XXXI

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Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar cuales serían sus nuevas obligaciones cuando una mano la llevó a lugares conocidos. No supo cual de las dos gemelas misteriosas era, pero la reconoció por aquellas trenzas que llevaba a cada lado de la cabeza. Seguía sin entender mucho de ellas, pero poco le importó cuando llegó a una sala que no había visto antes, donde estaba la chica que le recibió el día que había llegado al MK-U. Ella servía en la cocina aquel día, pero sabía que su tarea al día siguiente sería en el campo, como las rotaciones normales de personal en cada área.

Comenzó a tener una conversación amistosa y coreografiada con la gemela de las trenzas, que terminó con un saludo a ambas que en cualquier lengua sería entendida: "adiós"

—¿Entonces quieres que te asignen lugares?

Idonne se encogió de hombros. En realidad, no sabía lo que quería.

—Todo lo que sucede aquí es aleatorio a menos que haya servicios especiales. Se asignan los papeles por semana.

Tenía las manos llenas de harina. Al notar sus dedos, sonrió y se dirigió al grifo, dirigiéndole un gesto divertido. Idonne se había comenzado a encariñar con aquella chica.

—¿Cuándo toca reinicio?

—Estás de suerte —completó Clara— hoy mismo. Tu nombre va a ser asignado.

—Kahleena no me contó qué es lo que te han dicho.

—No estaba en la reunión, así que no lo sé.

—¿Lucian te digo algo?

—Tendré que salir en tres días, a la... ¿base?

Notó como la mandíbula de Clara se hubiese proyectado hasta el suelo después de aquella revelación. Sus manos se quedaron en gesto de admiración, con los hombros encogidos sin dejar rastro de su cuello lleno de pecas. Idonne sonrió, no sabía si por incomodidad o por lo gracioso de su expresión. Todos ahí tenían una clase de falta por contacto social externo que la chica le parecía a su manera, divertido.

—¿Es en serio?

—Sí.

—Es genial, ¿sabes? Supongo que te irás pronto.

—¿Por qué lo dices?

—Ya te han dado permiso de salir, ahora te han dado permiso de participar y has entrado a la verdadera Rendija. ¿Les dijiste lo del papel?

—Pero... ¿qué es el código?

—Sencillo. La mujer que te dio la identidad falsa la utiliza para entrar por la rendija. Pronto te enseñarán como usar el rastreador del CID a la inversa, pero para eso primero tienes que entenderte con alguno de los niños que juegan en el patio.

—¿Pero qué...?

Aquella información tomo a Idonne desprevenida. La sonrisa de la chica se ensanchó

—No experimentamos con la gente, Idonne. Es solo que ellos jamás han sido registrados, y los CID que han sido desechados tienen un chip.

—Cuéntame más —Idonne inclinó la cabeza con gesto de súplica. Aquello divirtió demasiado a su interlocutora.

—El chip se inserta dentro del brazo, cerca de los nervios y venas para conocer tu estado general, pero eso es algo que ya conoces, ¿cierto? —asintió en respuesta— cuando lo pones cerca de una arteria principal, aun de forma que no sea por dentro de la piel, llega a reconocer los datos "vivos" de una persona. Pero no hace parte del ADN.

—¿Si un niño usa eso?

—Significa que alguien vuelve a la vida por algunos minutos, Idonne. Y puedes navegar por la parte más baja de la rendija con otra identidad.

Entonces fue que lo entendió. Anastasia asistía seguido a la cúpula para desplazados de Graz a jugar con los niños, encontrando en ellos la forma perfecta de entrar a la parte más oscura de la rendija con una identidad perdida, que no le había pertenecido a nadie. No era de la élite, era una mujer infiltrada en el sistema con todos los datos posible. Un escalofrío le recorrió la espina, tratando de entender de dónde habría sacado aquel CID desde el que se conectaba, así como su respectivo chip. No tardó tiempo en encontrar las preguntas correctas.

—¿Si alguien lo arranca siguen con el mismo nombre?

—Claro que no. Bueno, de cierta forma. Alteran el sistema de funcionamiento del CID, insertan una nueva identidad y como no hay ADN registrado, al ente le parece bien, y como solo aparecen algunas veces, son completamente invisibles, no puedes dejar rastro. Estarás bien.

—¿Van a dejarme entrar?

—Parece que sí, a cambio de la comida.

—¿Qué tengo que hacer?

—Parece que todos los que hablamos la común tenemos que cargarte como saco.

Idonne entendió que aquello era una broma, una que no supo como tomar. Decidió no hacer ningún comentario al respecto.

—Entonces. Al despedir el día se hace el reparto. Aquí usamos números, para acortar las cosas. No entenderás demasiado. No se hace en la común —la joven se encogió de hombros, tratando de encontrar palabras para poder decir algo. No había nada en su mente

—Y debes saber —terminó agregando Clara— en tres días te tocará dirigir, así que tienes trabajo por hacer.

La pecosa le guiñó el ojo a Idonne, dejándola perpleja bajo una lámpara que se encendió al momento en el que se retiró de la habitación, mostrando un gran pergamino recubierto a sus pies por un cristal impenetrable empotrado en el suelo, en el que se mostraban las reglas a seguir.

Idonne se puso de rodillas, y antes de orar, comenzó a estudiar, esperando que todo saliera medianamente bien. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora