Besos indecentes (1)

Epílogo.

Liam observó como su amigo se colocaba la pajarita negra por 8ª vez.

—Está perfecta. Déjalo ya.

Lucas se giró hacia su amigo, quien estaba sentado en la sofá blanco del cuarto y se acercó.

—Estoy nervioso.

Liam le miró con cara de "no me digas".

—Es normal, aunque bueno, no lo entiendo, lleváis como amándoos toda la vida, ¿qué puede salir mal?

—Que lo secuestren. Como los libros o películas, y yo tenga que ir a rescatarlo y luego casarnos.

Liam frunció el ceño mirando a su mejor amigo. Paranoico.

—Claro, como vosotros tenéis taaaantos enemigos.

Lucas le miró mal.

—O un accidente llegando.—

—Por dios, no digas eso.—Le regañó Liam.—No va a pasar nada, tranquilo. Ya llegó el día que tanto esperabas. Debes estar felizmente nervioso, no negativamente nervioso.

—Tienes razón. ¿Me veo bien?

Liam Rió.

—Como un pincel. —Lucas le miró serio.—Que si, estás divino.

Lucas pensó en cómo se hicieron amigos, es decir, le ganaba por 5 años. Liam era mucho más listo que él, por supuesto. Se había graduado de secundaria y bachillerato mucho antes que todos. No eran de la misma clase, ya que Liam iba a donde "los sabelotodo".

(...)

Darío junto a su madre vestían a los gemelos.

—Deja, yo lo hago.—Grace no quería que se arrugara ni un centímetro del traje del moreno.

—Tranquila.

Les pusieron los gorros y los bebés sonrieron.

—Preciosos.

Grace miró a sus nietos. Eran realmente lindos.

—¿Nervioso?

—Un poco.—Confesó.—No debería, todo saldrá bien.

Grace le sonrió.

—Es normal sentir nervios, vas a unirte con alguien para toda la vida.

—Si.—Darío estaba feliz.

No es que su amor dependieran de un papel que digan que estuvieran casados, pero le hacía ilusión decir "es mi esposo". Casarse.

—Bueno, es la hora. Vamos.—Su madre cogió a Rubén y el moreno a Mateo.

El bebé jugaba con la pajarita azul del moreno.

—Hey, yo te cojo tu corbata eh. No me desarregles, mocoso.—Darío le peñizcó la nariz a Mateo y este Rió.

Era casi tan pecoso como Lucas.

Giró a ver a Rubén, idéntico a Mateo pero con menos pecas. Era más tierno.

(...)

Cuando ambos chicos se encontraron frente a frente, sus corazones latieron fuertemente, parecía como si no se hubieran visto en mucho tiempo. O como si fuera la primera vez.

Ambos se cogieron de las manos y caminaron juntos hacia el altar.

Al llegar, el padre pidió que todos los invitaros se sentaran.

—Queridos hermanos: Estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer Matrimonio ante el Ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida. Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un Sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención.