No creo en brujas, pero de que vuelan... ¡Vuelan! 👻

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Capítulo 47


— ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? — preguntó Thiago.


— Muy seguro, conozco a Abigail a la perfección. Ella jamás olvidaría cómo nos conocimos.


Eso no tiene sentido, Oliver... — aseveró el otro. — ¿Qué ganaría Renata haciéndose pasar por Abigail?


Intentar atropellarte aquella noche, pero acabar atropellando a tu madre, por ejemplo...


— ¿Qué? — susurró en sorpresa.


Según las cosas que dijo Kike, todo encaja.


¿Qué haremos ahora?


No sé, tengo a una psicópata metida en casa... — bufó con ironía. — ¡Tú qué crees! ¡Llamar a la policía!


Pero a los ojos de la policía, Abigail sería una criminal. Y los dos sabemos que la verdadera criminal es Renata.


— En eso tienes razón... — admitió. — Este es un asunto entre ella y nosotros; bajaré para exigirle que me devuelva a mi amiga...


— ¡Oliver! ¡No hagas eso! ¡Si te pasa algo, no me lo perdonaría!


— Qué gay eres... — bromeó el ojiverde antes de finalizar la llamada. — No me va a pasar nada...


Oliver se armó de valor para regresar a la sala, pero Renata no aparecía en ningún rincón de aquella casa. Algo que pudo comprobar al percatarse de que la puerta estaba entreabierta.


De pronto, echó un vistazo hacia la jaula de Tic~Toc, cuya respiración era entrecortada.


— Tic~Toc... — lo tomó en sus manos. — ¿Es... estás... durmiendo?


El vaso de agua que Renata le había ofrecido se encontraba casi vacío al lado de la jaula.


— ¡¿Qué te hizo esa demente?! — dejó caer una lágrima. — Reacciona, por favor...


Y sin más, los ojos del hámster se cerraron con lentitud, ofreciendo un último suspiro.


— No... No... — cabeceaba de un lado al otro. — No... No... ¡NOOOOOOO!


El chico ofreció entre lágrimas una caricia de despedida en la cabeza del roedor y rápidamente, aunque lleno de ira, se dirigió a la entrada con la intención de alcanzar a Renata, pero en lugar de encontrarla, vio su laptop tirada en el medio de la calle a punto de ser arrollada por un camión de basura.


— ¡NOOOOO! — exclamó arrodillándose, aún entre lágrimas, ante los trozos en el suelo. — ¡TODO MI LIBRO ESTABA AQUÍ! ¡DEBÍA ENVIARLO EN UNAS HORAS!


— ¡Oliver! — dijo Thiago acercándose a él. — ¿Qué paso?


El pelirrojo le echó una mirada asesina.


¡ESTE NO SOY YO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora