Reescrito.
Honey se sentía sin fuerzas, agotada y sin ganas de moverse en la superficie que estaba pero al mismo tiempo quería levantarse y correr sin aún saber porque. El instinto le ganó, la despertó finalmente del profundo sueño que los polvos le impusieron, abrió los ojos captando a una persona grande de cabellera negra pero cuando sus ojos quisieron enfocar, la luz artificial se filtró.
— ¿Qué hago...? Diablos. — Honey se tapó los ojos con dolor cuando no más despertar las luces las volvían a cegar, Greyson esta vez no lo había hecho con intención por lo cual se apresuró para apagar la mayor parte de la iluminación.
— Lo lamento, Miel. Quería verte mejor, no creí que despertarías...— volvió a sentarse a un lado de ella en la cama. Honey se frotó los ojos intentando volver a enfocar. Miro al azabache de ojos azules hasta que su rostro perfilado y varonil pudo ser percibido en todo su desgraciado esplendor, al igual que el ambiente donde estaba.— ¿Estás bien?
Honey ignoró su pregunta y sus molestias para ver dónde está, se halla en una gran habitación como más o menos del tamaño de la alcoba de Karter. El lugar tiene un color opacó, gris y era frío, hay muebles de rojo oscuro cerca de la chimenea donde vedos puertas a su lado. La cama es grande, como la suya pero mucho más suave con mesas con lámparas a cada lado, algunos espejos y grandes ventanas parcialmente cubiertas por cortinas que no dejan ver el exterior sombrío, sumamente oscuro. Debía ser de madrugada, se pone así antes de amanecer.
— ¿Dónde e-estoy? —preguntó aún mirando los detalles del cuarto.
— En casa, Miel.
— Esta no es ni remotamente mi casa.— escupió para agarrarse la garganta, la sintió rasposa como si acabase de hacer fuerza con algo que no puede. Ella se extrañó ya que pensó que su voz se distorsionara.
— Ya dije, estás en casa.— repitió volviendo a la postura que tenía antes. Recto, a pocos centímetros de ella con su mirada azulada viéndola como a una indefensa presa llenando el interior de ella de amargura con la sola idea de sentirse indefensa ante él.
— Caprand, por un demonio, ¿en dónde estamos? —repitió con más insistencia incorporándose como pudo de la cama.
— No me gusta ese tono...— canturreo negando.
— ¿Dónde estamos? —interrogó apretando los dientes, ella volvió a extrañarse, creyó que sus colmillos saldrían para advertir pero tampoco pasó.
— En mi clan.— respondió como si nada ignorando como la expresión sombría de ella cambió a incrédula.— En mi mansión, en mi habitación, en mi cama.— específico punto por punto haciendo que su expresión aumentaría si era posible.
— ¿En...Memory...?
Greyson asintió:— Memory fangs.
Memoria de colmillos fue rebautizado por Greyson cuando este tomó posesión hace muchos años atrás. Los clanes como las manadas tienen un nombre para identificarse, en la bienvenida recuerda ella haber escuchado su nombre. Suelen significar algo para sus líderes como el clan de Byron que lleva el nombre de su segundo hijo y el segundo nombre de Honey.
— ¿Por qué estoy aquí? —indagó sabiendo medianamente la respuesta. Él se obsesionó con ella.— Debo ir a casa, mi familia... Tengo cosas que hacer.
Él volvió a sonreír:— Ya no.
— No puedes aparecer y encapricharte de esa jodida manera conmigo.— declaró con seriedad, harta de él.
— Última advertencia, Miel— masculló serio.— No me gusta ese vocabulario.
— Púdrete hijo de...— declaró hasta que fuera agarrada del cuello y posteriormente empujada a la cama, al siguiente segundo tenía a Greyson presionando con su cuerpo, labios a su cuello y manos a sus brazos inmovilizados.