8.

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—¿Y bien?—Preguntó Lucas sentándose en la silla del escritorio del ojigris.

Darío suspiró y lo miró mal. Otra vez no completaba la pregunta.

—¿Y bien? ¿Dónde estabas?

—Te dije que tuve una emergencia y me tuve que ir.—Contestó El moreno colocando sus peluches en los estantes. Ignoró por completo el tono extraño en su voz. Lucas no solía hablarle así.

—Supuse que en tu casa, pero llegué y no estabas.—Continuó Lucas.

Darío se giró y le miró un poco desconcertado.

—¿Esto es un interrogatorio? Porque no he matado a nadie.—Gruñó Darío.

Lucas se quedó mirándolo unos segundos antes de suspirar y pasarse la mano por el rostro, un claro signo de resignación y frustración.

—Lo siento...No sé que me ha pasado. Solo...Me preocupé, no estabas y dijiste que tuviste algo...

—Entiendo.—Sonrió amablemente el de ojos grises.

A Darío no le solía gustar discutir. De hecho, lo detestaba. Hacía las cosas incómodas entre ellos y él odiaba eso. Le gustaba pasar todo el día con Lucas, sentarse a su lado, leerle libros e historias, besarse, dormir, comer...Tenían una gran amistad. Así siempre trataba de que las discusiones verbales que empezaban de poco a poco, se desvanecieran enseguida.

No era tan impulsivo. Trataba de pensar las cosas con calma y ver lo bueno dentro de lo malo.

—Por cierto, ¿qué traes aquí?

Lucas se acercó a La Bolsa que trajo pero Darío se acercó y la quitó.

—Nada.—Dijo el moreno.

Lucas sonrió y forzajearon, el pecoso consiguió La Bolsa y miró el contenido.

—¿Ropa de mujer? ¿Por qué has comprado esto?

—Eso mismo también te tengo que preguntar yo. ¿Por qué también has comprado eso?—Oh, genial. No iba muy bien su plan de no hacer incómodas las cosas.

Para ser honestos, Darío se había percatado de que lo de los besos y demás provocaban algo raro entre ellos: se volvían diferentes, más irritables, más sensibles, más dramáticos...Tal vez no estaban haciendo lo correcto y debían parar.

—Oh...¿La emergencia era espiarme?—Preguntó Lucas.

—¡No! Era otra cosa.—Saltó.

—¿El qué? ¿huir de mi?

Darío se tensó.

—Y-Yo...

—¡Por dios, Darío! ¡Soy tu maldito mejor amigo! ¡Te conozco más que tú mismo! ¿¡Enserio creías que no me daría cuenta!?

Darío se encogió.

—Siempre estamos discutiendo...—Darío no sabía porqué, pero quería llorar.

Lucas siempre era bueno, y aunque se enfadara, siempre lo seguía siendo, pero Darío no soportaba verlo con el ceño fruncido, aúnque así se viera sexy, él prefería ver su sonrisa.

—Una relación que no discute es por falta de interés, y eso implica a que te dé igual lo que hace la otra persona. Aquí no es el caso, a ambos nos importamos, y nos molestan ambas muchas cosas, por eso discutimos.

—Pero...¿no está mal siempre discutir?

—Eres tan tierno, maldita sea.—Lucas le dio un pequeño beso.—Oye...Sobre lo que hacemos...Ya que tú eres el que lee y esas cosas...¿somos gays?

—No, que nos besamos no significa que lo seamos, son labios nada más, ademas a mí me encantan las chicas y a ti también. Es más, el sábado es el día de mi desvirgación.—Darío rió al decirlo.

—¿Has fijado fecha?—Preguntó, un poco asqueado.

—Sip.

—Qué bien. ¿Y sobre la ropa...?

Si Darío se dio cuenta de que Lucas había cambiado rápido de tema, no lo preguntó nada ni lo hizo nada.

—Oh, cierto, tenías razón: huía. Me metí en esa tienda, me obligaron a comprar ropa, así que eso fue lo que cogí.—Explicó.—Las gafas me gustaron.

Lucas miró La Bolsa que estaba en el suelo y miró a Darío.

—¿Puedo quedármela? No la vas a usar, ¿cierto?

—Hum...no. Pero, ¿para qué quieres ropa? Es más, ¿a quién le compraste esa ropa?

—Eso es sorpresa.—Lucas se levantó y cogió La Bolsa.—Nos vemos mañana.

Salió de la habitación y Darío tiró otro cojín a la puerta.

—Idiota.

Pero Darío no se quedaría tranquilo hasta saber.

Y Lucas...Lucas planearía algo muy divertido.

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora