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Darío suspiró cuando salió del baño, tenía miedo.

Lucas se encontraba en la cama sentado,había extrañado mucho esa habitación, donde había pasado de todo.

—¿Darío? Me asustas, ¿todo está bien?

Darío mostró lo que tenía en sus manos.

Lucas se levantó y cogió la prueba de embarazo. Positivo.

Sus ojos dejaron de ver el pequeño aparato y se posaron en la cara de Darío. Su rostro reflejaba preocupación, culpabilidad y miedo. Luego sus ojos verdes se posaron el estómago del moreno.

Había tocado, por un Segundo, esa tripa, ya abultada y durita.

—¿Cuanto...—su voz salió baja. Se la aclaró.—¿Cuánto tiempo tienes?

Darío se mordió el labio inferior.

—Cuatro meses y dos semanas.

Lucas dejó de mirarlo, empezó a sacar cuentas.

Sintió una presión en el pecho. Le dolía.

—Es mío, ¿no?

Darío se sintió un poco ofendido, pero lo dejó pasar por los brillosos ojos del pecoso, parecía que quería llorar.

Simplemente asintió.

Lucas se dejó caer en la cama, apoyando su codo en su pierna y cubriéndose el rostro con la mano.

Le dolía, le dolía no haber estado esos 4 meses con Darío y su hijo.

Le dolía no haber estado cuando su moreno se había enterado que esperaba un bebé. Suyo. Un bebé suyo. De ambos.

Darío frunció el ceño cuando Lucas rió. Una risa desesperada. El pecoso levantó el rostro. Tenía lágrimas.

Lucas se dejó caer en el suelo, y se arrastró hasta Darío.

El moreno abrió los ojos sorprendido.

Arrodillado, el pecoso cogió las manos de Darío.

—Perdóname, lo siento. Lo siento tanto, lo siento por irme. Por favor, perdóname.

El corazón de Darío se estrujó y él también iba a llorar.

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora