22.- LA PRUEBA

84 11 2
                                    

Una dulce voz le invitó a entrar en la estancia. Morgana estaba sentada en el tocador mientras Ana le cepillaba el cabello. En cuanto le vio, se puso en pie y se acercó hacia él.

—Peter, vienes temprano. ¿Hay algún problema?

El sonrío para tranquilizarla. A pesar de que llevaba un vestido sencillo est,aba muy hermosa y desprendía un aura de gran elegancia. No cabía duda de que era una gran mujer.

—No, tranquila. Es simplemente que quería presentarte a alguien. ¿Estás lista?

—Por supuesto —respondió ella con una gran sonrisa tomando el brazo de Peter. Él le correspondió y ambos comenzaron a caminar por los pasillos del castillo.

Cuando llevaban un rato andando, ella no se pudo aguantar más.

—Peter.

—Dime.

—¿Has escuchado los rumores que corren por el castillo?

—¿Rumores? —preguntó él arqueando una ceja.

—Sí. Rumores. Sobre Drogo y... yo.

Peter esbozó una gran sonrisa.

—Mira, no debes creerte todo lo que escuchas.

—¿Entonces no debo creerme que he conquistado a todo el mundo en el castillo? —contestó con tono indignado pero, aún así, sonriendo, lo que sacó una pequeña carcajada de Peter.

—Sí. Eso te lo puedes creer porque te aseguro que es totalmente cierto. —Esta vez fue ella quien se echó a reír.  —Y dime, ¿qué dicen, exactamente, esos rumores de vosotros?

—Bueno, por lo visto en el castillo ya me ven como la futura reina.

—¿Y eso te preocupa? Cualquiera en tu lugar estaría dando saltos de alegría.

—Lo sé. Pero no quiero que se hagan ilusiones.

Cuando vio su cara triste, Peter comprendió lo que quería decir. Le dolía verla así. Aunque se conocieran hace poco, Peter le había cogido mucho cariño y no quería verle sufrir.

—Escucha. ¿Recuerdas que te hablé de un mago? —La cara de Morgana se transformó y asintió con la cabeza. —Bien, pues, verás. Esta mañana he ido a verle, le he contado tu problema y quiere verte.

—¿En serio? 

Morgana parecía una niña recibiendo un regalo.

—En serio. Sólo que, por lo visto, Nicolae y Drogo también han estado hablando con él sobre ti. No se lo que le habrán dicho pero estoy seguro de que lo han hecho para ayudarte.

Morgana se quedó en silencio unos instantes. Cada uno de ellos sabía cosas diferentes de ella y ahora se iba a encontrar con un desconocido que lo sabría todo. Era complicado. 

Mientras tanto, Peter la observaba en silencio. Esperaba que su pequeña mentira hubiera funcionado. Era lo único que se le había ocurrido para justificar aquello.

—Aquí es —dijo Peter al llegar a la puerta.

—Espera. Yo...

—Tranquila. Sebastián es un gran mago y un hombre de total integridad. Puedes confiar en él.

—Sí, ya, claro. Pero no es eso. Lo que quería decirte es que os estoy muy agradecida a los tres por cómo os estáis portando conmigo. Y que si esto no funciona...

—Funcionará. Confía en mi. 

Acto seguido llamó a la puerta y una voz de hombre les invitó a pasar.

Una vez dentro, Morgana se sintió intimidada por esa mirada ámbar. Aquel hombre la observaba como si ella fuera un bicho raro y eso no le gustaba nada. Peter y él hablaban en susurros lo que la incomodaba todavía más. Entonces Peter se acercó a ella.

—Bueno, yo me tengo que marchar.

—¿Me... me vas a dejar sola aquí? —preguntó ella agarrándose a su brazo.

—Tengo que hacerlo. Si me quedo sólo sería una distracción. Pero no te preocupes, estarás bien. Yo estaré fuera esperando —le indicó con un guiño. Después se soltó de su agarre y salió de la habitación.

El hombre daba vueltas a su alrededor mirándola fijamente de arriba abajo. Parecía como si estuviera analizando cada milímetro de su cuerpo. Ella estaba cada vez más nerviosa pero decidió quedarse quieta. Parecía que era lo que ese hombre quería y ella iba a ser obediente.

De pronto puso sus manos a ambos lados de su cabeza y le miró fijamente a los ojos. Sabía lo que iba a hacer, iba a leer su mente, pero, para su desgracia, esta vez se tenía que dejar. Tenía que demostrarle a ese hombre que no ocultaba nada y sabía que lo que iba a ver se lo habían contado ya.

Tras unos minutos, que a ella le parecieron horas, le soltó. Se fue hacia la mesa y señalándole un jarrón le dijo:

—¿Ves ese jarrón? —Ella asintió. — De acuerdo. Quiero que te fijes bien en él. Cuando lo hayas hecho, quiero que cierres los ojos y te concentres en su imagen. ¿Lo has entendido?

Ella asintió con la cabeza. No entendía nada pero pensó que lo mejor era hacerle caso. Se quedó mirando fijamente el jarrón y, cuando grabó su imagen, cerró los ojos. Lentamente comenzó a concentrarse. En su mente sólo existía ese jarrón. Poco a poco comenzó a notar una gran energía que surgía de su interior. Seguía viendo el jarrón y, por alguna extraña razón, le apeteció jugar con él. Mentalmente veía como el jarrón flotaba y daba vueltas en el aire. Era divertido. Siguió haciéndolo girar hasta que un golpe en la puerta la distrajo. Lo siguiente que escuchó fue el jarrón caer al suelo y hacerse mil pedazos.

Lentamente abrió los ojos quedándose paralizada ante la visión del jarrón roto en el suelo. ¿Ella había hecho eso?  No se lo podía creer. Con un poco de miedo, se volvió hacia el hombre que la observaba con un extraño brillo en los ojos. Esos ojos fue lo último que vio ya que acto seguido se desmayó.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora