Capítulo 2
Las cartas de Cloe y Sanne
Día 0 del programa M.E.R: 11 de enero de 20151:00 pm
A simple vista, la vida de Cloe Nicols era como la vida de una adolescente cualquiera con diecisiete años. Iba a la escuela, formaba parte de un grupo de porristas, salía con amigos, asistía de fiestas y a partidos. En fin, no era distinta a muchas chicas de su edad, pues es cierto que últimamente hay demasiados casos como el de ella, pero te digo que la historia detrás de sus costillas expuestas la vuelve diferente.
Y no, diferente no es un insulto; es un error pensarlo así.
Se miró una y otra vez en el espejo del baño del instituto. Debajo del uniforme de porrista, sus costillas comenzaban a reclamar ser vistas. Sus ojeras, bien cubiertas por el maquillaje, aún resultaban un problema ¡Y ni hablar de los mechones de cabello que poco a poco se desprendían de su cuero cabelludo! Por esa razón, siempre traía su rubia cabellera en un moño, así no se notaba la reciente calvicie ni las raíces castañas. No entendía cómo, incluso después de haber eliminado cada carbohidrato y dulce de su dieta, seguía odiando el reflejo frente a ella. Odiaba sus brazos porque no parecían lo suficientemente delgados, y sus piernas las aborrecía por no ser del grosor de un palo de escoba. En sus ojos azules, oscuros y profundos, la frustración se hacía ver como un grito desesperado proveniente de su alma. Después de todo su esfuerzo, seguía sin ser la más delgada del equipo de animadoras.
La anorexia es sinónimo de temor; temor a aumentar de peso. Quienes la padecen, tienen una percepción delirante de su cuerpo que los hace verse a sí mismos más pesados de lo que son. Cómo si sus espejos fueran de esos que se encuentran en los circos, ven su imagen más voluminosa de lo que en verdad es. Por esa razón, combaten su delirio con ayunos y reducción de ingesta de alimentos. No se permiten sentir hambre, todo por un reflejo quebrado ante ellos.
Pero si se lo preguntabas a ella, te habría dicho que no estaba enferma. Ella solo quería ser hermosa.
Tras respirar profundo e intentar callar a su estómago, se miró en el espejo y se dedicó a pintar sus labios rotos. Tenía la mala costumbre de morderlos siempre que sentía hambre, lo cual era más seguido de lo que solía admitir. El timbre de salida dio la señal de que las clases habían llegado a su fin por ese día y, en menos de diez minutos, otras chicas entraron al baño. Cloe les sonrió, tras ese simple gesto se dedicó a salir hacia los pasillos de su instituto.
Bien, volvía a su constante actuación: fingir que no le dolía la barriga, fingir que no le sangraban los labios, fingir que sonreía porque estaba feliz, fingir que no tenía hambre...fingir que no tenía hambre...hambre...
No, las chicas lindas no tienen hambre.
—¡Cloe! —ella escuchó la voz de Rachelle Johnson (alias, "su mejor amiga en el mundo mundial"). La llamó desde los casilleros al final del pasillo y Cloe no tardó en llegar hasta allá.
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Margaritas || P.E #1
Teen Fiction"Las margaritas son frágiles, delicadas, sencillas..." Quien cree eso, es porque no sabe lo que sabe la doctora Margaret A. Wallace: Ella, especialista en desórdenes alimenticios y problemas psicológicos, sabe que el mundo en realidad es un gran jar...