VI

1.1K 172 45
                                    

Todo comenzó en China.

No sabían decir si a principios del siglo XXI, mediados, finales. Aquel había sido el siglo del caos, manifestándose en cada esquina como fantasmas invocados aquellos jinetes del apocalipsis que casi nadie creería que saldrían de la ficción.

El pequeño país comenzó a hacer temblar las raíces estructurales de las potencias mundiales con su crecimiento exponencial, que poco a poco fue sumiendo en una espiral a la economía del globo camino a sus raíces.

Se habló mucho del "Gran hermano" un ente ficticio de un libro que ya nadie recordaba. Ahí comenzó todo, con las primeras tarjetas de identificación digitales. Cartillas de buen comportamiento y métodos de pago electrónicos universales. Nadie estaba solo, nadie estaba libre.

Estados Unidos con su búsqueda incansable por las libertades individuales comenzó una nueva guerra fría, que eventualmente perdió. El potencial del CID perforó las mentes de cada gobernante, pasando por alto las alarmas de la ONU hasta que, durante su disolución en el 2100 ya todo ser humano era registrado en la base de datos de Identificación Ciudadana Digital, siglas que fueron cambiando con el dispositivo insertado en la piel de cada ser humano.

Ahora todos portaban un rastreador atado a la muñeca unido a sus cuentas bancarias en todo el mundo. El potencial de aquellas cadenas era inmenso. El dinero en moneda había desaparecido cuando todos comenzaron a ser recompensados de acuerdo a su grado de escolaridad, su potencial en redes y su comportamiento. A diario el CID revisaba tus movimientos, niveles de sustancias en la sangre y gestos específicos en conversaciones —aunque algunos gobiernos aun negaban aquello— y en base a tu puntuación global, obtenías créditos. Para conseguir un apartamento, acceso a mejores servicios de salud, educación.

En cambio, si obtenías alguna puntuación negativa comenzabas a ser relegado a "espacios de reinserción" bastante mal parecidos a los campos de concentración de Hitler —nombre que nunca pudo borrarse del colectivo— donde familias enteras hacían trabajos forzados de mantenimiento y servicio en las calles. Vivían en condiciones deplorables sin acceso a agua potable ni educación. La reinserción era una falacia en un mundo muy apretado.

Cuando todos terminaron por acostumbrarse, la Tierra entera se había convertido en una utopía. Los seres humanos son animales prácticos.

Pórtate bien, o muere.

Idonne sabía eso, casi como la mayoría de adolescentes del siglo XXIII. ¿Querías decir algo sin que nadie lo notara? Comenzaron a aprender Morse. Aquel primer código olvidado de telecomunicaciones a larga distancia que los gobiernos habían pasado por alto. Dichos gestos no quedaban registrados, ya que se procesaban como un tamborileo sin sentido.

Habían aprendido también a transmitir mensajes en morse en vez de hologramas, por practicidad. Eso era descifrable. Nada que se transmitiera por CID debería ser comprometedor.

Y finalmente, llevar las cadenas sueltas. Un poco al aire.

La pulsera de identificación de Idonne chocaba contra los huesos de sus muñecas en cada gesto, borrando las intenciones de su lector para encontrar algún patrón en sus conversaciones. Había dedicado años de su vida para encontrar maneras de burlar el sistema al lado de Gavin, y estaba lo suficientemente orgullosa de sus hallazgos como para sentir esa suerte de que todo podría ir bien.

—Él es Gavin —la imagen holográfica de su mejor amigo apareció en el aire— Gavin Avellaneda. Huérfano, 23 años. Nacido en España fue a México apenas cuando tenía 6 años, ahí nos conocimos y ahora no sé dónde está. Él comenzó a escuchar —bajó la mirada, apenas pudiendo aguantar las lágrimas en sus ojos— necesito que me ayudes.

Stephan retrocedió unos cuantos pasos con el rostro desencajado. Ella se adelantó a tomar su mano, tecleó unas veces sobre su pulsera y transmitió a la de su interlocutor toda su información personal.

Frente a ambos apareció un diagrama enorme sobre el historial de Idonne.

Idonne Santiago García.

Mexicana.

22 años

Graduada en medicina.

Sustancias: 0

BPM: 127 Acelerado.

Puntuación actual del día: 100.

Ubicación: Paris, Francia

ALERTA DE VUELO A LIUBLIANA.

Él le miró absorto, y en un gesto borró la información sobre su muñeca.

—¿Y por qué confías en mí?

Se encogió de hombros.

—Necesito alguien que le cuente a mis padres qué es lo que he estado haciendo cuando desaparezca, Stephen —su semblante cambió, recordando que las horas seguían corriendo.

—¿Y yo cómo voy a quedarme sabiendo esto? —respondió visiblemente alterado.

—Tú debes saberlo —Idonne levantó un dedo sobre los labios de Stephen, donde dibujó con quietud y cuidado, esperando que entendiera cada signo.

- ..- / ... --- .-.. --- / --. ..- .- .-. -.. .- / ... .. .-.. . -. -.-. .. --- .-.-.

—Tú solo guarda silencio.

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora