17.

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Lucas quiso darle un beso a Darío, pero este se echó hacia atrás sonriendo.

—No hay beso hasta que me digas qué vamos hacer, qué cosas faltan.

—Pff.—Lucas bufó. Él quería su beso.—Pues sexo oral.

Darío abrió los ojos, estaba sorprendido.

—¿Qué?

—Sí, ya sabes, eso que se hace con la boca.

—Eso si es asqueroso.

—Ya veremos.

Lucas se levantó, poniendo a Darío como estaba él antes y fue a cerrar la puerta con seguro, se dirigió a un cajón y sacó una corbata.

Darío levantó las cejas, pero no estaba sorprendido.

—¿Vas a atarme de nuevo?

Lucas no dijo nada, se acercó al moreno y ató sus muñecas.

El pecoso bajó a su pantalón, quitándolo junto con el bóxer.

—E-espera...Déjame hacerlo a mi, por favor.—Rogó Darío.

Lucas no podía decir que no a esa carita, así que se levantó y se tumbó.

El chico, desnudo y atado, se arrodilló enfrente del pecoso y bajó como pudo el pantalón.

Acarició el miembro de su amigo por encima del bóxer y miró su rostro.

Lucas intentaba aguantar, era demasiado ver a Darío arrodillado en ese estado y acariciando su entrepierna.

Cerró los e intentó respirar bien, concentrándose en no venirse.

Hasta que algo húmedo hizo que abriera sus ojos verdes, Darío había introducido la punta de miembro en su boca.

Santa mierda.

Lucas que había levantado la cabeza para mirar que estaba haciendo Darío, se volvió a derrumbar cuando el moreno empezó a mover su lengua en la punta.

No pudo evitar gemir.

Darío empezó a introducir más del largo en su boca, mientras que masajeaba la parte de abajo con su mano.

El moreno sentía que Lucas estaba creciendo en su boca, y le costaba meter toda la longitud.

Aunque se estaba ahogando, lo disfrutaba. Eso lo hacía pensar...¿realmente sería masoquista?

La mano de Lucas fue al pelo moreno de Darío y empuñó su pelo.

—Déjame...—Lucas pidió.

Darío lo miró y entendió. Cerró los ojos esperando.

Lucas soltó un gruñido y empezó a mover sus caderas, embistiendo dentro de la cavidad bucal del chico, penetrando su boca.

Darío tenía los ojos cristalizados, soltaba algunos gemidos por la falta de aire pero también lo disfrutaba. La boca del moreno y el miembro del pecoso soltaban sonidos húmedos.

Eso excitaba a Lucas. Él también pensó...¿realmente será sádico?

Lucas paró de moverse y apartó a Darío.

Ambos se levantaron y Lucas acostó al moreno.

Esta vez puso sus manos atadas a la espaldera. Ahora Darío sí que no podía moverse.

El pelinegro abrió las piernas de su amigo y metió su cabeza entre ellas.

Y se acercó a la entrada del moreno.

—Ni se te ocurra hacer eso, eso sí que es asq-

—Calla.

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora