Preludio

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Un pequeño foco titilante frente a ella le indicaba que la grabación había comenzado. De una lente a unos dos metros de la pared de su habitación surgió su imagen en holograma. Copió sus movimientos y verificó de nuevo, como quien no quiere la cosa, que la luz parpadeando siguiera ahí.

Ahí estaba.

Respiró profundo, después de mirar a todos lados como una costumbre bien arraigada. Lo único que la acompañaba esa mañana era una mochila de viaje de color verde con menos equipaje del que llevó la última vez.

Sería un viaje corto, o al menos tenía esa esperanza.

Habían pasado ya diez segundos. Miró fijamente a su reflejo incorpóreo y comenzó su ritual diario.

"Día 16 desde que Gavin recuperó la audición. Sigo sin tener contacto alguno con él.

No ha llegado al hospital ninguna otra persona con su sintomatología. Después del loco en Verona, no hay noticias.

Aún no sé si se trata de un caso aislado..."

Paró la narración, detenidas sus manos en el aire. Verificó el botón de encendido de la red de su apartamento. Estaba completamente desconectada. La cámara estaba aislada, el circuito cerrado apagado y cada una de las "vigilantes" cubierta.

Se inclinó por encima de su regazo, mirando directamente a los ojos de su otro yo en la pantalla del proyector. En señas pequeñas, casi irreconocibles, finalmente añadió:

"No es un caso aislado. Mis sospechas de que ha sido secuestrado son cada vez más firmes.

Esta noche parto a Eslovenia. Si alguien encuentra esto, espero estar aquí para confirmarlo. Y si he desaparecido, que quede como afirmación que no ha sido voluntario.

Buenas noches."

La luz de la grabación se detuvo y finalmente durmió. La proyección desapareció en el aire después del comando de señas porque a pesar de ser las seis de la mañana, se entendía por un hecho irrefutable que alguien dormía durante la noche.

El circuito volvió a funcionar. Las cámaras se desperezaron con parsimonia, pequeños puntos negros colocados en la puerta y sala del apartamento. Ella había pedido expresamente estar fuera de vigilancia de por vida, aunque las cámaras tendrían que quedarse. Habían argumentado asuntos de seguridad durante la larga tarde en la que compró aquel sitio.

Tuvo que aceptarlo, aunque a esas alturas seguridad era lo que menos tenía.

Sabía que la vigilaban, y muy de cerca.

Tenía esa sensación permanente de ser perseguida dictándole no dormir, no hacer cosas sospechosas. Abrir y cerrar las cámaras. Mirar dos veces a cada lado y sobre todo, nunca hablar. Tener en mente que jamás había pasado nada. 

Eso no era algo que le costase mientras miraba su holograma guardar la bitácora cada mañana antes de seguir su turno en el hospital. No le había dicho a nadie de su viaje con Gavin, y como éste no había regresado con ella a Catzala.

Nadie lo notó.

Sin padres ni familia que preguntase por él, sus amigos más cercanos habían hecho distancia desde la universidad. Sólo quedaba ella. No dijeron nunca que habían ido juntos, lo cual significaba que nadie iría a preguntar a su casa por el paradero de su mejor amigo. Estaba desamparada, esperando que en cualquier momento un cuerpo policial atravesara la reja de la calle para dar con ella.

Las cuentas de Gavin seguían siendo usadas en Europa. Una comida rápida, dos noches de hotel. Idonne lo sabía, vigilaba cada movimiento en su CID. Él seguía en Verona.

Toda serie de pensamientos atravesaban su cabeza mientras enviaba el mensaje del día.

"Estoy en casa Gavin, ¿y tú? Necesito saber. Tu gato se está quedando conmigo, si no respondes tendré que dejarlo solo para volver por ti. No quieres que Miku muera. Yo tampoco.

Responde. Por favor"



Las cápsulas viajaban por railes bien organizados en sincronía perfecta por toda la ciudad. La que pasaba por ella siempre llegaba tres minutos antes de las siete, siempre a tiempo para su turno en el hospital que comenzaba a las siete y treinta. En su primer mes de trabajo nunca había tenido un retraso.

Ella no lo sabía, pero en la capsula siempre sonaba una canción olvidada de hacía más de trescientos años cuando todo eso parecía una utopía redactada en los sueños de los más visionarios. La melodía sonaba confirmando una de aquellas sospechas humanas. Aunque no había nadie para escuchar, ella existía. Hablaba de contar leyendas de un cometa que llamaban Halley.

Nadie lo recordaba, así como tampoco sabían qué era lo que escuchar se sentía. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora