Silencio

XLVIII

"Y todo miembro perteneciente a los grupos de mando, debe permanecer conectado a la ubicación que ofrece el CID todo el tiempo, a causa de emergencias y la necesidad de su presencia en las cámaras representativas de su región.

Tiene libertad para pasar en las redes de navegación correspondientes a la rendija para tratar asuntos de suma importancia y privacidad. Es una vía rápida y accesible de comunicación para todos los miembros pertenecientes a las fuerzas estatales.

Cualqier información transmitida por este medio es completamente destruida tras ser compartida, sin dejar rastros ni huellas del indiviuo por su paso en el ella, así como los datos compartidos.

De igual manera, para evitar problemas que puedan tener repercusiones globales, la cámara central del gran ente e inteligencias artificiales evalúan el contenido de sus mensajes antes de ser enviados. Toda su información es resguardada y verificada.

Puede sentirse segura."

Cada página que avanzaba sobre el documento digital le llenaba la cabeza de más y mas preguntas, haciendo que se confundiera incluso por lo que estaba viviendo, tratando de reconocer en donde habían acabado las mentiras o las realidades que envolvían a cada uno de sus pasos.

Había dejado la lectura desde el primer día. Había vuelto a ver a la mujer amable que siempre la esperaba en el piso de enfermeras, muchos días después de regresar a sus actividades. Ella solo había atinado a abrazarla sin cruzar una palabra. La señal de duelo seguía activa, y casi todos seguían comentando el por qué sobre la desaparición de Gavin, haciendo que Idonne se sintiera intranquila cada vez que caminaba por los pasillos del hospital, notando como las miradas le seguían desviando los ojos.

Decidió retirar su advertencia en cuanto cumplió una semana, el mismo día en el que el caos se desataría. Se comenzó a hablar de una serie de suicidios en Alemania, Francia e Inglaterra, sin ninguna relación entre si, ni siquiera entre los mismos fallecidos, cuyo perfil indicaba a ninguna parte, con niñas, niños, adultos, jóvenes, hombres y mujeres como víctimas por igual. Las palmas de las manos de Idonne se humedecían cada vez que pasaba frente a las pantallas proyectadas en las salas de cuidados a las que tenía que asistir periódicamente para revisar su funcionamiento.

Prefería ayudar a cuidar a los pacientes, tratando de ocupar su cabeza en otras cosas que no fuera aquel documento que la asolaba una y otra vez, siempre que volvía a su oficina. Y ahí estaba de nuevo, tratando de comprender a todas las cosas a las que había renunciado, pensando que algo más seguía sin encajar en su búsqueda.

Seguía desviando el tema cada vez que su padre le hablaba de Gavin y de la carta que había dejado antes de suicidarse. Ella se había mostrado reacia, completamente absorta en sus propios problemas, dejando aquellos asuntos para el momento en el que el plazo llegara, y esperaba que eso no sucediera pronto.

Hasta que pasó.

Había llegado al hospital por la mañana, mucho mas temprano de lo que tenía por costumbre, tratando de pasar un rato por la sala de cuidados intensivos. Desde la muerte de su madre prefería pasar el tiempo con aquellos que sospechaba que ya no les quedaba demasiado, pero para ello tenía que cruzar por el arribo de las cápsulas de emergencias, para no cruzar por la puerta principal y tener que hacer registro de su entrada.

Dejó pasar el tiempo sentada en uno de los sillones de la sala de cuidados intensivos, sabiendo que todos los pacientes estarían dormidos a aquellas horas, esperando que la mas mínima muestra de movimiento le hiciera salir a buscar algo para hacer. Sin embargo, sus horas de entretenimiento se oscurecerían en segundos.

Una joven pareja llegó en una de las cápsulas de servicio de ambulancia directamente a la sala de emergencias. Llevaban un niño de no más de ocho años con las orejas sangrantes. Tenía el rostro pálido y las manos ensangrentadas, con la mirada perdida en cualquier sitio, pero ningun punto en específico.