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-Gracias por acompañarme- dijo Pidge, agradecida y nerviosa, parada en la escalera de su casa-, de verdad lo aprecio.

Durante el camino - el cual no fue muy largo, la verdad; caminaron rápido-, ambos venían en silencio o tenían una charla corta, hasta que poco a poco fueron soltándose más y llegó un momento en que les dolió ver la casa de los Holt a la lejanía.

Shiro no quería irse, y Pidge no quería quedarse sola.

Pensó en preguntarle si quería quedarse en su casa, pero recordó que él aún debía ver a su madre y que extrañaba su hogar tanto como ella añoraba el suyo.

Se tragó su propuesta y, a cambio, escupió un agradecimiento. Dijo la mitad de todo lo que quería soltar, básicamente.

Durante el tiempo que estuvieron caminando en silencio, se dio cuenta que Shiro le sacaba como dos cabezas. Él sí parecía de 25 años, no como ella que, con 18, seguía pareciendo de 13.

Además, en ese pequeño lapso de tiempo se puso a examinar lo que sentía, intentando identificar sus sentimientos, conectarse a su cuerpo, sentirlo suyo. En ese momento, lo necesitaba.

Necesitaba sentirse bien consigo misma, necesitaba saber qué era lo que le generaba el mayor con sólo estar parado a su lado.

Cada tanto, su hombro rozaba su brazo.

Y un escalofrío le recorría la espalda.

Cuando faltaban unas cuadras para llegar a su casa, una duda cruzó su mente: ¿acaso Lance había sentido eso cada vez que iba a por Keith?

Y, cuando pensó eso, supo que había caído muy, muy bajo.

Estaba enamorada de Shiro.

No le importaba desde hacía cuándo, sólo lo que sentía.

Se sorprendió porque no se conocían desde hacía mucho. Aún así, hablaron muchísimo. Lance seguramente nunca notó que la menor del grupo pasaba más tiempo con Shiro que él.

Shiro le enseñó varias cosas, le explicó otras y le resolvió dudas que carcomían su cerebro.

Shiro le abrió los ojos. No sólo le agradecía por haberla acompañado a su casa, sino también por haber hecho eso con su pequeña ignorancia en diferentes temas.

Hablaron del universo, de las otras dimensiones. Hablaron de cosas que no se hablan, todo con total naturalidad.

Se sentía tan bien a su lado. Sentía que todo estaba bien, que nada podría arruinar algo, a pesar de que su hermano mayor esté en el espacio y de que ella tenía el corazón hecho trizas.

Estaba feliz de haber encontrado a Shiro en su vida.

-No hay de qué- le contestó el mayor, sonriendo tímidamente. El pulso de Pidge se alteró y su corazón pegó un salto -, quería asegurarme de que llegaras bien.

Ella le sonrió de la forma más hermosa posible, intentando disimular aquellos nervios que empezaron a cosquillear su piel.

Shiro se había metido muy rápido bajo su piel. Su presencia ardía.

-Bien, nos vemos- contestó, comenzando a entrar a su casa y dándole la espalda rápidamente.

¿Y si se había sonrojado? ¿Y si él lo notaba?

-Espera- dijo Shiro, tomándola del brazo. Ella frenó en seco, tensándose. Sintió su aliento golpear los vellos de su nuca, y se pusieron de punta. Tragó con rudeza -. Espera...

-¿Qué ocurre?- preguntó confundida, dándose vuelta con lentitud.

Sintió la gran mano de su brazo abandonar aquella zona y sintió otra mano aferrando su cintura.

Su respiración se cortó al sentir peso sobre sus labios, abriendo los ojos exageradamente pero relajándose al instante, correspondiendo al tacto.

Shiro la había besado en la puerta de su casa.

Se separaron, y sintió su cara arder. Su pecho era una revolución de sensaciones y su respiración se volvió agitada.

-¿Shiro...?- preguntó anonadada, intentando caer.

¿Era un sueño?

¿En serio había acabado de pasar?

-Lo siento, sentí que debía hacerlo. Yo... No te veo bien, y cada vez tenía menos fuerzas para resistirme. Uh, yo... también sé que eres menor a mí, pero, bueno... siento algo por ti, al verte tan pequeña y frágil, siento la necesidad de cuidarte. Me gustas mucho, Pidge- explicó Shiro, mirando al piso, nervioso y hablando rápidamente.

Ella tardó en entender lo que le quiso decir, así que guardó silencio, procesando la información.

Cuando cayó, sus ojos se llenaron de lágrimas. Siempre había ansiado que alguien se le declare, y saber que le gustaba a la persona de la que ella se había enamorado era algo... increíble.

No podía creer que alguien como Shiro se haya fijado en alguien como Pidge.

-Shiro, yo... también- dijo, completamente roja.

Él abrió los ojos de una forma exagerada y enorme, y abrazó a Pidge lo más fuerte que pudo, levantándola un poco del suelo, haciendo que ella temblara un poco.

Apoyó su cabeza en su vientre y ella enroscó los brazos en su cabeza.

La bajó, pero no la soltó.

-No sabes lo feliz que me haces, Pidge- dijo, sonrojándose.

Ella rió con ternura y le acarició el contorno de la mejilla para, luego, acercarse y volver a besarlo.

Mullet [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora