Besos indecentes (1)

29.

Lucas conducía en silencio mientras Darío miraba por la ventana.

—¿Qué tal tu día?—Preguntó el moreno, poniendo su vista en el pecoso.

—Bien, ¿y el tuyo?

—Muy bien.

No dijeron nada más hasta llegar a su departamento.

Mientras Lucas dejaba las llaves en la mesa, Darío le dio la vuelta.

Los labios del moreno alcanzaron los del pecoso. Este intentó resistirse pero continuó el beso, aunque no duró mucho.

—Me tengo que ir...

Darío frunció el ceño.

—¿A donde?

—He quedado con los chicos.—Dijo dirigiéndose a la habitación.

—¿Otra vez?—Darío intentó no sonar molesto, pero falló.

—Sí.

—No será...¿¡Que Tienes a alguien!?

Lucas miró en su cajón buscando alguna camisa oscura para salir mientras puso los ojos en blanco.

—No empieces.

—¡No! ¡Es eso! ¡De seguro tienes a alguien y por eso vas a salir otra vez! —Darío fue interrumpido mientras movía los brazos.

Lucas agarró las muñecas de Darío, para calmarlo.

—¿Y qué pasa si tengo a alguien?—Él quería que Darío dijera lo que verdaderamente sentía y pensaba. No quería discusiones tontas e insultos gratis. Simplemente quería que Darío confesara.

Los ojos le empezaron a escocer a Darío.

—Eres un idiota, ¡te odio! ¡Déjame! ¡Vete con esa persona!—Intentó zafarse del agarre.

—Primero tranquilízate.

Darío sintió que la furia creció en su interior. Lucas no había negado que se iría con alguien, solo le dijo que se calmara. ¡Será Idiota!

—Eres Tan injusto.—Lucas Susurró y apoyó su frente en la de Darío.

El moreno empezó a respirar tranquilamente.

—Tu tienes una novia...Yo puedo también buscarme a alguien.—Le dijo Darío.

Darío empujó al pecoso.

—¿Es eso? ¿Quieres que la deje?

Lucas negó rendido. Él no lo entendía. El corazón de Lucas se iba rompiendo cada día que pasaba mientras estaba con Darío, sabiendo que este nunca sería suyo por completo.

Él...No podía seguir así. No sabía cuánto más podía conformarse y quedarse.

Él amaba a Darío.

Él sonrió con pesadumbre. Sintió lástima de sí mismo.

—No quiero discutir.—El pecoso cogió una chaqueta roja y salió del apartamento.

Darío se quedó en silencio, impresionado, luego sus ojos empezaron a humedecerse.