Capítulo 46

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Capítulo 46
Cuatro idiomas y medio:
Día 245 del programa: 13 de agosto del 2015

3:00 pm

Los espejos seguían siendo enemigos de Cloe Nicols. No obstante, el admitir que estuvo muerta de hambre durante un largo tiempo la llevó a algo que nunca creyó posible: a buscar un poco de amor propio.

Odiaba cada centímetro de su cuerpo por no ser perfecta. Sin embargo, cada día se obligaba a decirse cumplidos a si misma; aquellos que Cameron nunca le dijo. No quería tocar fondo una vez más, así que se recordaba a cada hora que sus ojos no eran tan feos, que su personalidad no era tan rara, que era alguien digna de amar...y cada vez sentía menos odio hacia la figura que la observaba en el espejo.

A medida que su amor propio iba aumentando, el amor hacia su prima se restauraba. Ahora le hablaba, la abrazaba y le agradecía por estar a su lado. Lo mismo con las margaritas, cada vez les agradecía más por ser sus amigas. Y así, su actitud iba mejorando a un paso lento, pero seguro. Inclusive, la comida comenzó a reaparecer en su vida de a poco, como un salvador que llegó a desvanecer el horrible vacío que su estómago había presenciado por años.

—Buena idea pintar las macetas, descorazonada —le dijo a Lilian al tiempo en que llenaba de pintura la maceta con su propia margarita —. Se ven mejor así.

—La idea era decorar la maceta, no decorarte a ti misma —carcajeo Calvin, observando cómo Cloe estaba cubierta de pies a cabeza con pintura.

Ella le sacó la lengua con diversión y continuó haciendo el desastre que comenzaba a tomar forma...o al menos eso le dijo Eve para hacerla sentir mejor. La verdad, era que Cloe no tenía ni una sola vena artística, aunque se divertía jugando con pintura.

Lilian, Sanne y Dalia también estaban enfocadas en la decoración de sus propias macetas, mientras que Eve y Calvin las ayudaban. Todo aquello ocurría bajo una atmósfera cómoda, con una agradable conversación de fondo. Afuera llovía, y uno que otro relámpago se veía en el cielo desde las grandes paredes cristalinas del consultorio. Pero ellos, absortos en el agradable calor de la calefacción y en la charla, no le prestaban mucha atención a la tormenta.

Margaret entró al consultorio con su típica sonrisa, y la curvatura en sus labios se transformó en una carcajada en el momento en el que observó el rostro de Cloe cubierto de pintura. Tan especial como era, esa margarita parecía no tener remedio, lo cual era mejor para todos aquellos que querían y amaban su personalidad tan única.

—¡Doctora! —exclamó la margarita anoréxica con entusiasmo.

—¡Cloe! —respondió Margaret, con el mismo entusiasmo —. Veo que te estás divirtiendo.

—Lo que yo veo es que sufrirás para quitar toda esta pintura de tu rostro y cabello —le dijo Sanne, tomando un mechón de cabello de Cloe lleno de pintura —, pero que desastre.

Margaritas || P.E #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora