XLI

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La antena a la que se referían los chicos era algo muchísimo mas complicado desde lo que se notaba por la distancia. Estaba conectada a una serie de reguladores, conectores, cables y sistemas a los que Allie asentía completamente maravillada, mientras Idonne no podía hacer nada más que observar el brillo en sus ojos y sus manos temblorosas por comenzar a tocar todo lo que les rodeaba. Los niños eran una buena compañía para Allie. Casi la hacían sentir normal para una chica de su edad.

Después de volver a los túneles y dejarlos trabajando con todas esas cosas que la médica no terminaba de comprender, decidió subir a nivel de la tierra buscando a Simón, quien había tardado ya mucho mas de lo necesario.

Anduvo un poco, no sin antes recordar el cerco de solo dios sabía que cosa estaba protegiendo el perímetro de la pequeña cabaña, tratando de no separarse demasiado de la construcción cuando lo vio recargado en un tronco, con una pequeña navaja de obsidiana, haciéndole punta a una estaca recién cortada del mismo árbol en el que se encontraba. Probablemente estaba pensando.

Apenas la notó acercarse, puso sus objetos a un lado y le saludó con afabilidad. A Idonne aquellos cambios de ánimo no acababan de gustarle. Era un hombre huraño, y a la vez buscaba en todo momento agradar sin esperar nada a cambio. Parecía un viejo loco, de aquellos que han pasado demasiado tiempo solos con los fantasmas de algunos recuerdos.

—Quería pedirte disculpas, muchacha.

—¿por?

—Por todo. Desde el susto que les saqué a llegar y al querer irse... creo que no empezamos de la mejor manera.

—No es tu culpa.

—No —se encogió de hombros— pero tampoco tuya.

—¿Y quienes eran esos otros?

—¿Los que se fueron? —Idonne asintió— vivían aquí porque no tenían nada mejor que hacer que perder el tiempo en la rendija. Nos encontramos mutuamente y al final me ayudaron con la planeación.

—¿Cómo los encontraste tú?

—¿Dices del MK-U? Mis padres les habían ayudado antes. Generalmente no conoces a la gente de la cúpula si no es por esa clase de cosas. Por eso es que desconfiaba de ti.

—¿Por qué cree que me hayan seleccionad?

—Ellos sabían más de ti de lo que crees. Saben de las personas que se han salido del sistema, donde viven, con quien trabajan. ¿Tenías un contacto?

—Sí.

—¿Élite o...?

—Lo otro. No sé de dónde lo saco.

—Esa gente es peligrosa, muchacha.

—¿Por qué?

—Porque tienen esa clase de poder que utilizan sin querer que nadie más les reconozca que lo tienen. No hay nadie más peligroso que aquellos lobos que se visten de liebre.

—¿No crees que exageras? —Idonne sonrió, esperando que la expresión de Simón se relajara, cosa que no sucedió.

—¿Qué fue lo que le pasó a mis muchachos?

Tenía el rostro apagado, y había vuelto a esa tarea suya de afilar una diminuta estaca que a cada movimiento realizado con furia se hacía más pequeña. La chica comenzó a pensar que aquello era una forma de no pensar, justo lo contrario a lo que creía.

—Yo digo que él volvió a escuchar.

—¿Y se mató?

—Tal vez. ¿Usted no lo sabe?

—No.

—¿Tenía sus datos?

—Se supone que sí.

—Entonces quizá siga vivo. No pierda la esperanza —Idonne le puso una mano sobre la espalda, haciendo que casi de manera instantánea las lágrimas rodaran por el rostro del hombre.

Sus sollozos eran pesados, profundos. Parecía que estaba perdiendo la edad a medida que el tiempo corría entre su llanto. Idonne sintió que aquello le hacía falta. Quizá también a ella, para intentar comprender un poco de lo que sucedería.

—Supongo que va a necesitar más ayuda después.

Simón asintió, limpiándose la nariz con el dorso de su chaqueta.

—Tal vez vuelva después. ¿Ya han contactado a alguien?

—Podría seguir llevando las provisiones, pero con los niños y la antena...

—Si tiene algún problema, seguiré llevando el...

Idonne mostró el diminuto dispositivo que estaba colocado por encima de su CID, sabiendo que Simón llevaba uno idéntico.

—Supongo que igual podré contactarte sin que te pase nada.

—Supongo.

—¿Qué va a pasar con tu niña?

—No es mi niña, es muy inteligente. Es más madura de lo que parece —se encogió de hombros— quizá sea un buen reemplazo.

—Ojalá que lo sea.

—Aunque no podría salir de aquí.

—No es que se pierda de mucho, o dime, ¿crees que puedes moverte a donde quieras cuando vas en una cápsula?

Idonne no pudo articular ningún gesto. Ahí estaba la respuesta correcta. 

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora