7.

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Darío entró en su casa, esperó a que su madre fuera hasta él y le regañase, pero no apareció, así que subió a su habitación a dejar La Bolsa de ropa.

Cuando abrió la puerta casi suelta un chillido - para nada varonil, como una chica en una película de terror- al ver a Lucas en su cama.

—Joder, casi me muero.—Dijo poniendo su mano en el pecho y dejando La Bolsa al lado de su escritorio.

—¿Y por qué te asustas? ¿Algo que esconder pequeña mierda?

Darío miró a su amigo como una lechuza. Parpadeó en su dirección, analizando al hombre que estaba de brazos cruzados y le miraba con el ceño fruncido.

Genial, estaba enfadado. Eso pudo deducir tras unos rápidos segundos.

—¿Estás enfadado?—Él tenía la manía de preguntar lo obvio.

Lucas se levantó y lo empujó llevándolo a la cama. Se puso encima de Darío.

—Déjame besarte, así se me pasa el enfado.—Susurró.

Darío se sonrojó y cerró los ojos con fuerza negando, no debía caer, ¿y si pasaba lo de antes?

—No...–Puso sus manos en el pecho de Lucas e intentó alejarlo.

—¿Por qué no? ¿Qué has hecho? ¿A dónde has ido?

Darío lo miró serio aunque no aguantó, y empezó a reír.

—Hablo en serio, Darío.—Lucas lo miró seriamente frunciendo el ceño.

—Perdón, perdón.—Dijo entre risas.—¿Acaso estás celoso?

Lucas apretó los labios y lo besó.

—¿Me lo puedo tomar como un sí?—Darío Rió alejándose y girando el rostro.

Lucas empezó a besar su cuello, a dejar besos mientras acariciaba la cintura de Darío.

—Lu...Lucas...Esto...—Darío empezaba a ponerse nervioso, volvería a pasar, lo que antes estuvieron a punto de hacer, volvería a pasar.

No estaba listo...No se veía capaz de...

Lucas empleó la técnica de Darío: distracción. Sin embargo, no como lo hizo él, no era tan malo, simplemente metió la mano dentro de la sudadera del moreno y acarició su vientre.

Darío no pudo evitar jadear y que su piel se erizara.

Lucas sonrió en su cuello y empezó a succionar.

Las manos del pecoso empezaron a subir y acariciaron los pezones del moreno.

Darío quería alejarlo, pero se sentía realmente bien y se mordió el labio para evitar soltar algún ruido incómodo y extraño para él. Simplemente se concentró en sentir ese pequeño placer que le daba aquellas manos sobre su cuerpo y en no gemir.

Los labios que se encontraban sobre su cuello le hacían cosquillas, muchas, hasta que sintió un poco de dolor, como un pellizco.

Lucas le había mordido.

—¿Qué mierda?—Darío se alejó y empujó al pecoso.

Se levantó a verse en el espejo y miró su cuello, tenía como cinco chupetones en el cuello, donde se podían ver.

—¿¡Qué has hecho!?

—Bueno, estamos en paz.—Se encogió de hombros Lucas.

Darío frunció el ceño confuso.

Lucas puso los ojos en blanco y se quitó la camisa.

Darío miró sus hombros, tenían círculos rojos y un poco morados. Intentó evitar sonreír, pues eso le molestaría a Lucas...Sin embargo, júzguenlo, a él le encantaba provocarlo, así que lo hizo.

—¿Encima te ríes?—Se quejó Lucas.

Darío solo sonrió más.

—Me gustan cómo se ven en tu cuerpo.—Dijo satisfecho Darío.

—Me has marcado.—Aclaró Lucas, sus ojos verdes parecían divertidos por más que intentara lucir molesto.

—No sé, simplemente me apetecía hacerlo.

—A mí también, por eso lo he hecho.

Darío se acordó de las marcas en su cuello y volvió a enfadarse.

—¡En el cuello! ¡Yo lo hice en tus hombros y algo de espalda!¡A mí se me notan, a ti no!

—Mejor.—Susurró audiblemente el pelinegro.

—¡Idiota!—Darío cogió un peluche y se lo tiró a la cabeza.

Lucas rió y se le fue acercando.

Darío le tiraba cojines y unos cuantos peluches.

Lucas los esquivó aunque algunos le dió, cogió las muñecas de Darío y lo tiró hacia él.

Sus rostros estaban muy cerca, sus labios a centímetros y Lucas sonrió.

—Bésame, idiota.—Murmuró Darío.

Y así lo hizo Lucas.

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora