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Unas horas después, luego de haber intentado descansar, de recuperar energías, alimentarse e intentar consolar y tranquilizar a Lance, la princesa apareció en donde habían estado quedándose, poniendo un pie dentro del lugar e instalando un silencio frío.

Giró la cabeza en dirección al pasillo, y los chicos se pusieron de pie rápidamente, siguiéndola con miedo.

Lance cada tanto sollozaba y Hunk le acariciaba el hombro. Pidge se encargaba de ir encabezando al grupo detrás de la princesa, mirando alrededor.

Llegaron a una zona llena de cápsulas. Lance comenzó a temblar, y sintió sus dedos congelados.

Quería irse de ahí.

Se acercaron a una cápsula, y ahí estaba Keith. Lance suspiró, completamente angustiado, y estiró la mano hacia él, como si pudiera tocarlo.

-Keith va a permanecer aquí hasta que se cure, y así saldrá como nuevo- explicó la princesa. Les sonrió, pero Lance fue el único que no la miró.

Miraba con desdén a Keith.

La princesa se aclaró la garganta y prosiguió:

-Mientras esperamos su recuperación, recorreremos Altea. Por favor, acompáñenme a dar un paseo- invitó la princesa.

-Claro, por qué no- dijeron Pidge y Hunk, emocionados.

-Yo me quedaré aquí- interrumpió Lance, ganándonse una mirada curiosa por parte del resto. Se encogió en su lugar, y volvió a mirar a Keith -, uh... les avisaré si hay alguna novedad- dijo, terminando la frase.

-Bien, Lance, no te preocupes- le dijeron sus amigos antes de desaparecer con la princesa.

Suspiró, intentando librarse del gran pesar que cargaba en sus hombros.

Se sentía tan mal.

Tan inútil.

Ahí sólo era el chico que miraba al chico que le gustaba detrás de un vidrio. Solo. En un pasillo oscuro.

Comenzó a llorar, de nuevo.

Extrañaba estar bien con él, verlo, molestarlo. Extrañaba la Tierra.

Extrañaba ese planeta con Keith, sano, a salvo, mirándolo enojado o sonriéndole con superioridad.

Volvió a suspirar, mirando los párpados cerrados de Keith, como si sólo con eso pudiera ver sus ojos violetas.

Admiró su rostro por un rato, escuchando el silencio y el bullicio lejano.

-Tan lindo...- susurró.

Recordó el rechazo infantil y egoísta que hizo. La primera vez que le habló, la primera vez que se sintió emocionado por ir al colegio, sabiendo que iba a verlo.

Recordó cómo, con el pasar del tiempo, Keith se había vuelto la razón de su todo y había perdido la capacidad de pensar con coherencia cuando él estaba cerca.

Se sentó, apoyando la espalda en la pared al lado de la cápsula, con cuidado, a la altura de la cadera de Keith.

-Lo siento- susurró, y apoyó la cabeza en la pared.

Acercó las piernas a su pecho, y se inclinó a la cápsula, cerrando los ojos y, unos minutos después, durmiéndose.

Mullet [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora