XIX

364 85 6
                                    

Soñó con más colores de los que conocía, haciendo en su cabeza un conteo de todas las cosas que había olvidado, aprendiéndolas de su padre.

Nunca andes sola, no pierdas de vista los callejones. No te acerques a las personas sin hogar. Se sentía como la niña pequeña que quería ser grande con sus mayores miedos acechándola en la oscuridad.

Se vio a si misma sentada al lado de su cama, esperando que los relámpagos desaparecieran y dejaran de cimbrar la tierra. Sentía como un centenar de manos se arrastraban desde lo profundo de su cama, desde la oscuridad más absoluta a arrastrarla hasta la profundidad, donde comenzaba a ahogarse, y se ahogaba, se perdía, y no había forma de escapar hasta que...

Despertó. Una luz le estaba apuntando directamente a los ojos. Estaba recostada sobre un colchón o manta demasiado húmedos. El olor le estaba provocando arcadas. Notó como la persona sentada a su lado en medio de la inconciencia notó su movimiento, levantándose de golpe y lanzando una de esas señales reconocibles que Idonne tenía en su lista de cosas por aprender, morse con una linterna, apuntados hacia el cielo.

Siguiendo el haz de luz se dio cuenta rápidamente que estaba adentro de una cúpula, porque el cielo sobre su cabeza era demasiado oscuro, demasiadeo profundo. Casi creía que podía ser cambiado a voluntad y no se equivocó, cuando la estancia se llenó de luz, haciéndole doler aun mas los ojos.

Finalmente pudo notar el lugar en el que se encontraba en todo su esplendor. Estaba atada de pies y manos a par de estacas a su alrededor, pero habían sido considerados con ella como para dejar algo flojas las ataduras. No querían hacerle daño, probablemente solo habían tomado sus previsiones.

Idonne notó que habían usado sus propias huellas digitales para abrir su CID, que seguía mostrando su información desde su muñeca derecha. Pensó que probablemente estaban revisando desactivar su ubicación.

Un hombre de aspecto enfermizo se acercó con cuidado desde una de las puertas que rodeaban el lugar en el que se encontraba. Idonne sintió sed y en un movimiento de la cabeza notó la sala rotar a su alrededor. El golpe la había dejado demasiado aturdida. Le empezó a arder la sien, y sentía la mandíbula descolocada, probablemente inflamada. Seguramente tendría problemas para comer, pero veía con normalidad. Probó sus ojos ante la luz y poco a poco se fueron adaptando. Había cosas que no estaban tan mal.

Trató de guardar la calma cuando el joven se acercó tan cerca a su rostro que sintió su respiración.

--¿Qué tiene esa caja que trajiste?

Idonne trató de tirar de su mano derecha, pero solo atinó a deletrear: "Galletas". Notó como una sonrisa perversa del hombre comenzó a aparecer entre sus labios, dando lugar a unos dientes amarillentos. Probablemente era drogadicto, y potencialmente peligroso.

--¿Quieres que te crea?

Ella asintió.

--Vas a abrirla, y si algo tramas, te mataremos. ¿Entendido?

En definitiva, no todos los grupos de personas como aquella tenían las mismas costumbres, ni mucho menos la misma clase de decencia. La muchacha sintió como le pateaban suavemente las costillas, haciéndola soltar el aire que tenía. Había sido un golpe pequeño, pero estratégicamente colocado. El hombre ensanchó su sonrisa.

--Responde, ¿entendiste?

Se acercó a su rostro de nuevo, esperando una confirmación que llegó de una clase de cabezadas lentas y temblorosas. Sabía que dentro de la caja no había nada malo, pero no podía dejar de temer, aunque tratara de evitarlo. Supuraba miedo por cada uno de sus poros. Tenía muchas cosas por hacer.

El hombre hizo un gesto, y una niña pequeña apareció con la caja entre manos, con una sonrisa de oreja a oreja. Idonne se horrorizó. Si aquello fuera una treta, ¿dejaría morir a una pequeña? Supo la confirmación después de mirarle a los ojos mientras el joven que había hecho guardia a su lado le quitaba las ataduras.

Le entregaron la caja, poniéndola sobre sus pies.

--Lento.

Idonne aceptó, suspirando con fuerza cuando el olor de las galletas comenzó a inundar el ambiente. El rostro de los ahí reunidos cambió de la ira a la diversión en un segundo.

Se disiparon las dudas en cuanto ella tuvo el atrevimiento de tomar una galleta en forma de nudo y llevársela a la boca. La niña le siguió el gesto, avalanzandose sobre ella para tomar un puñado de bolitas cubiertas de canela.

El hombre que no tenía reparos por invadir el espacio personal se golpeó la frente y tomó la linterna del suelo, pasando al lado de las paredes haciendo señas rápidas, la joven supuso que se trataba de un código de seguridad, ya que todos comenzaron a salir de sus respectivos lugares.

--¿Por qué te metes a hacer esas cosas a un lugar como este? ¿Estás loca?

Idonne asintió, riendo mientras se cubría la boca. No entendía muy bien por qué, pero el hecho de salvarse de una experiencia demasiado cercana a la muerte le había llenado de una felicidad inexplicable.

--En serio estás loca --añadió la primera joven que se acercó corriendo a hacia ellos, no contaba con más de doce años-- pero gracias. De verdad muchas gracias

Y acto seguido; se lanzó a su cuello, llenándole de besos el rostro. La risa de Idonne se detuvo y devolvió el abrazo, al que se sumaron otro puñado de niños de un poco más jóvenes que la primera, todos con una galleta en las manos.

Después de pasados los agradecimientos, siguieron las disculpas de los adultos, ninguno de ellos mayor de treinta años. La realidad era indiscutible, morían antes de llegar a esa edad. O al menos, no querían hacerlo. Ellos tenían opciin de escoger.

El hombre escalofriante parecía ser el jefe del grupo. Después de unos minutos, la tomó de la mano para llevarla detrás de una de aquellas paredes que desapareció cuando fue atravesada.

--¿Por qué?

La muchacha no entendió en primer término, hasta que el hombre lo repitió lento, mirándole a los ojos. Se encogió de hombros.

--Creí que debía.

--¿Por qué habías apagado tu ubicación?

--Para no meternos en problemas.

--¿Nadie te va a estar buscando? Estuviste aquí la noche entera.

Idonne suspiró. No había reparado en el paso del tiempo, un poco más preocupada en salvar la vida. Probablemente sí, los padres de Lucas estarían buscandola. O quizá no.

--No lo sé, pero creo que estamos bien.

--¿Qué estabas buscando aquí?

--Nada. En realidad... --se detuvo a si misma, parando la vista en su CID para darse cuenta que no tenía nuevas noticias. Tal vez era hora de buscarlas—En realidad, estoy buscando a dos niñas. De trece años, más o menos. No se perdieron, estaban...

--Locas, como tú. Últimamente les ha dado a las mujeres por perderse por aquí. Sí, las vi, pero salen a veces a comprar cosas.

--¿Compran cosas?

--Sí. ¿Por qué? Seguro regresan en un rato, ¿segura que no quieres irte?

--Volveré rápido. Solo diles que no se vayan de aquí, por favor.

--Y dicen que los locos somos nosotros, ¿no?

Idonne se encogió de hombros, más perturbada de lo qye estaba, dispuesta a encontrar la verdad sobre aquellas niñas.

--Solo muéstrame la salida.  

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora