XIII

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Esperó sentada cerca de la parada de las cápsulas, viendo como se acercaban una tras otra, con los diferentes tamaños de acuerdo con las ocupaciones y distancia que debía recorrer el pasajero. Su cápsula era un tipo C. El recorrido de vuelta a Liubliana la cogería por la noche.

Recorrió el camino viendo una animación proyectada en la pantalla de la capsula, sobre un par de científicos que contaban la arcaica odisea que tuvieron que pasar las primeras personas que se lanzaron a explorar el espacio. Aquella carrera había terminado cuando lograron colonizar marte, misión que finalmente fue abortada cuando los grandes imperios cayeron, y a esos tiempos que corrían, poco les importaba el espacio exterior cuando todo lo que necesitaban estaba en la tierra.

Todo era tan sencillo, ¿para qué complicarlo?

Idonne sonrió sintiendo las vibraciones que salían de los parlantes. ¿Acaso las personas que habían creado el sistema tenían esperanza de que en algún momento volviesen a escuchar? ¿O era solo otra de esas pruebas? De esas que le dibujaban la posibilidad de que nada de lo que sospechaba era un invento. Ya no tenía que buscar a Gavin, solo tenía que buscar los porqués.

Abrió su notificación sobre el deceso de su mejor amigo, cortando la película en la pantalla para mostrar algo mucho más amargo.

Comenzó a leer.

"Gavin Avellaneda. Nacido en España en 031199. Fallecido en Verona en 060923.

Causa de muerte: Ahogamiento, después de perder la conciencia tras tirarse del puente del centro de Verona. Se le encontró en la orilla un día después.

Acceso al centro de verificación a las 10:30 del día 24. Desconexión de CID y chip exitosa a la 1:00. Sus restos han sido reintegrados al árbol etiquetado 0311-0609GAv. Esperamos pronta resignación.

De acceso digital a sus datos personales y cuentas.

¿Confirma que es usted Idonne Santiago García?"

La joven acercó sus ojos al diminuto escáner de pupila que se escondía en la parte trasera del CID. La confirmación fue inmediata y un brillo anaranjado comenzó a llenar la estancia. La cúpula se oscureció rápidamente. Los datos confidenciales no debían ser mostrados más allá de la persona a la que iban designados.

"Propiedades:

Crédito de médico, disponible en cualquier lugar del mundo.

Cuenta Maternal, oportunidad de un crédito en España o cualquier lugar de Europa.

Cuenta Paternal, servicios integrales de salud mental.

Cuenta corriente compartida a más de tres millones de créditos anuales.

CID renovando acceso: Tres hijos con acceso a registro a Idonne Santiago García por transferencia de bienes.

Acceso ilimitado a cuentas de clase A con probabilidad de posicionamiento gubernamental"

Se sorprendió al leer lo último. Había avanzado a un puesto de élite por su relación con otros miembros de clase A. Esperó a procesar la información, después de haber aceptado que de Gavin no quedaría absolutamente nada, pensó en volver a aquel lugar en el que le quedaba un poco más de compañía. Probablemente Miku se las estuviera arreglando solo, pero por si acaso, pensaba ver si tenía el control remoto de los accesos de Gavin cedidos. Solo por si acaso, para no encontrar al gato muerto al volver a casa.

Tenía muchas cosas que pensar, tantas que casi ignoró la ausencia de una persona real al recibirle en Liubliana. El hotel estaba casi a oscuras, resaltando entre la cantidad de luces que cubrían la ciudad.

—Bienvenida al hotel de vuelta, señorita Idonne. Al ver que ha sido ascendida de categoría, se le asignó una nueva habitación hace algunos minutos. ¿Acepta el cambio? Asienta por confirmación.

—Sí, rápido. Solo quiero dormir.

—Muchas gracias por su confianza, que tenga una agradable noche.

Subió tocando las paredes, rozando cada rastro de seguridad que tuviera a su alrededor. Aun no terminaba de entender por qué todo le parecía estar sonriendo en su vida a pesar de meterse en asuntos que no le correspondían.

Sus padres no habían escrito aquel día. Ella lo haría cuando amaneciera, temiendo el cambio de horario. Estaba preparándose para dormir cuando un pequeño pedazo de papel amarillento se deslizó de entre sus ropas.

Se sintió extrañada, pero fue a recogerlo casi al instante. Al ser un objeto tan preciado, casi completamente desaparecido del mundo, temió que las vigilantes siguieran en su puesto. Apretó el papel con fuerza en su puño, esperando aferrarse a la realidad y caminó directamente a la caja de control de la habitación, cerrando todos los ojos a su alrededor.

Había algo escrito a carbón, la negrura le había llenado las manos de esperanza.

"Por favor, saluda a mis padres en Graz. Sus coordenadas son:

14-180320. Calle 2005.

Diles que Lucas está bien, justo al entrar. Si puedes lleva galletas de mantequilla.

Te quiero. Ojalá cuando vuelvas a Verona siga por aquí.

PD: Busca la verdad. No te rindas"

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora