XL

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Allie corrió rápidamente detrás de Idonne. Ambas estaban temblando de miedo. Las chispas que saltaban del cañón que Simón cargaba en la mano no se parecían a nada que hubiesen sentido antes. Tampoco era uno de aquellos momentos en los que les gustara experimentar el dolor.

Idonne puso las manos al frente, pidiéndole que bajara el arma. Él obedeció.

—No sueño aceptar que gente con un CID entre aquí si es que no se va a quedar en el MK-U. ¿Qué vienes a buscar aquí?

—Necesito respuestas.

—Creo que estamos en medio de un gran malentendido, ¿sabes? No soy amable con la gente como tú.

—¿Por qué dices eso?

—Deja aquí a Anna y vete antes de que te dispare.

—¿Por qué?

—¿Qué hiciste con la otra chica?

Idonne y Allie cruzaron miradas, prolongando el silencio que conllevaba la respuesta, hasta que el cañón de chispas volvió a levantarse, apuntando ahora directamente al corazón de la médica.

—Yo no hice nada.

—¿Dónde está?

Allie se adelantó, viendo el rostro del hombre, con ambas manos al frente. Estaba aterrada, pero de nuevo, su vena de valentía estaba asombrando a la mujer que se suponía la estaba protegiendo.

—Se tiró del puente, Simón.

—No.

—Había escuchado —continuó Allie— ¿has leído algo de eso? La gente se está enfermando, Simón. Idonne creía que su mejor amigo había sido secuestrado por el gobierno.

—No mientas para salvar a tu amiga. Voy a perdonarte porque te necesito.

—¿Hace cuanto que... Pere no vuelve?

—No te importa

El hombre estaba cada vez más molesto. El arma había comenzado a temblar en sus manos.

—Me importa, puede que también haya vuelto a escuchar. ¿Él estaba registrado?

Simón asintió, con la mirada perdida y los dientes apretados. Tenían que medir cada uno de sus movimientos si querían salir con vida de ahí. La soledad le estaba haciendo mucho daño. Idonne comenzó a creer que había mucho que no salía de la cabaña. Que había más cosas de las que parecía estar ocultando.

—Vamos a aclarar lo que está pasando, ¿bien?

—Sí. Pero ¿por qué intentan huir?

—Creímos que sabías lo de...

—Sí, sabía que venía. Al no verla llegar estaba esperando a que intentaran salir o que me dieran explicaciones sin que las pidiera. Así que aquí nos tienen. Con mucho miedo de lo que sea que puedan hacerme.

—¿Por qué crees que te haría algo? —preguntó Idonne, apretando los labios. No quería saber la respuesta.

—Ya sé quien eres. No quiero que me manden a los campos. Por favor, no lo hagas.

—No lo haría nunca, tranquilo.

—¿Sabes qué le hicieron a Pere?

—No.

—¿Tienes alguna señal suya?

—Toda su familia murió y era hijo único. Se iba a unir pero ya estaba grandecito, ¿sabes? Probablemente se dieron cuenta de lo que hacía y lo han mandado a reintegración.

—¿Hace cuánto no sales?

—Desde que no sé nada de él.

—Es probable que se haya suicidado. ¿Sabes?

—No.

—Idonne, basta —Allie la abrazó con fuerza, esperando que sus miedos desaparecieran, así como ese enorme impulso que tenía por hacer que todas sus dudas se fueran hablando con esa clase de verdades que no todo el mundo estaba dispuesto a reconocer.

Se mantuvieron sin decir nada durante un buen rato, hasta que Simon salió fuera de la cabaña. El carro de provisiones que las había seguido durante todo el trayecto estaba sobre la sala principal, al lado del sillón medio ocupado de maquinaria diversa.

—¿Qué es lo que fue a hacer?

—No tiene caso, Idonne. Déjalo. Te irás al anochecer con los muchachos. Ya sabremos que hacer.

—Tengo que saber qué es lo que pasa.

—Probablemente sea el fin.

—No entiendo...

—Todo lo que encontraste en la rendija, ¿crees que solo sea el inicio? ¿crees que nos estemos volviendo locos? Tal vez recuperamos la audición para después matarnos. No sabes la cara que tenía cuando saltó... es...

Idonne apretó a Allie contra su pecho cuando comenzó a llorar. Notó como la plataforma había bajado de nuevo, para subir menos de un minuto después con el par de hermanos que se parecían tanto como dos gotas de agua. No hicieron preguntas, solo les acercaron algo de comida que habían preparado rápidamente.

—¿Quieren ayudar con la radio? Simón ha salido a arreglar la antena. Otra vez se ha ido la señal —intervino uno de los niños, probablemente aquel que se llamaba Airton.

Idonne notó tan rápido como le fue posible que no tenía noticias del MK-U. Seguramente la antena tenía algo que ver con todo aquello, pero prefería no contemplar más posibilidades con el estómago vacío, aunque no tenía hambre. No podía pensar en algo más que no fueran las caídas, y el imponente silencio. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora