44.

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Lucas fue acostando a Darío, mientras Acacia a su espalda baja por dentro de su ropa.

Tenía intención de ir a la parte delantera, pero Darío lo detuvo.

—¿Qué pasa?— Sonrió coqueto.

Darío quiso levantarse y el pelinegro frunció el ceño.

Volvió a intentar acariciar su vientre, eso le hacía cosquillas a Darío, le encantaba, pero esta vez el moreno no se dejaba.

Darío lo volvió apartar y se levantó de la cama, dejando a un Lucas confundido.

El moreno no le miró a la cara, solo se dio la vuelta y cerró los ojos con fuerza. Tenía que pensar rápido.

¿Se lo diría o no?

Todos pensamientos nerviosos se esfumaron cuando unos brazos le envolvieron en un abrazo, las grandes manos tocando su vientre, apenas un segundo, sin ser esa la intención que tenía Lucas.

El pecoso solo quería abrazarlo, pero tocó algo que le hizo extrañarse.

El moreno reaccionó rápido y lo empujó de nuevo.

—¿Darío?

Darío estaba asustado, podía irse corriendo, lo cual significa cansarse rápido y que Lucas lo atrape; o podría decirle todo.

—Diría que has engordado—prosiguió el pelinegro.—Solo que está duro. ¿Me explicas?

Besos indecentes (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora