33.- HIPNOSIS

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Sebastián comenzó a mover el péndulo delante de ella. Fue muy rápido. Enseguida cayó en un sueño profundo y Drogo la tuvo que sujetar para que no se cayera al suelo.

—Escucha, Morgana. Ahora tienes diez años. Cuando yo diga ya, despertarás y te encontrarás en el día anterior a tu once cumpleaños. YA.

Morgana abrió los ojos y comenzó a mirar a su alrededor con curiosidad. Estaba desorientada.

—¿Quiénes sois? ¿Dónde me encuentro? ¿Acaso es esto un convento? ¿Dónde están mis padres?

Esa reacción hizo sonreír a los dos hombres. Realmente parecía una niña pequeña. Sebastián ya se lo esperaba por lo que tenía una excusa elaborada.

—Tranquila pequeña. Te perdiste en el bosque y nosotros te encontramos. Nos gustaría llevarte con tus padres pero, para eso, primero necesitamos saber cómo te llamas.

Ella se sorprendió. No recordaba haberse perdido en el bosque. Miró a los dos hombres y, cuando su mirada se encontró con la de Drogo, se puso colorada y agachó la cabeza avergonzada. Nunca había visto un hombre tan guapo en su vida y tenía algo que le decía que podía confiar en él, así que, tal como le habían enseñado, hizo una ligera reverencia para presentarse.

—Está bien. Mi nombre es Morgana Draculae. Princesa de Valakia.

Los dos hombres se miraron atónitos. No podían creer lo que estaban oyendo. 

Sebastián reaccionó de inmediato. Tenía que conseguir su confianza.

—Es un placer, majestad. —dijo con una pequeña inclinación —. Mi nombre es Sebastián y él es mi compañero y amigo Drogo.

Drogo se inclinó también y ella le sonrió mientras se sonrojaba de nuevo.

—Y decidme, majestad. ¿Por qué habéis preguntado si esto era un convento?

La cara de ella se ensombreció. Dudó un poco al principio pero viendo la sonrisa del guapo rubio decidió hablar.

—Pues... yo... —Se la veía nerviosa y no paraba de moverse. Estaba tan tierna que Drogo no podía dejar de sonreír. —Lo he preguntado porque mis padres quieren encerrarme en uno.

—¿Y por qué vuestros padres quieren encerraros en un convento? Vos sois una hermosa princesa. Lo normal es que os quisieran casar —continuó Sebastián.

—Y eso es lo que yo quiero —respondió echándole una tímida mirada de reojo a Drogo quien agrando su sonrisa —. Pero ellos dicen que no puede ser, que es mejor que no me acerque a los hombre y que me meta monja. 

Al decir esto último se le escapó una lágrima. Drogo iba a quitársela cuando Sebastián lo detuvo y volvió a dormir a Morgana con el péndulo. Una vez dormida, la tumbaron en la cama y salieron de la estancia.

—¿La princesa de Valakia? Se suponía que los lobos la habían matado. ¿Qué demonios pasa? Esto se está complicando demasiado. Y el hecho de que Viktor esté por medio... — dijo Drogo pasándose la mano por el cabello.

—Lo sé. Pero aún tenemos que averiguar qué pasó ese último día. Esta vez no la voy a despertar. Dejaremos que nos lo cuente dormida. Así sufrirá menos.

Drogo asintió con la cabeza y ambos volvieron a  entrar. Se sentaron y Sebastián comenzó a hablar suavemente cerca del  oído de Morgana.

—Escucha, Morgana. Te acabas de despertar. Hoy cumples once años y quiero que, todavía dormida, me cuentes tu día cuando yo diga YA.

Sin abrir los ojos. Morgana comenzó a hablar con voz infantil.

—Estoy muy emocionada. Hoy cumplo once años y mis padres han decidido dejar a un lado sus obligaciones de reyes y pasar el día conmigo. Me hace mucha ilusión ya que casi no los veo. Corro hacia el patio del castillo donde ya me están esperando en un precioso carruaje. Yo estoy muy contenta pero me doy cuenta de que mis padres no. Les pregunto y no me lo quieren decir pero yo soy tan pesada que consigo que hablen. 

A Drogo se le escapó una risilla y Sebastián le hizo una señal para que se callara.

—Continúa, por favor.

—Mis padres me dicen que me van a llevar a un convento para hacerme monja. Yo me echo a llorar porque no quiero eso pero ellos insisten en que es lo mejor. Me dicen que no puedo enamorarme ni dejar que ningún hombre se acerque a mí. Eso duele mucho. De pronto, el carruaje se detiene. Mis padres se miran sorprendidos y deciden salir. Me dicen que me quede dentro. Tengo mucho miedo pero, como tardan, decido salir a buscarlos. Veo a los guardias y a mi padre tumbados en el suelo. ¿Por qué no se mueven? ¿Acaso se han dormido? Voy a acercarme a despertarlos cuando oigo un ruido. Me vuelvo y veo a un hombre besando a mi madre en el cuello. Ella tiene los ojos cerrados y tampoco se mueve. Le grito para que la suelte. El hombre se vuelve y tira a mi madre al suelo. Tengo mucho miedo. Sus ojos son rojos y tiene unos dientes muy largos. Se parece a los monstruos de los libros del castillo. Se dirige hacia mí y empiezo a correr. Es más rápido que yo por lo que enseguida me coge. Estoy muerta de miedo y no paro de llorar. Él me sonríe y, cogiéndome la cabeza entre sus manos, me mira fijamente a los ojos. Después de eso me desmayo.

—Es suficiente, duerme YA.

Los dos hombres se miraron con tristeza. Ambos estaban llorando en silencio. Lo que acababan de escuchar les había impresionado profundamente. 

Sebastián se recompuso un poco y le hizo una señal a Drogo indicándole que la iba a despertar. Éste asintió con la cabeza.

—Escucha Morgana, cuando de la señal despertarás volviendo a tu edad real y a este momento. También recordarás toda tu infancia. YA.

Morgana abrió los ojos despacio incapaz de retener las lágrimas que inundaban su cara. Se incorporó un poco y, al ver a Drogo, se abalanzó en sus brazos. Ambos permanecieron así, un buen rato, llorando en silencio.

EL REINO PERDIDO. PARTE I (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora