XV

509 99 10
                                    

Esperó a que el nudo en su garganta se fuera disolviendo a medida que arreglaba las cosas en su nueva habitación en los próximos días. Era el antiguo cuarto de Lucas, aquel donde había vivido hasta graduarse de la escuela de medicina, después de la última vez que dejó su casa con promesa de volver algún día, cosa que no había sucedido.

Tenían una transcripción en la pared de las últimas palabras que les había dicho a traves del CID antes de arrancarse de aquel tipo de vida. Desde entonces, el gobierno se había encargado de bloquear las cuentas de Lucas para que sus padres no tuvieran acceso a su patrimonio guardado. Al no tener oportunidades con el CID, las personas que vivían fuera del sistema hacían todo bajo el agua, procurando no tocar aquellas finas lineas de control poblacional con peligro de tratar de ser reingresados.

La diferencia de haber nacido sin registro a decidir salirte de él era una afronta contra el sistema que preferían mantener en silencio. El gobierno no contaba nada sobre las personas que vivían fuera del sistema, pero aquellos que se salían por decisión propia eran fuertemente perseguidos.

Tenían cierta clase de indulgencias con la familia de Lucas, a pesar de haberse pronunciado durante gran parte de su vida contra el sistema, les dejaron conservar sus posiciones sociales a cambio de no ir a Verona nunca, ni tratar de buscarle. Su única forma de ayudarle era mediante aquellos intercambios de papel que reciclaban una y otra vez en una conversación de dos sentidos.

Por eso era que las últimas palabras de Lucas estaban dibujadas en la pared con cualquier material que tuvieron a la mano, incluyendo tinturas rudimentarias que con el tiempo habían caído de los adoquines, pero se resistían a ser borradas.

"No quiero que piensen que no los amo. No lo olviden nunca. Es gracias a ustedes que he tomado esta decisión. No quiero vivir más en un mundo donde vivir significa llevar cadenas de colores. Por favor, perdónenme. Y gracias por hacerme quien soy."

Minutos después les habría llegado la alerta de signos vitales de Lucas, pero el aviso era demasiado violento a comparación del de un deceso.

Sistema desconectado. Su hijo será reconsiderado para tratamiento de reasignación social. Considerado como un renegado.

Y la alerta de aceptación de términos estuvo en sus manos, cargándola a todos lados con orgullo y a la vez dolor. No volverían a ver a Lucas, pero no sabían si seguir sin aceptar la decisión. A final, decidieron terminar con el registro, para cuando el vecindario entero sabía la verdad detrás de la desaparición del doctor Lucas.

--¿Y cuándo llegó el bloqueo? --preguntó Idonne a la mujer que le estaba ayudando a instalarse. Su esposo estaba trabajando con la cocina.

--Casi inmediatamente. No teniamos que conspirar para encubrirlo, y desde entonces no dejaron de vigilarnos. Es la única desventaja que ha llegado de la decisión de Lucas.

--¿Y ustedes no se le unirían?

La mujer sonrió con amargura.

--No querida. Es difícil tratar de sobrevivir a nuestra edad sin los servicios básicos. Y vivimos bien. Aquí en la ciudad la gente no es muy fanática del control, como puedes saber.

Idonne se encogió de hombros, sacudiendo el polvo que cubría una encimera que se movía con una serie de botones que no terminaba de entender. Se sacudió las manos, volviéndose a Agnes.

--Si vuelvo a Verona prometo que verán a Lucas.

--Las transmisiones con él son imposibles. Lo hemos pensado, pero no queremos que sepan dónde está.

--Pero lo saben, ¿no?

--Si se meten al panal, los picarán las avispas. Es mejor que le dejen en paz --La anciana sonrió mientras hablaba—tiene buenos amigos, no le hacemos daño a nadie, ni ellos. El problema es que salga de la cúpula ahora que tú has estado con él. Pronto lo olvidarán.

--¿Y si lo llevan a reinserción?

Idonne notó la sombra de la duda pasar por los ojos de su anfitriona.

--Bueno, ¿qué le podremos hacer? Lo van a castigar, le pondrían el chip de vuelta y lo rebajarían de clase hasta que mi esposo y yo muramos. Y tal vez entonces le den nuestros privilegios.

--¿Cree en la reinserción? --preguntó Idonne notando la vibracion en su muñeca, avisando de un nuevo mensaje en su bandeja.

--Sinceramente, no. Creo que lo matarían antes de volvernos a ver --La mujer dirigió la vista a su CID con curiosidad-- Tú sí tienes alguien más de quien preocuparte, ¿cierto?

La joven suspiró, asintiendo.

--Bueno, entonces será mejor que me vaya y sigas con tus asuntos, guapa.

--Muchas gracias.

--Por cierto, ¿vas a comer aquí o vas a ir a buscar allá afuera?

--Dije que me iría hasta el anochecer.

--Mantienes tu palabra, ¿eh?

Idonne sonrió agachando la mirada.

--No tengo otra opción.

--Eres terca, muchachita –se alejó, y antes de atravesar el umbral de la puerta le dirigió una sonrisa de complicidad—me agradas.  

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora