Epílogo I

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Epílogo

Casi, casi ocho años más tarde.


Pim


_¡Papi, la luna es una pelota luminosa muy aburrida!

_Y tú debes ser la niña menos aburrida del mundo_teatrizo al lobo feroz y persigo a mi pequeño sol. Ella chilla apurando sus piececitos regordetes en la mansa espuma de la orilla, haciendo volar a todas las aves que esperan religiosamente frenta al mar, por algo de comer.

La pequeñaja es la cereza de la torta. Cero concentración y menos uno de magia creativa. No puedo quedarme convencido con los trazos de la cafetera. Acababa de desechar la posibilidad número cuatro, cuando me he dado cuenta que se me ha escapado una vez más, resguardada por Manchis y Corinita. Cuando recrudezco el aullido, la pareja se atreven a ladrarme y somos una cadena de persecutores. Yo voy por Anaís y este par viene por mí.

_¿De qué sirve una bola si no podemos agarrarla? Me cansé de pintarla nomás.

_No son horas de empecinarte con ese balón_es su obsesión, sobre todo cuando luce tan llena y brillante como esta noche, en un cielo completamente despejado_. Es hora del baño y al sobre.

_Con mami.

_Hoy es con papi.

_¡Con mami!_sigue escabulléndose en la orilla, entre risas eufóricas y ladridos nerviosos. Me resigno a correr tras de ella, una vez más ¿Cuándo llegarán las noches algo más frescas? Aquí el verano todavía no se entera que está en el ocaso_ ¡Sólo con mami!_yo soy su compañero de aventuras. Ana es todo lo demás. Sé que no dejará que la bañe. Mi renacuaja heredó temple y tozudez de Ana mayor. La cargo y la aprieto contra mi cadera_. Sabes, me gusta Dutch porque no tiene palabras con ele_ha comenzado hace unas semanas una terapia para volcarse al sonido erre. La cúspide de

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todos los sonidos de su lengua materna y un problema común en niños de cinco años.

_Somos dos con problemas con esas gemelas insufribles_ llevo viviendo de este lado del mundo nueve años y aún no puedo con ella.

_Tu acento es horrible, papi_le hago unas cosquillas en el cuello_. Para, para..._explota en carcajadas y alaridos. Es su punto débil. Se aferra con sus pequeños dedos a mi índice... Mi punto débil y ella más que lo sabe, desde que nació.

Mi preciosa Anaís puede reflejar más que la luna llena dentro de mí. Aunque su tono de piel es más claro que el de la madre, se broncea maravillosamente. Lo que la convierte en una lugareña más, a diferencia de mí, que siempre seré el gringo colorado en eternas malas relaciones con el señor sol... Sacude su cabellera lisa y oscura, tan Riquelme y me mira, con sus ojazos-Ana, en azul turquesa...

¡Podría saltar al mismo infierno por una de esas miradas!

_Vamos por mami_hoy es viernes De Autor en SaucoMar. Desde que lo reinaguramos, cuatro años atrás, su Eco-Resto no deja de reventar. Hoy le ha tocado experimentar con quinua y erizos, que ha logrado que le despachen del sur.

El bullicio y la luz artificial rompe la apacible noche de luna llena, cuando más nos acercamos a Gezelinda(297), nuestra posada boutique de estilo Neo-Rústico.

Con todos nuestros altibajos, nos hemos hecho de nuestro rincón en el mundo. Ana vendió el depa de San José, Carst financió el resto, en calidad de préstamo, para evitar que vendiera en Ámsterdam. Compramos un vasto terreno al pie de la montaña y a orillas del mar en Órganos(298) y empezamos a construir Gezelinda, a la par que levantábamos su fortín de concreto y techos de eucalipto y paja, colina arriba; la variable Celeste, de lado del rincón donde un día estaría nuestra casa.

En El Bosque, ClementinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora