Capítulo 36

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Clem


_¿Qué más puedo decirte?_soplo_ ¿Por qué no lo dejas nada más?

_¡Porque no puedo!_se frota la pulcra barbilla rasurada. Sus ojos marrones reflejan impotencia, y es muy parecida a la mía.

_Has podido por tanto años..._ es irónico que estemos aquí, él y yo, por primera vez, frente a frente, hablando de una relación oculta al mundo, de la que sólo conozco en la voz de mi amigo.

_¡Ya no puedo más!_está frustrado con su debilidad_Dime qué está pasando_ y tan desesperado que me deja lela_. Astor no me responde por ninguna vía y me estoy volviendo loco_ solloza, sin remilgos_ ¡He regresado a esta jungla decadente por él! _¿un poco de su desdén produce esto?Le hubiera servido tanto en el pasado.

_Está en Reikiavik_sus ojos ruedan desorbitados.

_¿Islandia?_me mira con recelo_ ¡Pero si el actorcito ése está aquí, luciéndose con su nuevo amor!

_Se fue hace tres días_encojo los hombros.

_¿Con quién?

_¿Matías, realmente importa?_descubro cuánto resentimiento le guardo todavía_. Tienes tu vida montada y te gusta vivirla así_mi amigo


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está entusiasmado como un adolescente con el gigante virginal ¿Pero, será suficiente para sacar de carrera a su amor entrampado de larga data?_. Ir para adelante con Astor implica una serie de condiciones que él no piensa pasar por alto ¿Estás acaso dispuesto a asumirlo todo?_el rubor mancha sus mejillas y fija la mirada en su frapuccino. El sol resplandece en la terraza del café

¡Si no puede ni dejar de avergonzarse conmigo que conozco la historia por todos sus recovecos, cómo imagina dar un paso más!

_Por él me lo estoy pensando...
Esa era la respuesta que nunca vi venir y me deja pasmada. 

_Pues, buena suerte.


Último día del año. Barranco me motiva a caminar por sus calles, perderme en sus tiendas curiosas, incursionar en cada galería abierta. Escapo de la casa y el silencio sepulcral que han dejado los mellizos. Esta mañana hablé con ellos. Están felices en Galápagos, fascinados con el solitario George, la tortuga gigante de Pinta, los delfines y sus playas idílicas. Bosco ha empalmado perfectamente su trabajo en Guayaquil con fin de año lejos de mí. Cada vez adapta mejor su vida a los inconvenientes de la prótesis provisional. Los niños me cuentan cómo se pone las camisas por la cabeza, los zapatos con pasadores sin desamarrarlos y se vale depega pega en los pantalones. Son felices porque serán los únicos entre sus amigos que tendrán un papá con una mano biónica muy pronto. Una mezcla de IroMan y Lord Vader.

Me engancho en una exposición de arte de instalación. Me quedo maravillada con una que me recuerda la obra de Tomas Saraceno... Inmensos globos traslúcidos suspendidos en el aire.

Hay una pequeña pero deslumbrante muestra de escaleras futuristas que casi flotan... En aluminio, madera, fierro forjado, acero. Me hace recordar la espectacular escalera espiral de aluminio de Michel de Broin en la estación de Montreal. Me encanta el juego de luces blancas y cables de Aldo Chaparro, con reminiscencias de la gran Grimanesa Amorós. Unos insectos gigantes traen a mi mente las arañas magistrales de Louise Bourgeois. Iliana Scheggia con algunas piezas de su Acero y su visón de la inmensidad del universo. El arte me reconforta. Mi gris interior por lo menos ahora brilla como oro blanco, aunque sea mate.

En El Bosque, ClementinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora