Capítulo 26
Oliver bajaba rápidamente las escaleras de la casa del árbol con el corazón a punto de salirse de su pecho.
— ¡Thiago! — exclamó acercándose a él. — ¿Estás bien?
El otro se mantuvo inmóvil en el suelo con la mirada fija hacia arriba.
— Esa nube de allí parece un jabalí con una corona en su cabeza... — señaló al cielo.
El escritor también miró a lo alto.
— ¿Estás bebiendo lo mismo que yo? — preguntó. — Yo no le veo la corona...
— Se llama imaginación, Oruga. Pon algo de tu parte...
— ¡Eso no es lo importante ahora! — recordó el otro. — Estaba preocupado, pensé que te habías hecho daño.
El DJ se puso de pie mientras arqueaba una ceja.
— Así que estabas preocupado por mí... — sonrió de medio lado. — Como si fuésemos... amigos...
— ¡Eso sí que no! — echó un paso hacia atrás. — Aquí nada ha cambiado. Tú sigues siendo El Cavernícola y yo sigo siendo La Oruga, ¿entendido?
Y la desilusión se reflejó en el rostro del pelirrojo.
— Entonces, nada ha cambiado...
— No, todo sigue como siempre...
— ¿De verdad?
— Estás raro Thiago, ¿seguro que estás bien después de la caída?
— Sí... Es solo que... Yo... Pensé... Que... Nada...
— Por lo menos logré cambiarte el ánimo... — aseguró el escritor. — Pasaste de la furia asesina al malhumor que tienes normalmente todos los días contra el mundo...
— ¿Estás insinuando que soy un amargado?
— Eso tienes que responderlo tú mismo...
El ojigris le dio la espalda y comenzó a cruzar al otro lado de la calle.
— ¡Oliver! ¡Estoy hablando contigo!
En la casa de Thiago. Octavio veía atentamente hacia la puerta a la espera de 'su hijo'. El escritor no tardó en aparecer.
— Hueles a alcohol... — dijo el arquitecto. — ¿Dónde te metiste?
— No, no me metí en ningún sitio. Al contrario, me salí por un momento de tu histeria... — aclaró. — ¿Qué hiciste cuando me fui? ¿Le gritaste a una recepcionista o despediste a alguien de limpieza?
— Thiago... — hizo una pausa. — Nunca me habías hablado de esa forma...
Y sí, Thiago nunca le había hablado de esa forma a su padre.
Pero quien estaba frente al arquitecto no era Thiago, era Oliver.
Un Oliver que sentía que por fin podía decirle lo que siempre quiso al coronel Quiroga.
— Así eres tú, pagas tu rabia con los que no se pueden defender.
— Mis empleados me respetan y tú me desautorizaste delante de ellos.
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¡ESTE NO SOY YO!
HumorEsta podría ser la historia de una amistad, una amistad preciosa. De hecho, me encantaría poder contarles la historia de dos chicos geniales, que hace años se hicieron grandes amigos y se quieren como hermanos. Me encantaría poder contarles esa hist...