XXXIV

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Apenas ingresar a la rendija, saltó frente a sus ojos el espacio de integración del código que le había sido entregado. Todo en aquella ventana era tan arcaico que sus ojos nos e acostumbraban del todo a la simpleza de las letras, fuentes y formato de la página. Esperaba que todo fuera más sencillo de lo que parecía, aunque sus plegarias serían ignoradas.

Siguió esperando a que la red, infinitamente mas lenta que el internet normal, lograra acoplarse a la velocidad que necesitaba, cosa que evidentemente no sucedería. Decidió voltear la mirada al par que jugaban animados en el suelo, dándose cuenta que en efecto era la juventud de la que gozaban lo que l servía de desespero. Supuso que Xavier jamás había conocido el exterior, y se maravillaba de tanto que los segundos que pasaba no se le hacían eternamente monótonos.

Cuando la página finalmente cambió a una plataforma de bienvenida a la red, Idonne logró encontrar los botones de búsqueda para las funciones que necesitaba, difícilmente accesibles con toda la penumbra que reinaba en el centro de operaciones.

Esperó contando cada segundo, con el incesante bamboleo de sus pies, hasta que la pagina que buscaba se abrió ante sus ojos, algún compendio de blog que abría con la pregunta: "¿Alguien tiene problemas para dormir?"

Seguido de algunas de las búsquedas del historial de su anfitriona, Alegría, aquella que en la vida real llevaba el nombre de Anastasia. Mientras seguía bajando por la pantalla notó cientos de búsquedas con: "Problemas para dormir" "dolores de cabeza" "molestia general" "dolor de oídos" y la más importante, aquella que Idonne había tardado tanto en formular: "¿Cómo se siente escuchar?"

Esa era la última búsqueda que se había realizado desde la posición de alegría, un día después de que Idonne hubiese dejado Graz, y abría hacia un blog con las explicaciones medicas que ella misma había leído.

Lo que más le incomodaba era ver las estadísticas crecientes de personas en cada una de las notas que tenía abiertas, notando como confluían decenas y decenas de entradas y salidas de uno a otro, y aquello no podía ser simple casualidad.

Volvió a la primera pantalla, notando como esta se había seguido actualizando los últimos días. Era una clase de segundo filtro, esa que proyectaba las paginas de uno o mas de los niveles por encima en el que ella manejaba. La página a la que había entrado alegría era de esas que la élite utilizaba con normalidad, en ese rincón donde suponía podían entrar todos los miembros de clase A con más privilegios y buenas relaciones. Directores de escuelas, empresarios y dueños de algún servicio o líderes de cualquier comunidad.

Había sido una pregunta común durante las últimas semanas, siguiendo a las anteriores, acompañando sus pensamientos de una constante alerta que de igual manera les mantenía despiertos por la noche.

El insomnio también había sido común en Gavin, esa sensación de estarse revolviendo por toda la cama tratando de entender que era lo que sucedía dentro de su cabeza, tratando de cubrir sus orejas esperando que el ruido bajara para permitirle descansar.

Sintió como su corazón se deshacía en mil pedazos cuando el nombre de una madre desesperada apareció sobre un comentario desgarrador: "Mi hijo comenzó a quejarse hace varios días de esos dolores. No podía dormir. Regresaba de las calles muy de noche, y el último día que le vimos había regresado a casa con los oídos ensangrentados. Si alguien sabe algo de lo que está sucediendo, ayúdennos por favor"

Y un día después, el mismo comentario había sido actualizado con aquello que le cristalizó los ojos: "Lo encontraron muerto. Dicen que ha sido un suicidio, pero yo no lo creo. Por favor, si alguien sabe que es lo que está sucediendo, dejen de mentir"

La cuenta de la madre había sido cancelada después. Idonne lo notó al tratar de acceder al perfil con nombre extraño al que estaba enlazada la historia que le había roto el corazón. Supuso que estaban tratando de calmar los incendios que estaban cobrando fuerza en el subsuelo, para que no lograsen quemar en la superficie dañada, que poco a poco se iba llenando de más historias para las que un blog se había dedicado por entero.

Era un poco más refinado que el resto. En cuanto lo notó, supuso que vendría de un lugar como aquellos, como esa base de información en la que se encontraba. Era una recopilación de todos los anuncios de desaparición que habían tenido lugar en la última semana en algunos poblados pequeños del norte de Irlanda.

Se sorprendió al darse cuenta del alcance que aquello había tenido.

Un escalofrío le recorrió la piel al pensar que todo se trataba de una enfermedad, probablemente incurable, que daría unos momentos de incertidumbre antes de arrastras a sus víctimas hacia la locura.

Casi quería creer que la mejor posibilidad era la que había planteado días atrás al aterrizar en Paris, que su mejor amigo hubiese sido secuestrado, y que su mayor peligro era algo con lo que los humanos vivos podían tratar: Otros vivos.

Sin embargo, todo aquello le dio una sensación de repulsión y quiso vomitar.

Después de correr al servicio más cercano para vaciar el contenido de su estómago mezclado con la bilis más amarga que hubiese saboreado de cualquier manera en toda su vida, fue incapaz de responder a la pregunta expectante de los ojos del niño que la habían seguido hasta quedar ante la puerta que le impedía el paso.

Aquello era un secreto que debía guardar, la mísera posibilidad de que toda la humanidad estuviera en inminente peligro, uno que solo ella conocía. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora