Capítulo 2.
Una casa del árbol en la parte trasera de su hogar era el lugar favorito de Oliver para pensar y encontrar inspiración.
Pero no. Las ideas no llegaban y eso frustraba mucho al pelirrojo, que desde allí, conversaba por teléfono con su madre.
— Podrías escribir sobre decoración, tienes un buen ojo para eso — recomendó ella. — Tu casa quedó estupenda...
— Mamá, no puedo escribir sobre decoración. Es un libro, no un artículo de una de tus revistas.
— Tu papá tiene revistas con mujeres desnudas, él podría darte ideas sobre eso, ¿te lo paso?
— No, no me lo pases. Tampoco voy a escribir sobre mujeres desnudas. Además, recuerda que papá me odia.
— Oliver, no seas exagerado. Tu papá no te odia.
— Me echó de casa hace siete años y no me habla desde entonces.
— Bueno, quizás sí te odia un poco...
— Oh, ¿de verdad? ¡No me lo imaginaba!
— Hijo, deberían hacer las pases...
— No lo tomes a mal, pero no tengo tiempo para eso. Te dejo, seguiré buscando ideas para mi libro.
Al anochecer. La casa de Thiago estaba a reventar. Todos sus ex compañeros, a excepción de Abigail y Oliver, aceptaron la invitación.
Al DJ le sudaban las manos, estaba nervioso y eso era raro.
Por supuesto que no era la primera vez que iba a acostarse con una chica, pero sí era la primera vez que lo hacía para ganar una apuesta de por medio.
En eso, el timbre sonó y el castaño fue a abrir. Encontrándose a la mismísima Renata frente a él.
La chica no había cambiado mucho desde la secundaria, seguía siendo la típica gótica regordeta de gafas que amaba vestir de negro y se reía de una forma bastante particular.
— Thiago Molina... — sonrió ilusionada. — Estoy un poco nerviosa. Cuando me llamaste esta tarde pensé que se trataba de una broma, pero no, eres tú, Thiago Molina. Me encanta la música que haces.
— Gracias... — dijo el otro algo incómodo. — ¿Quieres tomar algo?
— Me da igual, lo que tomes tú... — suspiró. — Es que no me lo creo. Thiago Molina me llamó y me invitó a su fiesta.
— Iré a preparar los tragos. Si quieres acércate al resto de los chicos. Toda la clase está aquí.
— No, estoy bien aquí. Acá te espero.
— Está bien, como quieras — le guiñó un ojo. — Vuelvo enseguida.
Sergio, que había visto todo desde lejos, siguió a Thiago hasta el mini-bar de la cocina.
— ¿De verdad lo vas a hacer? — preguntó el pelinegro.
— Por supuesto. Sigue muy enamorada de mí. Casi se le cae la baba. Te lo advertí, Sergio. Voy a ganar la apuesta.
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¡ESTE NO SOY YO!
HumorEsta podría ser la historia de una amistad, una amistad preciosa. De hecho, me encantaría poder contarles la historia de dos chicos geniales, que hace años se hicieron grandes amigos y se quieren como hermanos. Me encantaría poder contarles esa hist...