Pasaron el día arreglando todo aquello que las máquinas no podían lograr la perfección. Limpiaron en los rincones más oscuros, tratando de involucrarse en aquellas cosas mundanas que los ataban al suelo. De la investigación todo había sido borrado, como la insistencia de que alguien escondía algo como aquella sensación permanente de ser perseguida.
Las cosas habían cambiado su lugar. Aquella epidemia era solo una de tantas cosas de las que había que preocuparse. No quizo comentarle a su padre ninguna de sus sospechas, pero sabía que sus movimientos erráticos la delataban, así como su inquietud ante cada cosa que sucedía. Su padre tenía muy pocas maneras de actuar que no fueran intentando olvidar aquello que le rondara la cabeza, creyendo que todo pertenecía al mismo lugar que habían dejado el día anterior.
Idonne casi no había notado las constantes interrupciones en el trabajo normal de su CID, que pasaba cada cierto tiempo anunciándole sus signos vitales por alguna extraña razón que desconocía.
En el momento en el que todo estuvo arreglado, comenzó a soñar con barcos que no se hundían, extensiones de tierra que la vista no alcanzaba a abarcar, y una sensación en el pecho de calor que poco a poco se fue consumiendo, hasta que despertó.
Aquella mañana, como bien ya tenía por una costumbre, la cápsula que pasaba por ella todos los días de forma casi religiosa para llevarla a su trabajo, estaba ya estacionada para el tiempo en el que bajó del edificio. Estaba regresando su reloj biológico a la normalidad que cabía para alguien que debe pretender que todo estaba en orden.
Había decdido comenzar el día agregando a su muñeca la etiqueta negra de "duelo", para que cualquier persona que tuviera contacto con ella, lo supiera. Le gustaba saber que tendría al menos algo de respeto por aquello que había perdido, sn la necesidad de satisfacer curiosidades humanas con preguntas aun más humanas, y completamente válidas, aunque para nada se sentía fuerte.
Caminó por los pasillos que tantas veces había recorrido, vaciando la mirada en todas las personas que tenía como una familia, a pesar del tiempo corto con el que les había tratado, acostumbrada a vivir en su sección de toda la vida, que añoraba con la normalidad de una costumbre.
Al llegar a la puerta de las oficinas habituales, con el honor de muchas de las sorpresas que ella ya conocía, terminó por dar con que aquel lugar en el que guardaba sus cosas ya no tenía un espacio con su nombre, y la nueva clave de su CID indicaba una oficina en el piso superior, donde la directora del hospital solía estar para los extensos asuntos de burocracia que sucedieran.
Al entrar a su nuevo espacio, se sintió completamente fuera de lugar. Aquel sitio tenía tantas cosas limpias, impecables y sobre todo, ordenadas, que sentía que hacía falta la cantidad de energía que desprendían los pisos inferiores. La desesperación, amor, tristeza e infinita felicidad que se vivían debajo eran algo que Idonne necesitaba. Casi a punto de dar un pie fuera de su nueva área de trabajo, notó que su CID se iluminaba de aquella forma tan peculiar y característica que la horrorizaba de repente.
Sabía que no se había desprendido del chip con el que había salido del MK-U, aunque nunca apagaba su ubicación, entendía que ellos también sabían en cada momento donde era que se encontraba, y que quizá la causa del desperfecto en su dispositivo eran esos mismos destellos que había visto al estar dentro de la cúpula.
Decidió no tomarle demasiada importancia, sabiendo que las cosas eran como debían de ser y volvió a su lugar.
Le esperaba, justo encima del escritorio, una memoria diminuta con una etiqueta saliendo de ella, proyectada hacia el cielo que rezaba: "información indispensable"
Conectó la pequeña portátil a su pantalla que ocupaba toda una de las paredes de la habitación, saliendo directo desde el suelo para materializarse en el aire. Se desplegaron frente a ella cientos de archivos con nombres variados, sobre manejo de situaciones, reglas fundamentales, proyectos futuros, demandas y diversos temas que no alcanzó a abarcar con una mirada. Sin embargo, sus ojos fueron prestos al último archivo de la carpeta: "Élite"
Algo en su forma de pensar sobre la organización del mundo había cambiado lo suficiente para tomar aquella etiqueta como algo no tan malo. Era difícil imaginar personas que fueran diferentes al hombre que se había encontrado en munich, aunque sabía que dentro de su nuevo rango recién adquirido, seguían existiendo.
Sabia que la gente de la élite tenía un supuesto propósito social, de acuerdo con aquellas normas que se repetían hasta el cansancio: "el bien común" aunque Idonne sabía que desde los anales de la humanidad, aquello nunca había sucedido.
Abrió el archivo notando como las palabras fueron familiarizándose a sus ojos, con un nuevo lenguaje que debía de utilizar, con todas esas letras y grupos en clave, esperando que la información no llegase a personas equivocadas. Poco a poco, cuando pudo notarlo, se dio cuenta que debía de dar una llave de reconocimiento para que todo se revelara ante ella.
Al confirmar su identidad con las huellas digitales, las puertas a su alrededor se blindaron, haciendo que experimentara otro de aquellos sustos de muerte. La pantalla no le permitió avanzar hasta que la luz dentro de la habitación provenía una y exclusivamente desde las eternas lámparas sobre su cabeza.
Recorrió con las yemas de sus dedos el teclado proyectado sobre el escritorio y dio a continuar.
"Tienes un trabajo a cumplir. Todos debemos mantenernos a salvo.
No pienses que esto es una idea inalcanzable, solo cree que es el objetivo esperados. Estamos muy orgullosos de ti, y de todo lo que has logrado por las personas que te rodean. Cualquier cosa que necesites sobre asesoramiento de tus labores, acude al representador local de tu región, y continúa leyendo la información en este documento. Será de vital importancia para tu desempeño."
El aire abandonó por completo los pulmones de Idonne cuando leyó el encabezado siguiente:
"De secretos de estado y la rendija".
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Silencio
Science FictionLa humanidad ha perdido la capacidad de escuchar. Las mentes maestras de todo el mundo no logran explicar el por qué, y ni mucho menos encuentran una solución. Se han adaptado al medio sin ese sentido, creando avances que perfeccionan la manera de...