseguía. Tenía que decírselo todo, aunque ello supusiera terminar con su relación. No quería que él se creara falsas esperanzas. No quería hacerle sufrir.

—Escucha, Drogo. Lo que ocurre es que corren ciertos rumores por el castillo que me están poniendo un poco nerviosa.

—¿Rumores? ¿Qué tipo de rumores?

—Bueno, son rumores sobre tú y yo.

—¿Ah sí? ¿Y qué es lo que dicen exactamente esos rumores? —preguntó con un brillo travieso en sus ojos.

—Drogo. Te estoy hablando en serio.

—Vale, vale. Sigue. Te escucho.

—Pues hablan de tu actitud hacia mi, de cómo me cuidas, de nuestro baile...

—¿En serio? Vaya, parece que no he sabido ser discreto.

—Pues no. No lo has sido en absoluto. Y ahora todos se piensan que soy la futura reina.

Él se pasó la mano por el cabello. Estaba claro que había metido la pata y eso le incomodaba.

—Vale, lo entiendo. Lo que no comprendo es porqué te molesta tanto. No veo que hay de malo en que piensen eso. Llevan muchos años viéndome triste y lo único que desean es que sea feliz. No entiendo que te moleste tanto que tengan un poco de ilusión.

—¿Que no lo entiendes? Piensa un poco, Drogo. ¿Y si la maldición no desaparece? ¿Qué pasará entonces? ¿Querrás seguir conmigo sabiendo que nunca podre ser tuya?

—Sí. —La respuesta de Drogo fue tajante.

—¿Qué... qué has dicho?

—He dicho que sí. —Ella no podía creer sus palabras.

—Pero, Drogo, ¿estás seguro de lo que dices?

—Nunca he estado más seguro en mi vida. Escucha, Morgana. Sé que no hace mucho que te conozco pero ha sido más que suficiente para darme cuenta de que estoy completamente enamorado de ti. Y si no conseguimos acabar con la maldición, no me importará, porque lo único que deseo es tenerte siempre a mi lado.

—Drogo... —dijo ella con lágrimas en los ojos mientras corría a sus brazos —.  Yo también lo deseo.

Él sonrió aliviado y le limpió las lágrimas con tiernos besos mientras ella reía feliz. Él la miró fijamente a los ojos y, tomándole las manos, le dijo:

—Morgana. Eres la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida. Eres la luz que alumbra mi oscuridad, la sangre que mueve mi corazón, el aire que respiro. Te necesito a mi lado porque, sin ti, no sabría vivir. —Entonces se agachó e, hincando una rodilla en el suelo, continuó hablando. —Morgana. Me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras casarte conmigo. ¿Quieres ser mi reina?

Ella se quedó petrificada. Aquello no se lo esperaba. El rostro de Drogo mostraba ilusión y esperanza pero, a la vez, miedo. No podía aceptarlo pero tampoco rechazarlo, ya que ella también lo amaba, pero era demasiado pronto para eso.

—Drogo, ¿no te parece que es un poco pronto?

—¿Qué quieres decir? —preguntó él con cara de sorpresa mientras se levantaba.

—Pues eso, que es un poco pronto. Todavía no sabes nada de mí, ni siquiera yo lo sé.

—Es cierto. Pero lo poco que conozco me basta. —Ella sonrió.

—Gracias, Drogo. Pero creo que deberías esperar. Si todo va bien con la hipnosis sabremos quién soy en realidad. Una vez lo sepamos y, si todavía lo deseas, te dejaré que me lo pidas de nuevo.

Él se quedó pensando por un instante. Morgana tenía razón. Se había dejado llevar por sus impulso y eso no era bueno. Cada vez la admiraba más. Cada cosa que ella hacía o decía la hacían más y más perfecta a sus ojos. Ella era el amor de su vida y no le importaba esperar.

—De acuerdo, cosita, esperaré. Pero a cambio me tienes que prometer que tu respuesta será SÍ.

Ella sonrío y dirigiéndose a la mesa le dijo:

—Perfecto. Ahora vamos a comer algo. Estoy hambrienta.

Él se quedó mirándola con una ceja levantada.

—Pero, cosita, todavía no me has contestado.

—Venga, Drogo, que la comida se está enfriando.

Él sacudió la cabeza con una sonrisa en los labios. Estaba claro que ella no le iba a responder. Por lo menos no lo había rechazado y había aceptado que se lo volviera a pedir. Eso le daba esperanzas. Ella era perfecta y él no iba a descansar hasta convertirla en su reina. Con esa idea en la cabeza, se acercó a la mesa y ambos comenzaron a comer.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora