Casi, casi... pero no 🚑

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Capítulo 43


El auto negro de vidrios oscuros había logrado distanciarse del lugar de los hechos a gran velocidad.


Renata conducía en total plenitud por la vía principal mientras soltaba una que otra carcajada.


¡Lo logré!exclamó para sí misma. — ¡Thiago está muerto!


Eso era lo que tenía que hacer desde un principio, en lugar de perder el tiempo con un maleficio que no sirvió para nada; ahora Thiago estaba muerto y no iba a poder acostarse con ninguna otra chica para luego romperle el corazón, como le hizo a ella.


La rubia se detuvo en una estación de gasolina cercana, al percatarse de que había un Lavado de Autos justo al lado.


Al limpiar el vehículo, desaparecía cualquier evidencia. Luego, lo devolvería a la Agencia donde lo rentó y nunca iban a relacionarla con el conductor que atropelló a Thiago.


Su plan era perfecto. Si por alguna razón, la policía descubría quién había atropellado a Thiago, Abigail pagaría las consecuencias.


Renata no corría ningún peligro. Había utilizado el documento de identidad de Abigail para rentar ese auto y en cualquier caso, la presentadora sería la responsable.


Solo tenía que intercambiar sus cuerpos nuevamente y la rubia original pasaría el resto de su vida en la cárcel.


— Aquí hay una mancha de sangre... — dijo el lavacoches señalando la parte delantera del vehículo.


La bruja abrió los ojos en sorpresa para luego humedecerlos.


— ¡Ay, mi Kitty! — sollozó la rubia. — ¡¿Por qué te has ido?!


— ¿Kitty? — frunció el ceño.


— Kitty era mi juguetona gatita, que se escondió en el motor... — hizo una pausa. — Encendí el auto y... — su voz se quebró. — ¡No puedo ver esa sangre! ¡Me trae pésimos recuerdos! ¡Quítala, por favor!


— No te preocupes... — cubrió
la mancha con un poco de espuma. — Me voy a encargar de que este auto quede impecable...


— Gracias... — dijo la otra con gran alivio.


Estúpido lavacoches, no vas a arruinar la coartada de Renata.


Tú, no.


Por su parte. Thiago se mantenía impaciente en la sala de espera. Los minutos se le convirtieron en horas y la imagen de su madre cubierta de sangre no salía de su cabeza.


— ¡¿Qué le hiciste a Raiza?! — exclamó Gonzalo al verlo.


— ¡Nada!


Pero el productor propinó un fuerte puñetazo en el rostro del ojigris, dejándolo aturdido en el suelo.


— Olvídate de tu presentación en Adrenalin, de tu álbum digital y de tu carrera como DJ... — advirtió. — ¡Estás fuera de Venturini Records!


— ¡No puedes hacer eso! ¡Firmé un contrato!


— ¿Y desde cuándo eso ha sido un problema? — inquirió. — Me voy a encargar personalmente de que ninguna compañía de música electrónica te tome en cuenta. Y tengo los contactos suficientes para hacerlo.


¡ESTE NO SOY YO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora