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Decidió correr hasta la casa de sus anftriones. Ambas puertas, la del jardin y la principal estaban abiertas de par en par. Idonne sintió como su corazón se aclerraba de repente, añadiendo su slatidos freneticos a los de la carrera y decidió esperar, con una oracion a cualqier ente existente que la pareja estuviera bien, que no hubiera salido por ahí a buscarla, o peor aun que nadie hubiese estado ahí buscandola a ella.

Anduvo por cada una de las habitaciones, esperando alguna señal de que ellos estaban cerca. Pero así como no habpía rastro de ellos, tampoco lo había de alguna pelea, confrotación o robo. La casa estaba con sus usuales luces azules que indicaban que todo estaba en orden saliendo desde detrás de cada una de las cámaras apostadas en los rincones más escondidos de las habitaciones.

Idonne respiró, sentándose en el sillon de la sala, esperando que todo estuviera bien. Decidió cerrar las puertas, revisar cada rincon. No tenía caso salir de aquella casa sino esperar alguna noticia de alguien que llegara a por ella. Tenía miedo, pero algo más de cansancio. Fue corriendo al cuarto de baño y se cambio de ropas, buscando pasar desapercibida entre la multitud, y aun más, añadiendo el gesto de desaparecer bajo la escalinata que a aquellas horas de la mañana estaría llena de turistas ansiopsos por encontrar la mejor vista de la ciudad.

El agua calliente le ayudó a darse cuenta del esplendor de cada una de sus herdas, cuidadosamente infundidas para no hacerle daño evidente, pero si el suficiente como para hacerle arrepentierse de presentarse en casa ajena sin aviso. Entendia que lo que los había movido era el miedo, no la violencia. Quizá eso era lo que les diferenciaba de los animales.

Idonne notó como las luces en el cuarto de baño cambiaban de color al verde, indicando que alguien había entrado a la casa. Quizá fueran los dueños. Ella esperó mientras se abrochaba los zapatos. Nadie sería capaz de sacarla arrastrando de ningun lugar sin zapatos.

Para su suerte, la figura pequeña que asomó a la habitacion era nada má y nada menos que la madre de Lucas.

--¿Dónde te habías metido, cabezota? --después del regaño, la abrazó con fuerza, haciéndole recordar cada uno de los golpes que habían sido repartidos por su cuerpo. Apretó los dientes, devolviendo el cariño con la mayor sutileza que pudo.

--Sali a dar unas galletas, y tuve que pasr ahí la noche, perdón por no avisar.

--¿Y no te hicieron nada? --el hombre apareció por la puerta de la habitación-- siempre debes de tener cuidado por sos lugares.

--¿Cómo saben a quien le lleve galletas?

--¿Quién gastaría tantos lujos para comerselos solo?

Idonne no entendió como aquella lógica era válida, pero podía entenderlo como una costumbre bien aprendida.

--Pero el caso es que estoy bien. Igual que las niñas perdidas.

--¿Estaban ahí?

--Sí, al menos eso me han dicho. Yo no las he visto cuando he despertado, pero voy a volver a buscarlas.

--¿Y nadie había ido a ver si es que estaban por ahí?

--Probablemente nadie las estaba buscando en realidad.

--¿De qué hablas?

--De algo que no se puede decir aquí --Idonne levantó los ojos a la cámara que les miraba permanentemente, impenetrable, y le dirigió una señal no muy amable.

Salieron al parque, caminando casi sin rumbo ni dirección. Solo querían despistar. Habían estado conversando entre toques, papeles y gestops bien disimulados a lo largo de todo el camino. Habpían evitado usar una de las cápsulas, sabiendo que sus gestos quedarían resguardados ante la mirada del ente que todo lo vigilaba.

Desayunaron también en el centro. Se enteró de como los padres de Lucas habían salido antes del amanecer a buscarla por las calles de la ciudad, y con las prisas no habían cerrado las puertas, pero poco les había importado. Ahí nadie entraba a las casas ajenas sin sere invitado. En cuanto Idonne había reconectado su ubicaciíon, había caido en cuenta de que estaba volveindo a la casa desde el callejón de la escalinata. Y armaron las piezas, para llegar a sorprenderla.

Ella no pudo terminar de contar todo lo que había pasado la noche anterior, esperando no asustarles para que le siguieran el plan. Idonne estaba casi segura de que la madre de las niñas estaba detrás de su desaparición. Era cuestión de encontrar el por qué detrás de aquel acto tan extraño, y estaba dispuesta a no levantar más sospechas.

A medio día se encaminó de vuelta al callej'pon, donde se fundipo con la roca que decoraba el paredon donde se recargaban los escalones blancos.

Le esperaban un grupo de niños que le miraban con ojos de deseo. El corazon de idonne se encogió sabiendo que esperaban algo mas de ella, alguno de aquellos inesperados regalos. Prometió para sus adentros que si volvía, lo haría con algo más que ideas locas.

No había apagado su ubicación. Estaba buscando a las unicas personas ahí dentro además de ella que tenían un CID en su posesión. Las encontró m,ás rápido de lo que creía. Aquel grupo era más pequeño que el de Lucas. Eran alrededor de unas treinta personas, contando a los niños que eran más de una docena. En el corrillo de pequeños jugando a cosas que idonne no entendía, destacaban un par de niñas más altas, y menos delgadas que el resto.

Estaban limpias, tenían ropas nuevas que parecían haber empezado a compartir con otros, tan solo por la forma en la que les quedaban, pantalones enormes a comparación de sus pequeños cuerpos.

Las miró durante un rato, tratando de no asustarlas, hasta que la más pequeña se acercó a Idonne.

--Nos dijeron que nos estabas buscando, que te esperaramos aquí.

--¿Por qué no han ido con su madre?

La pequeña miró en dirección a su hermana, que al notarla se acercó, separandose del grupo.

--Ella nos envió acá.

--¿Por qué? ¿Hace cuánto fue eso?

--No sabemos hace cuantos días.

--¿Y les apagó la ubicación? Ustedes son muy pequeñas como para hacerlo.

Los niños no tenían activada la opcion de controlar sus rastros, a menos que sus padres los dejasen hasta los quince años, donde comenzaban a formar parte del grupo "autónomo" de la sociedad, y tenían oportunidad de ascender en la escala social.

--Sí.

--¿Por qué hizo eso?

--Se empezó a sentir mal. Decía --intervino la mayor, a espaldas de su hermana-- tenía dolores de cabeza. Quería que nos fueramos, pero no tenemos familia cerca.

--¿Y su padre?

--Murió.

Entonces Idonne entendió todo. La mujer a la que tenía que salvar no estaba frente a ella.  

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora