III

2K 262 32
                                    

Viajaba a Liubliana, la capital de Eslovenia. La primera ciudad que habían visitado y el primer día de su aventura europea. Tras la escala que habían hecho en Paris, creyeron ver dibujándose en el horizonte a las nubes de un nuevo día cubrir la Torre Eiffel.

—Eres bien romántica, mujer. ¿Te lo han dicho? —la había reprendido después de ver sus ojos clavados en la ventanilla del avión— esas cosas que dicen de Paris no son ciertas.

Ella le golpeó en el hombro con comicidad.

—¿Qué te parece si me llevas y conocemos un par de guapos parisinos? —pestañeó en un coqueteo.

—¿También te has creído que son guapos? Toda la vida se ha dicho que no se bañan, Idonne —sonrió— estás loca.

—Tú, que prefieres quedarte vistiendo santos.

—Esas cosas las diría mi abuela, mujer —respondió apretándole la mejilla.

—Tu abuela tuvo 7 hijos, algo de razón tendría.

—Todos murieron —se encogió de hombros— yo que voy a saber.

Ella quiso tragarse sus palabras. Obviaba casi siempre la soledad que su mejor amigo cargaba sobre sus hombros. Solía hacerlo antes de reflexionar al respecto, a pesar de que nada de lo que decía parecía afectarle a Gavin.

Su semblante despreocupado le recordaba a esas caricaturas viejas de un chico con sombreros de paja que suele pasear con un ukulele al hombro, cantando canciones a pesar del momento. Tal vez Gavin tocaba para los momentos, y eso lo hacía diferente. Era una analogía extraña para alguien que jamás había escuchado, pero el saber que su mejor amigo algún día lo habría hecho parecía reconfortarle. De hecho, había aprendido a tocar el instrumento. Eso había dicho él, y ella había creído.

Recordó con tristeza esa escena mientras el avión bajaba hacia Paris. A diferencia de la vez anterior, ahora se quedaría durante doce horas. Eternas para un trasbordo, pero las suficientes como para visitar una vez la mítica torre.

Su CID comenzó a vibrar descontroladamente tras aterrizar en el aeropuerto Paris-Charles-de-Gaulle. Eran sus padres, con aquella curiosidad desesperante de los padres que no se han acostumbrado a dejar ir a sus hiijos. Parecía que olvidarían el asunto mucho después de casarse.

Tal vez, o eso quería pensar. Resopló mientras recibía cada mensaje dictado a pulsos en su muñeca.

El código dictaba :

.. -.. --- -. -. . --..-- / . ... - .- ... / .--. --- .-. / .- .... .. ..--..

Idonne, estas por ahi?

Seguido de múltiples :

-.-. --- -. - . ... - .- / .--. --- .-. / ..-. .- ...- --- .-. .-.-.- / - ..- / .--. .- -.. .-. . / . ... - .- / .--. .-. . --- -.-. ..- .--. .- -.. --- / .--. --- .-. / - ..

Contesta por favor. Tu padre esta preocupado por ti

Comprendía la preocupación. Los aviones autónomos más rápidos aun no sobrepasaban los 1,500 kilómetros por hora, el vuelo había sido largo pero ya les enviaría un mensaje desde la torre.

Paris era enorme, muchísimo más grande de lo que parecía al lado de un chico con sombrero de paja y un ukulele invisible al hombro. Volvió a llorar mientras desabrochaba su cinturón y las lágrimas se perdieron junto con ella al bajar del avión

SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora