Capítulo 48
Renata apuntaba firme con el arma a unos desesperados Oliver y Abigail.
— Renata... — inició la rubia. — No tienes que matarnos...
— ¡Ustedes dos son los culpables de todas mis desgracias! — acusó la otra.
— ¿Culpables? — inquirió Oliver. — ¿Qué te hemos hecho nosotros, Renata?
— ¿De verdad lo vas a preguntar? — arqueó una ceja. — ¿Precisamente tú, que me quitaste a Thiago?
— No pienso discutir eso contigo, básicamente porque estás armada... — aseveró. — Pero deja ir a Abigail; ella no tiene la culpa de esto...
— Abigail es una mosca muerta que traicionó nuestra amistad... — indicaba. — Y no contenta con eso, me desenmascaró frente a la policía; pero ahora es mi turno... — cargó la escopeta. — Y ustedes van a morir...
Abigail abrazó el cuerpo de su amigo totalmente aterrada, colocándose detrás de él para protegerse.
— ¡Renata, terminé con Thiago! — aseguró el pelirrojo intentado hacerla entrar en razón. — Y en dos días iniciaré una gira para promocionar mi nuevo libro, que durará seis meses y que me alejará de él para siempre...
— ¡Cállate y apárate! — demandó la pelinegra. — ¡Primero voy a matar a Abigail!
— ¡¿Por qué a ella?!
— Porque quiero que sufras, como yo sufrí al perder a Thiago, viendo morir a tu mejor amiga...
Renata deslizó su dedo lentamente por el gatillo y...
Dos toques a la puerta del estudio la interrumpieron.
— ¡Abigail, ábreme! — exclamó Ramiro al otro lado. — ¡Tengo las manos ocupadas!
— ¿Qué hace el imbécil de Ramiro aquí, a esta hora? — susurró la pelinegra. — No voy a poder salir sin que él me vea después de matarlos a ustedes...
El pelinegro tocó la puerta nuevamente.
— ¡Abigail, sé que estás ahí! — reiteró el chico. — ¡Tengo un obsequio para ti!
— ¡¿Ramiro no piensa irse nunca?! — cuestionó la secuestradora.
— ¡Esto es tu culpa! — acusó Abigail. — Desde que tomaste mi cuerpo no parabas de aceptar cada uno de sus obsequios; joyas, una oficina... ¡Y hasta un auto! — recordó. — No sabes lo insistente que es Ramiro...
— ¡Cállate! — gruñó la otra. — ¡No me dejas pensar!
— No te pongas nerviosa, Renata... — sugirió la rubia. — Yo puedo abrirle a Ramiro, recibo su obsequio y le digo cualquier cosa para que se vaya rápido...
Renata se mantuvo pensativa unos segundos.
— Está bien, ábrele... — accedía. — Pero voy a estar escondida con Oliver detrás de la puerta... — advirtió. — Así que no se te ocurra insinuarle algo de lo que está pasando aquí, porque Oliver va a morir...
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¡ESTE NO SOY YO!
HumorEsta podría ser la historia de una amistad, una amistad preciosa. De hecho, me encantaría poder contarles la historia de dos chicos geniales, que hace años se hicieron grandes amigos y se quieren como hermanos. Me encantaría poder contarles esa hist...