XXXV

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—¿Te sientes mal? —preguntó la adolescente saliendo de detrás de Xavier, con su pasado arsenal de gasas, vendajes ya adhesivos para sacarle el chip al pequeño, que hacía una mueca de incomodidad en cuanto tiró del dispositivo en su cuello

—Sí. Es solo que... ahí hay cosas extrañas.

—Demasiadas, pero seguimos controlando flujo de cosas demasiado difíciles de tragar. El noventa porciento de la gente que busca actividades ilegales terminan siendo denunciados por nosotros.

—¿Ustedes?

Allie se encogió de hombros.

—Si, nosotros, por medio del equipo que está allá afuera. No somos tan tontos. —sonrió.

—¿Eso será todo por hoy?

—Por tu cara, creo que has tenido lo que buscabas. ¿Me equivoco?

Idonne casi se atrevía a decir que en efecto, no se equivocaba, que incluso había encontrado poco más de lo que quería saber. Sin embargo, el sentimiento de desasosiego que la había invadido era mucho mas fuerte que su sentido común en detener su búsqueda, de aquellas cosas que no sabía del todo si quería encontrar.

—En realidad, quiero seguir volviendo al sistema, incluso hasta el miércoles.

—Te tendré que conseguir otra identidad para mañana. Sí voy a estar en la rendija a la hora que quieras. Búscame.

La adolescente le guiño el ojo y se perdió de la mano del niño que había llevado a Idonne para servirle de conejillo de indias. De cierta forma sentía que los estaba poniendo a todos en peligro por no hablar, pero ¿Cómo se levantaría al día siguiente sabiendo que había roto el equilibrio interno de ese lugar?

No podía, en especial sabiendo que de un segundo a otro podía ser su única esperanza.

Había visto en los gestos de la gente mientras trabajaba en la granja la enorme preocupación que les invadía sobre e equipo externo, aquella comitiva de miembros registrados en el sistema que les proporcionaba de la información del exterior así como sus contactos permanentes. Sin ellos, la gran base de su subsistencia se veía amenazada, y la médica entendía perfectamente por qué.

Podían ser autosuficientes por dentro, pero no podían sobrevivir sin terminar formando parte del resto allá afuera.

Al segundo día su trabajo era un poco menos pesado, pero no por eso menos complejo. Tenía que organizar las reservas de las cocinas y alacenas con el equipo de contadores que hacían a la perfección el inventario por etiquetas y cantidades de insumos, revisando lo que había llegado desde afuera.

Esa vez el trabajo había sido rápido, y realizad con una espasmódica intranquilidad que les decía que el tiempo se agotaba, hasta que una alerta general invadió la sala en la que se encontraban, abriendo el rojo destellante en el cielo, cubriendo cada rincón de la cúpula. Aquello era una reunión de emergencia.

Parte del protocolo consistía en dejar las tareas en perfecto orden antes de asistir, y como nada de lo que realizaban lograba salirse de la línea, toda la comitiva estuvo reunida debajo del domo central para cuando el rojo había pasado, en menos de dos minutos.

Frente a ellos estaba una chica que Idonne no conocía, pero que rondaba su edad. Era una de las personas más "viejas" que había visto dentro del MK-U.

—Logramos comunicarnos con el centro de operaciones —la euforia general creció rápidamente, pero todo siguió su orden después del pequeño festejo pro la noticia— sin embargo, nos hemos dado cuenta de que los sistemas se han caído durante el último mes.

>>dicen en el cuartel externo que pronto sabrán repararlo, pero necesitan gente de la rendija. El supremo ha nombrado a AnnaLiss, y la dirigente del día de mañana, Idonne, viajarán juntas al cuartel.

>>Que se sepa. Es una misión fuera del orden común. Es por ello por lo que AnnaLiss va a salir. Nadie más lo hará hasta que no se llegue a la mayoría. ¿Estamos todos de acuerdo?

La multitud levantó el puño derecho al mismo tiempo, la señal absoluta de común acuerdo. Desde la plataforma en la que la joven se levantaba —quien visiblemente había sido una retirada del sistema— se alcanzaba a ver cualquier anomalía en la multitud. Una de las gemelas extrañas en un rincón no alzaba la mano.

—¿Qué pasa?

La joven de piel oscura fijó su mirada al interprete al lado de la dirigente, que hacía la traducción de todo lo que ella decía en la lengua común para aquellos que no la conocían. Era un sistema maravilloso que Idonne contemplaba estupefacta.

Alguien se acercó a la chica de las trenzas, que supuso era aquella cuyo nombre aun no conocía, y se puso a hacer de intérprete de vuelta.

—¿esos son tus motivos?

Una larga pausa, y después Idonne logró entender, al acercarse, los gestos que estaba compartiendo en esa lengua que aun no entendía. Ella pedía acompañar la expedición. Tenía miedo por todos, especialmente por su hermana.

—Tendrás que preguntárselo por la noche.

Obviamente, la líder del día se refería al "Supremo" el nombre que le habían puesto a la inteligencia artificial creada por ellos. La conversación terminó, con el último puño que hacía falta alzado hacia el cielo.

Un escalofrío recorrió de pies a cabeza a Idonne al intentar volver a su habitación, lugar que compartía con otras cinco mujeres, casi todas menores que ella. No sabía que aquella noche comenzaría su aventura, y con todo lo que sabía, por su mente pasó la idea tonta de desaparecer sin dejar rastro, de desamparar al grupo.

La chica que dormía en la cama de al lado notó su rostro de desesperación y la sostuvo entre sus brazos. Hacía mucho que Idonne no experimentaba una crisis como aquella. Sabía que la persona que la abrazaba en ese momento no entendería, en ningún idioma, el gran favor que le estaba haciendo. O quizá sí lo sabía, y era por ello que no se necesitaban palabras.

Aunque el tiempo corriera, podría detenerse en aquel momento, mientras sus lágrimas saladas tocaban el suelo. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora