Capítulo 20.

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Resscrito.

— ¿Me detengo? —indago con cinismo recibiendo un asentimiento desesperado por parte de la chica que realmente quería volver a cerrar los ojos.— ¿Volverás a escaparte?

No seas honesta, Honey.

— Si.— pendeja.

—Bien, tu me avisas cuando cambies de parecer.— dio una lamida con lentitud causando un escalofrío en ella.

— Gre..yson...— la voz le temblaba.

— Solo promete que no escaparas y te dejaras suprimir tus poderes, sólo así Marina lo permitirá. — escupió con cierta rabia el nombre de la mujer.

Eso jamás iba a pasar, Honey estaría desesperada para que la soltará pero tampoco haría promesas que rompería luego, los Moore no hacen eso ni aunque esa mentira pudiera quitárselo de encima tan rápido como la manera de beber de Karter.

«...Karter» a la chica se le prendió el foco.

— ¡Karter! — vociferó con fuerza.— ¡KARTER! — Esa fue la misma voz de satanás, un grito ahogado en el desespero que retumbó por la distorsión haciéndolo más afligido, con más sentimiento de apuro.

Greyson se tapó los oídos brevemente por el llamado de ayuda, se alejó un poco pero volvió con más fuerzas tapando la boca de Honey con su mano que se empapó con las lágrimas de la menor.

— Las paredes son insonoras.— le comunico lo olvidado.— Buscaré una mordaza ya que veo que no usarás tu boca para nada bueno.

Se levantó sin despegar sus ojos de los púrpura de ella en un duelo de azul tormenta y morado asfixiante para no decir desesperado e impaciente por ayuda que él mismo estipula que no llegará.

Se dio la vuelta finalmente dándole la espalda en dirección al armario, Honey intentó levantarse pero aún no tenía el control de todo su cuerpo solo podía mover levemente todo, aparte de haber recuperado el total manejo de sus párpados y voz.

— ¡Karter! ¡Karter por favor! — insistió.— ¡Ayuda! — Más allá de la distorsión y la sensación de colmillos no llegaban sus habilidades.

— Eres terca, Miel.— comentó quieto en su lugar rebuscando en su cajón.— Nadie te escuchará, al menos que mi sobrino tenga buen oído desde el comedor jamás te escucharía.

— ¡Clarissa! — si, está entrando en crisis. — ¡Travis, Roy, Levi! — Sollozo al llamarlos sabiendo que era imposible que estén por ahí. Ella los había noqueado.

— ¿Pedir ayuda a una simple humana? ¿al hermano de mi mano derecha? ¿Roy y Levi? — se burló mostrando lo que traía en sus manos— No están y dudo que te ayuden si estuvieran, fuiste muy dura con ellos, cariño.

— ¡FREDERICK! — vociferó sin darse por vencida logrando que se detuviera unos segundos.

— ¡Suficiente! — sentenció cansado.— Dije que nadie...

Fue interrumpido por un milagro del cielo...O...¿del infierno?

— ¿Niña Horn? —Frederick apareció en la puerta.— ¿está bie...?— no hace falta decir que se quedó helado al ver la escena, era perturbador ver lo que se montaba en la habitación y la manera que se encontraba la pobre chica.

— Frederick, retírate.— Greyson ordenó severo.

— ¡No! Fred...— en las palabras de Honey se apreciaba la súplica y la intensidad que recurrían a él.

«No me abandones, mayordomo.»

— Frederick, largo.— Greyson le exigió.

El mayordomo parecía estar en un dilema, por un lado obedecer a su señor era lo habitual sobre todo cuando este estaba haciendo uso de su don para sacarlo pero la cercanía que tenía con la chica bañada en lágrimas y algunas gotas de leche impedían obligarlo a irse.

Honey Sei. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora