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Darío miró su tripa. Era muy grande, ¿es normal que sea tan grande? ¿El bebé estará bien? ¿Será más grande que de lo común?

Obvio todo está bien, han ido a los ultrasonidos, aún no queriendo saber el sexo del bebe, y según el médico, todo está perfecto. Aunque sonríe extrañamente cada que lo dice.

Estaba gordo. Muy gordo, ¿por qué?

Lucas pasó por la habitación y se detuvo, miró al amor de su vida, estaba llorando mirando su reflejo.

—¿Cariño? ¿Estás bien?

Darío lo miró, luego volvió su vista al espejo.

El pecoso se posicionó por su espalda, abrazándolo por detrás.

—Estoy feo, de seguro me dejarás de amar.

Lucas río.

—No estás feo, ya lo hemos hablado, eres hermoso, y esperando un hijo, muchísimo más. Sabes que me calientas demasiado.

—¿Me prometes que no me dejarás de querer?—Se giró rodeando con los brazos el cuello del pecoso.

—Te lo juro.—Lo besó.

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora