XXXVI

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Costó mucho más de lo que creía el organizar la expedición, pero antes tenía que volver a la rendija, esperando encontrar antes de que el sol desapareciera en el horizonte algo más de información, ya que esos serían sus últimos momentos dentro de la cúpula del MK-U.

Habían tomado su nombre como una clase de rebeldía en contra del sistema que controlaba a todos allá afuera, tomando como siglas las iniciales de un experimento de control mental de parte de las grandes potencias mundiales antes de que todo lo que existía se fuera al olvido. Habían cometido atrocidades en el supuesto honor a la ciencia que tanto respetaban, buscando encontrar una forma de imposibilitar a las masas para estar en contra del orden impuesto, volviéndolos seres indefensos, completamente expuestos a los designios del gran ente.

Algunos dentro incluso sospechaban que la razón de la pérdida del oído había sido todo orquestado por ellos, en un intento de crear un sistema capaz de controlarlos a todos, y dejarlos sin decisión.

Idonne sabía, casi por todo lo que había aprendido después de sus años de investigación que esa teoría era más una mentira piadosa en la que se habían sumergido, queriendo culpar a otros de cosas que simplemente habían sucedido, aunque, estando dentro de la rendija con Xavier al lado y AnnaLiss prestándole toda la atención del mundo a su rostro, qe intentaba mantener inexpresivo; dudaba de todo lo que sabía.

El sistema falló.

Fue repentino. Las luces bajaron su intensidad y el CID que tenía idonne en la muñeca comenzó a parpadear de manera intermitente. Los rostros de los asistentes del cuartel se tornaron en una pizca de curiosidad, aunque tenían más miedo que de costumbre.

La inquietud se había instalado en cada uno de los corazones en la sala cuando arribó la mujer que presidía el día, con una enorme caja de color negro en brazos. La bajó al suelo para saludar.

--¿están listos para salir?

--¿Cuál es el plan? –preguntó Idonne, tratando de retirar la vista de su pantalla.

—Salen a la media noche

Detrás de ella aparecieron las dos gemelas, una con lágrimas en los ojos, y la otra con la mirada desafiante, recorriendo la habitación en una sola vista. Sintió rápidamente la atención de Idonne y le devolvió el saludo, cambiando su semblante a uno más amable. Algo en ella le incomodaba, pero estaba bien.

—¿Qué pasó con el sistema? —siguió Allie, levantándose del suelo de la mano de Xavier.

—Nada que deba preocuparles, suponemos que es otra de las pruebas que están haciendo afuera.

—¿Cuántas horas tiene el camino? —siguió la niña.

—Van a ver el mapa. Es único en papel. No hay otra forma de llegar además de la que marca —sabía que no había respondido a la pregunta de Allie, y al ponerse de rodillas frente a la caja, suspiró— Entre una y dos horas.

—¿Cuántos kilómetros? —preguntó Idonne.

—Eso es algo que no sé. Pero irán solo ustedes cinco. Los padres de Xavier no volverán —contestó con gesto solemne, sorprendiendo a todos en la sala— ellos se quedarán allá.

—¿Volverá alguien más? —la dirigente asintió, dándole espacio para preguntar— ¿Cuántos?

—Tres, o cuatro. Quizá. Tienen que volver antes del amanecer del jueves.

Una mano se alzó desde el fondo de la sala. La joven dio una cabezada, indicando hacia el hombre que les llamaba con cuatro dedos alzados en el aire. Ahí tenían su respuesta

—¿Alguien va a quedarse en mi lugar?

—Sí —siguió Allie— probablemente César. El Supremo no lo ha decidido. Será por la noche.

—¿Todo está bien con él?

Justo después de la pregunta, el sistema volvió a la normalidad, y la tensión en el ambiente comenzó a desvancerse. Todo tenía que estar listo para la comunicación final. Sus datos estaban siendo enviados al cuartel externo, que estaba en otro poblado escondido fuera de Múnich.

Irían a pie, sin levantar sospechas, pasando por aquellos senderos sin cámaras y separados por un espacio de tiempo de algunos minutos, en parejas. Con Idonne al frente. Si eran detenidos por los oficiales, se entregarían. La cuestión era que volvieran con información del exterior, ayudando al equipo de conexiones y recargaran provisiones.

Era una cuestión de rutina que tenía un componente extra, los constantes fallos en la rendija. Cuando la líder se fue, dejando a la gemela que no tenía los ojos llorosos dentro de la sala, con la caja del mapa, Idonne hizo a un lado su trabajo de investigación. Tomó a AnnaLiss de la mano y la llevó detrás de las pantallas, en un rincón en el que nadie pudiera prestarles atención.

—¿Por qué vas tú si...?

—Yo ya he conocido allá afuera. Es solo que debo volver.

—llegaste muy pronto aquí, ¿cierto?

Idonne recibió una cabezada como respuesta.

—¿Qué es lo que está pasando? ¿No se supone que las salidas son habituales?

—En realidad, no. Se sale en medida de lo posible hasta el final de la calle cuando se dejan reposiciones y nuevas cosas del exterior. A veces ni siquiera tenemos que salir y el equipo es el que viene acá.

—¿Entonces por qué nosotros vamos ahora?

—Ellos tienen problemas, pero no han dicho cuáles.

Idonne se cruzó de brazos, tratando de descifrar lo que estaba sucediendo.

—No creas que será peligroso.

—¿Vas a quedarte allá?

—El tiempo suficiente para entender qué es lo que pasa.

No cabía en la conversación un "por qué" Allie era la persona más preparada dentro de la rendija, añadiendo que igual era la más joven de todos los que trabajaban ahí.

—¿Ellos te traerán de vuelta?

Se encogió de hombros.

—O quizá empiece a vivir afuera.

—¿Te reintegrarías?

—Jamás.

—¿Qué es lo que sucederá con los padres de Xavier?

—Probablemente busquen la reintegración para vivir el resto de sus días bajo un techo.

—¿Crees que sea justo?

—Solo creo lo que es necesario —le dio unas pequeñas palmadas en la espalda que le dolieron en lo más profundo— deberías empezar a hacer lo mismo.

Y se fue. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora