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Lance subió el pequeño escalón de la entrada de su casa, tomando un respiro profundo y alzando su puño.

Tocó la puerta, y esperó.

Escuchó pasos aproximarse y sintió cómo era observado a través del pequeño mirador de la puerta.

También escuchó un pequeño gritito y la velocidad con la que voltearon las llaves.

La puerta se abrió y todos sus nervios desaparecieron cuando su hermana, Verónica, se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo, sumidos en un abrazo.

Acarició su cabello oscuro y sedoso, sonriendo como tonto y completamente feliz.

La abrazó más fuerte, y la mayor hizo lo propio.

-¡Tonto! Tenías a todos muy preocupados- chilló, levantándolos del suelo y volviendo a abrazarlo.

Un rato después, toda la familia apareció por el umbral de la puerta y, abriendo los ojos como plato, corrieron hacia ellos, abrazándolos y algunos sollozando.

La familia de Lance era grande: estaban sus hermanos menores, sus tíos y su abuela, además de que también estaban sus padres.

Empezó a llorar. Les había echado tanto de menos...

-Lo siento- dijo cuando todos se separaron. Sorbió sus mocos -, necesitaba hacerlo- dijo, soltando a Verónica.

-Tranquilo, hijo, ya estás acá- respondió su madre, acariciando su mejilla y mirándolo como si fuera una estrella caída del cielo.

Lloró más fuerte.

-Mamá... -volvió a avanzar hacia ella y la abrazó con todas sus fuerzas-. Lo siento tanto, no debí irme así...

-Está bien, hijo- le contestó, acariciando su cabello castaño. Esa era una de las formas para tranquilizar a su hijo en la infancia. Sonrió, abrazándolo más fuerte mientras escuchaba cómo rompía a llorar más fuerte que antes, sacudiendo su delgado cuerpo-, ya estás aquí.

Toda la familia volvió a sumirse en un gigantesco abrazo. Los menores de la familia reían felices, mientras que algunos adultos lloraban por el miedo que les había causado no encontrar al chico.

Mientras tanto, Keith, al llegar, vio a Krolia sentada contra la pared mientras su padre limpiaba el suelo frente la puerta. Su madre, entonces, lo vio, y, tapándose la boca con las manos, llamó a su esposo y señaló a su hijo.

Él tiró la escoba pero ella fue más rápida y corrió a su hijo.

-¡Keith!- gritó, abrazándolo fuertemente -. Que alegría ver que estés bien- dijo, secando una lágrima de su ojo. Keith la miró con ternura, correspondiéndole el abrazo con más fuerza.

Unos segundos después, se separaron, y ella miró a sus alrededores. Estaban parados en el medio de la calle y el padre de Keith lo esperaba sentado en la entrada de su casa: no quería interrumpir ese momento, debía esperar al suyo.

Su madre abrió la boca:

-¿Dónde está Shiro? ¿Vino contigo?

El menor negó, agarrando su mano.

-Shiro acompañó a Pidge a casa- dijo, notando que su voz estaba rota.

Se tocó la cara y estaba llorando.

Su madre se hizo a un lado y vio a su padre, esperándolo. Corrió hacia él, saltando a sus brazos como cuando era niño.

-¡Papá!

-Hijo...- dijo, extendiendo sus brazos para atajarlo.

Se sumieron en un abrazo necesitado, nuevamente.

-Papá...finalmente estás aquí...-contestó Keith, y sollozó.

Su padre rió y pasó su pulgar por los pómulos de su hijo menor.

-Sí, pequeño- dijo con ternura.

Krolia, cansada de verlos con ternura, cruzada de brazos, se acercó a ellos, volviendo a abrazarse mientras los adultos rompían a llorar.

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Contando este capítulo, faltan 5 para terminar la primera temporada, estén atentos a la segunda!

Mullet [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora