Capítulo 16.

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Reescrito.

— Miel, ven aquí.— ordenó con dulzura, no se encontraba molesto que se diga furioso pero quizás un poco molesto sí. La azabache con temor empezó a bajar las escaleras dejándose ver ante Greyson y Frederick.— Espero que tengas una buena explicación, el doctor te mandó descanso. ¿No leíste mi carta?

— Si.— fue lo único que dijo cuando acabó las escaleras dio dos pasos hacia él y nada más.

— ¿Y qué haces fuera de la cama? —indago confundido.

— Yo la veo bien, ¿comió el desayuno que le hice, niña Horn? —cuestionó el mayordomo metiéndose en la discusión para salvar a la chica sin darse cuenta cómo su pregunta la hundió.

— Sí.— respondió ella.

— ¿Enserio? —Greyson no le creyó. Desde que Honey está en la mansión siempre ha sido una disputa sin fin hacerla comer.— Entonces, ¿si subo a nuestra habitación ahora mismo encontraré tu plato vacío?

— Si.— pendeja.

— Bien.— Greyson le siguió el juego tomándolo con humor, una buena razón para castigarla.— Iré a ver.

— Iré yo.— se ofreció Frederick sintiéndose responsable del giro de la conversación.— Soy más rápido...Ya sabe señor yo...

— Ve.— hizo un ademán para que se fuera sin dejar de mirarla, Honey tampoco le quito la mirada de encima pero noto por el rabillo de su ojo como Frederick desapareció del espacio como por arte de magia.

— ¿Dónde...? —Honey apartó la vista para asegurarse de lo que creyó ver fuera real y si lo era; Frederick desapareció.

— Frederick tiene ese don, aparecer y desaparecer a voluntad.— le explicó el vampiro al verla desconcertada. Luego, Greyson escaneó su vestimenta.— ¿A dónde vas?

— Tarima.

— ¿Con permiso de...? —Greyson se levantó del asiento del piano que ni siquiera sabe tocar.

— La niña Honey se comió todo, estoy tan orgulloso.— dijo Frederick reapareciendo con una emoción casi real que por poco logró que Honey se la creyera.— ¿Usted no está orgulloso de la niña, señor?

— ¿Comió todo? —volvió a preguntar creyendo que escuchó mal, incluso Honey creyó eso.

— Si, señor. — repitió el mayordomo.— Perdón la tardanza, llevé el plato vacío a la cocina.— se disculpó dando una pequeña reverencia a sus señores todavía sin creer lo que decía. Greyson porque parecía real y Honey porque sabía que no era real.— Señor, no dijo si estaba orgulloso de la niña Horn.

— Lo estoy.— afirmó Greyson recobrando la compostura. Se giró nuevamente a la chica y le sonrió con sinceridad.— Eres una buena chica, Miel.— la azabache abrió la boca para insultar y tirar la ayuda de Frederick a la basura.— Y las buenas chicas pueden ir a la tarima.

— ¿Enserio? —soltó incrédula, tanto, que ignoró que la volvía a premiar como si entrenará a un perrito. Honey no es un perro aunque si lo fuera sería un San Bernardo probablemente por todo lo que últimamente duerme.

— Claro, porque... Eres una buena chica ¿verdad, cariño? —preguntó diciendo silenciosamente en esas palabras que la respuesta debía ser un educado si.

Honey Sei. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora