Un beso... en la mejilla 😒

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Capítulo 22


Thiago esperaba atentamente que Oliver regresara de llevar a su padre a la constructora.


Pronto, vio el deportivo rojo detenerse en el garaje y el de rizos cruzó al otro lado para hablar con él.


— Justo estaba pensando en ti... — dijo el escritor al verlo.


El DJ sonrió levemente.


— ¿Estabas pensando en mí?


— Sí, pero estaba pensando lo peor... — aseguró. — ¿Cómo pasaste por alto advertirme que tu padre estaba en la ciudad? Él me dijo que se vieron ayer.


— Lo sé, debí decírtelo, pero hay algo más importante que eso. Ayer vi a Renata vestida como una de las vendedoras de la constructora de mi padre.


— ¿Qué? — exclamó en sorpresa.


— Así es, pero como siempre, desapareció.


— Me parece que estás alucinando, igual que Socorro.


— ¿Socorro? — frunció el ceño. — ¿Por qué mencionas a Socorro?


— No tiene importancia...


— Lo que no tiene importancia para ti en realidad es muy importante. Dímelo, Oliver.


El escritor respiró profundo.


— Socorro me llamó anoche para decirme que ya sabe cómo revertir el hechizo...


— ¡¿Qué?! — reprochó. — ¡¿Por qué no me lo habías dicho?!


— No puedo confiar en alguien que recibió dinero de Renata para que nos dijera que organizáramos otra fiesta de reencuentro que no sirvió para nada...


— ¿Y si esta vez Socorro está diciendo la verdad?


— Por favor, Thiago... — bufó. — Es una estafadora...


— Igual la culpa fue nuestra, esa vez no regresamos a nuestros cuerpos porque no se repitieron todas las condiciones, ni siquiera hubo eclipse esa noche.


— ¿De verdad quieres que volvamos a ir a verla?


— Sí... — afirmó. — Evidentemente ella confía más en ti que en mí. Además, no tenemos nada qué perder. Es lo más cerca que podemos estar de encontrar la solución mientras Renata siga jugando a las escondidas.


En la estación. Abigail preparaba, como de costumbre, su programa de esa tarde. Fue entonces cuando Ramiro se acercó a ella con unos papeles en sus manos.


— Estos son los niveles de audiencia de tu programa durante la semana pasada... — indicó. — Son impresionantes, felicidades.


— Gracias... — dijo la otra sin mucho interés.


— Te invito a un café para celebrarlo.


¡ESTE NO SOY YO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora