Comunicación

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- ¿Quién eres tú? -volvió a preguntar aquella voz. Era una mujer, mi mujer. La persona por la cual habría vendido mi alma al diablo por verla feliz.

- Bueno, yo... -decía Kathy temerosa. -Soy Katherine. Vivo a varias calles de aquí pero salí a caminar un rato y observé la casa. Es preciosa. -respondió admirando los muebles. Perfecto, eso de actuar se le da bastante bien.

- Si, es muy linda. -sonaba un poco intranquila. -Como verás tengo mucho por hacer. Creo que será bueno que te vayas. Descuida tendré más ayuda.

Deseaba que pudiera verme. Anhelaba volver a estrecharla entre mis brazos. Por ahora tendré que conformarme con verla desde la nada.

- Por favor. -suplicó Kathy. -Permitame serle de utilidad.

Mary se enfermaba en ocasiones por los cambios de clima o por cualquier situación que le molestase. Con la edad las personas se vuelven más vulnerables a todo. Mi gran tesoro estaba enfrentando una gripe y escalofríos por las noches. Estando débil le habría resultado difícil cumplir mi promesa. Aunque a decir verdad, era tan valiente como obstinada para dejarse vencer fácilmente.

- Mary. -sonreí como un idiota al escuchar su nombre de sus labios. No lo decía muy convencida pero tampoco descortés. -No es necesario que me ayudes, pero mientras llega alguien a quien espero tal vez puedas quedarte solo hasta entonces, ¿de acuerdo?

Genial. El plan casi estaba saliendo a la perfección. Mary tenía buen corazón, aunque no confiaba fácilmente. No lo hacía con cualquiera, solo con quien sentía que debía hacerlo.

- Por lo pronto quisiera que me ayudaras arriba. -dijo Mary aún desconfiando de mi linda paloma.

Ambas se dirigieron al siguiente piso. Las seguí sin pensarlo. Mary vestía un vestido largo de color negro, creo que seguía de luto por mi partida. Su cabello se tornaba en gran medida de blanco sustituyendo a la rubia melena de su juventud. Katherine usaba ropa casual, un pantalón azul y una camisa desteñida. Debo darle consejos de moda a esa niña.

Llegaron a mi habitación. ¡Estaba exactamente cómo la recuerdo!

Cuando dejé este mundo llegué a mi limbo. Nunca me atreví a regresar aquí. Era difícil hacerlo. Me conformaba con ver la vida de mis seres queridos desde la lejanía, más nunca volver a donde morí. Dicen que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen. En mi caso fui ambos, tanto víctima como asesino.

- Es magnífica la casa. -admitió Kathy.

- Lo es. Perteneció a alguien muy importante para mí. Esta casa me recuerda a él. Es majestuosa y está llena de mucho talento. -se sentó en la cama. -Fue suya hasta que murió. Después decidió entregarmela pero para mí él sigue siendo el dueño. Me considero su guardiana.

- ¿De verdad? -intervino mi bella paloma.

- Si. Dime algo, ¿sabes quién soy, cierto? -preguntó Mary interesada en su respuesta.

- Si, creo. -confesó un tanto nerviosa Katherine.

Bueno, como lo deduje Mary lo preguntaría tarde o temprano. Era inteligente para dejar ese punto de lado. Lucía hermosa a pesar de la edad. ¡La amaba tanto!

- Ven siéntate. -tosió un poco Mary. -Disculpa, estoy enferma pero es normal.

Kathy se sentó cerca de Mary manteniendo una actitud firme aunque supongo estaba tan preocupada como yo si esto no resultaba.

- Gracias. -accedió a la invitación. -Lamento escuchar eso, señora Mary. Sí, tiene razón. Sé perfectamente quién es usted. -mencionó con naturalidad.

- ¿Y quién soy? -preguntó a la defensiva Mary.

- El amor eterno de Freddie Mercury. -¡rayos! Sentí escalofríos al escuchar eso. Tenía razón Kathy, era un completo Romeo enamorado. Dicen que a veces es mejor decir la verdad que una horrenda mentira.

Un silencio se produjo en la habitación. Mary desvió la mirada hacia el suelo. Era extraño verla así. Al principio estaba alerta, ahora aparentaba ser tan vulnerable que casi pude haber jurado escuchar un murmullo suyo diciendo "Freddie". Sus manos yacían sobre la cama, se aferraba a ella con fuerza. Cerraba los ojos con la misma intensidad.

- Lo siento, no esperé que reaccionara así. -Kathy colocó una mano sobre el hombro de mi esposa.

Inmediatamente los ojos cansados de Mary se volvieron cristalinos brotando varias lágrimas de ellos. Seguía con los ojos cerrados, no podía imaginarme el dolor que había dentro de ella.

Me sentí fatal. Me acerqué y me arrodillé frente a ella, a mi amor eterno. Coloqué como pude una mano sobre la suya. Su tacto era cálido. Sin pensarlo le susurré al oído "Todavía te amo" dándole un tierno beso en la mejilla.

¿Su reacción? Estaba desconcertada, casi hechizada. ¿Habrá escuchado mis palabras? ¿Logró verme?

- ¿Oíste eso? -dijo al fin mi mujer.

- ¿Qué cosa?

- Escuché algo parecido a un murmullo. Decía... -pausó la oración. -No, es imposible. Debo estar alucinando. Estar en esta casa solo me trae recuerdos dolorosos. -llevó sus manos al rostro llorando desconsolada. -¡Mi mejilla está helada! Debe ser el clima o la mansión.

Kathy solo hacía caso omiso a los descubrimientos de Mary. Seguramente sabía quién era el responsable. Hasta cierto punto creo que lanzaba gestos de desaprobación en una dirección desconocida.

¿Cómo lograré acercarme a Mary sin un cuerpo de por medio?

Living On My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora