Capítulo 12
Una flor para cada una:
Día 18 del programa M.E.R: 28 de enero del 20156:57 pm
—Esto es lo más extraño que he visto —dijo Sanne, observando las cuatro macetas frente a ella.
—No. Esto es lo más enfermo que he visto —la corrigió Lilian, que observaba lo mismo que ella, estando a su lado.
Ambas estaban en el consultorio de la doctora Wallace, rodeadas de ese peculiar perfume floral al que debían empezar a acostumbrarse. Habían llegado del jardín de mariposas hacía pocos minutos. Sin embargo, Margaret y el resto de las chicas aún no estaban ahí. El consultorio seguía pareciendo un invernadero, repleto de plantas y flores de varios colores, lo único diferente eran las cuatro macetas nuevas sobre la mesa para café que separaba los muebles entre sí. Cada una contenía una margarita, sencilla y pequeña; y en cada maceta estaba escrito un nombre distinto:
En una, el nombre de Dalia.
En la otra, el de Cloe.
En otra, el de Sanne.
Y en la última, el de Lilian.
Las cuatro macetas permanecían alineadas, luciendo sencillas, pero estaba claro que eran todo lo contrario. El solo tener esos nombres escritos en ellas las volvía intimidantes, distintas, pero sobre todo extrañas.
Las chicas ya habían descubierto que la doctora Margaret Wallace no era una doctora normal y, por lo tanto, sus métodos tampoco lo eran. Aun así, detalles tan sencillos como ese las descolocaban. Eran solo flores, pero los continuos discursos que habían recibido de la doctora lograron cambiar su perspectiva sobre las margaritas. Se negaban a compararse con esos retoños, pero no podían negar que no podían verlos con normalidad luego de conocer a la doctora Wallace.
—¡¿Alguien me puede explicar por qué la secretariucha esa nos mira con tanto odio cada vez que entramos a este lugar?! —exclamó Cloe, entrando en el consultorio junto a Dalia —. ¡Que alguien la ponga en su lugar de una buena vez! Es decir, ¡¿quién mierdas se cree?!
—Y ha vuelto la Cloe de siempre —dijo Dalia, caminando hacia el sofá en donde Sanne y Lilian estaban sentadas. Ni ella, ni Cloe, habían notado las macetas—. Ya decía yo que habías pasado mucho tiempo sin insultar a alguien. Aunque no te discuto que la secretaria nos detesta, solo que no sé porque lo hace.
—¿Ven? hasta la cerda lo admi...—no pudo ni terminar de hablar tras notar las macetas y su nombre en una de ellas—. ¿Y eso?
Solo en ese instante, Dalia llevó su mirada hasta la mesa para café. Encontró los cuatro nombres, las cuatro margaritas, y sintió un escalofrío que la recorrió desde la punta de su pie regordete hasta su cabeza. Para ella, ver su nombre bajo una flor tan delicada como esa, lo hizo real. A diferencia del resto de las chicas que se rehusaban a creer que eran lo que Margaret tanto les decía, Dali tenía claro que si era una margarita. Ella siempre necesitó a alguien para que la cuidara ¿No es eso lo que necesitan las flores? ¿Un jardinero para velar por su seguridad? Pues, ella lo tenía. Ya fuera Calvin, o sus padres, siempre tuvo a alguien sosteniendo su débil tallo de margarita. Quizá fue eso lo que hizo tan fácil para ella aceptarlo.
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Margaritas || P.E #1
Ficção Adolescente"Las margaritas son frágiles, delicadas, sencillas..." Quien cree eso, es porque no sabe lo que sabe la doctora Margaret A. Wallace: Ella, especialista en desórdenes alimenticios y problemas psicológicos, sabe que el mundo en realidad es un gran jar...