No, nunca, jamás

449 69 45
                                    

Continuaba en mi mente con aquello. Katherine había sido dura conmigo pero entendí el mensaje.

Me levanté de esa cama al instante. ¿Qué rayos me estaba pasando? Si mi vida la viví a mi manera sin importar la muerte, ¿por qué ahora le temo a las consecuencias? ¡Ya estoy muerto!

¡Yo soy Freddie Mercury! ¡El artista! ¡El showman! ¡Una leyenda! ¡Y sigo con vid... bueno, sigo presente!

¡Demonios! Abandoné el cuarto en busca de mi conciencia, esa niña era más lista de lo que creía. Muchas veces me he preguntado si no estaré pagando algún crimen y ella sea mi castigo. ¡La paternidad no es sencilla y la amistad tampoco!

Abrí puertas hasta encontrar a Delilah posada en un rincón sobre la alfombra. La niña de mis ojos. Cuando la vi salió corriendo al patio. La seguí y encontré a mi amiga gatuna dando un salto directo al estómago de Katherine.

- ¡Gracias, Delilah! -agradecí guiñando un ojo a la minina secuaz.

Me acosté en el pasto cerca del cerebro andante. Me sentía mejor después de aquel recital de mis logros y grandes hazañas.

- ¡Tu gata es una traidora! -exclamó Kathy un poco molesta y sin aire.

- No, sólo es leal a su dueño. -reí ligeramente. -Bien, diré esto antes de que me arrepienta. -me apoyé en un codo para lograr observarla. -Tienes razón, soy perfecto, hermoso y talentoso.

- Eso no fue lo que dije. -protestó indignada. Masajeaba levemente su abdomen.

- Sí, eso trataste. Sólo lo estoy resumiendo. Te entiendo, no es fácil aceptarlo. Es mucha belleza para un mortal, ¿cierto? -guiñé entusiasta, casi con mirada atractiva.

Sé que en el fondo Katherine quería reírse pero no lo hizo, se limitó a apretar los labios. No sería fácil obtener su perdón, ¿o sí?

- Oh, y olvidaba que soy un ángel de la música y un héroe. -al decir esto una sonrisa se dibujaba en sus labios.

- Te falta algo. -imitó mi postura.

- ¿Qué ray...? -intervine acariciando mi frente. -¿Acaso soy Superman?

- No, digo, Superman es bueno, pero no es Freddie Mercury. -sonreímos a la vez. -De acuerdo, te escucho, ¿cuál es el siguiente paso?

- Gracias querida. -le di un beso en la mejilla. -El siguiente paso es que me vea. Ya puede escucharme, eso es bueno. Y puedo mover y tocar objetos. -desvió la mirada un poco fingiendo enojo. -Ahora es tiempo de aparecer físicamente.

- ¿Y cómo planeas hacer eso?

- Con tu ayuda. -toqué su nariz. -Me costará un poco de trabajo pero vamos, funcionará. Eso espero. Cuando esté listo mi plan lo verás. -señalé al cielo o lo que sea que esté arriba de nosotros. -Prepárate Katherine, deberás ser muy inteligente para diferenciar tus sueños de la realidad.

Me levanté del suelo no sin antes ayudarla a ponerse de pie.

- Freddie, confío en ti. -acarició mis manos. -¿Te puedo pedir tres cosas?

- Sí, por supuesto. -acepté. -¿Cómo el genio de la lámpara?

- Como el genio de la lámpara. -repitió. -La primera, no vuelvas a desconfiar de ti. La segunda, no arrojes más objetos, por favor. -rió casi suplicando.

- ¿Y la tercera? -sonreí. Dudaba al decirlo. ¿Qué sería? ¿Un unicornio?

- ¿Podrías permitirme el honor de darte un fuerte y afectuoso abrazo, su Real Majestad? -hizo una leve reverencia.

- Sí, todos los que quieras. -respondí risueño y un poco sonrojado. ¡Nunca nadie me había pedido algo así! -Pudiste haberle pedido al genio un yate, dinero, joyas y no una simple muestra de cariño.

- Nada vale más que el propio genio. -confesó Katherine.

Me abrazó fuertemente​. Le di otro beso en la mejilla y se alzó de puntillas para susurarme al oído: «Gracias por existir. Te quiero mucho».

Es un hecho, no voy a abandonarla nunca. O por lo menos no hasta que vuelva a morir. ¡Si acaso ocurre!

Living On My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora