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Lance subió al león. El techo del hangar se abrió, y salió disparado a toda velocidad.

No tenía problemas en pilotearlo. Ya se había acostumbrado en el poco tiempo que lo usó.

Frenó cerca de las naves de sus amigos y examinó al grupo opuesto, el cual no dejaba de disparar.

Estaba un tanto nervioso. Tenía miedo, sólo quería llegar ya a su hogar, con Keith, Shiro y Matt a salvo, y juntarse a la tarde con Hunk y Pidge como siempre hacían.

Ya extrañaba la Tierra.

Siguió mirando las naves oscuras y los rayos violeta. ¿Cuánto iba a durar todo eso?

¿Su ayuda siquiera ayudaría?

-Al fin, Lance, era hora- comentó Pidge, sacándolo del trance, mientras disparaba sin cesar, intentando darle a alguna nave.

-¡Ayuda!- chilló Keith. Su nave pasó y estaba siendo perseguido por 3 cazas-. Lance, ¡ayúdame!

-¡Voy!

Lance tocó varias palancas y avanzó hacia la nave de Keith, destruyendo las pequeñas naves.

El león pasó frente la ventana de Keith y ambos pilotos se miraron.

El de ojos violetas le sonrió.

-Gracias...- dijo, y, agarrando el manubrio, lo giró para volver a la pelea.

Un rato después, la batalla terminó, los rayos celestes, violetas y blancos cesaron, y un leve humo adornaba el espacio.

No duró tanto como Lance esperaba, la verdad. El león destruyó rápidamente todas las naves, incluyendo una nave más grande que un crucero.

Una vez en Altea, volvieron a hablar con el rey, quien volvió a agradecerles por todo lo que habían hecho por ellos.

-Por su valentía, dejaré que se queden con el león azul, así podrán volver más rápido a casa- dijo, señalando al león.

Keith y Pidge asintieron, Hunk se cruzó de brazos y Lance sonrió como agradecimiento.

-Muchas gracias, su majestad- contestó, haciendo una reverencia.

El rey bajó la cabeza como asentimiento y les sonrió.

-Adiós, Princesa Allura, fue un honor estar contigo aquí- dijo Pidge junto a Hunk, intentando salir de su maravilla con el planeta.

-Hasta pronto, valientes guerreros, algún día volveremos a vernos- dijo Allura, con las manos entrelazadas, rozando sus piernas. Ella también tenía una armadura de guerra, sólo que era blanco y parecía tan puro que nadie podía imaginarse que eso era para enfrentar batallas donde correría sangre.

-Te lo aseguro- respondió Keith, y los cuatro hicieron una referencia.

Giraron sobre sus talones, y caminaron hasta el león. Keith caminó más despacio hasta estar a la altura de Lance.

-Ey.

-Ey- le respondió el castaño, con una sonrisa enorme.

Keith puso su mano frente al chico y él la miró unos segundos, para luego entrelazar sus dedos. Ambos sintieron un escalofrío: uno tenía la mano helada y el otro la tenía caliente.

Sonrieron al mismo tiempo, e ingresaron a la nave.

Lance se acomodó en el asiento de piloto, y Keith, Pidge y Hunk se pararon detrás de él, viendo por la ventana y saludando con la mano al rey y a su hija. Hizo unos cambios, apretó varios botones y movió un par de palancas, y el león despegó.

Cuando se alejaron de Altea y no era más que un puntito blanco suspendido en el espacio, Hunk rompió el silencio.

-¡El dispositivo captó señal!- gritó, e hizo dos pasos hacia atrás.

-De quién es?- preguntó confundía Pidge.

-Es... ¡Matt!

-No puedo creerlo, ¡¿más naves Galra aquí?! Esto tiene que ser una broma- se quejó Lance.

-No son naves, es una base- respondió Keith, apoyándose en el asiento y señalando hacia adelante.

-Pues, ¿qué esperamos? Vamos- dijo Pidge, acomodando sus lentes e intentando ocultar su sonrisa llena de felicidad y esperanza.

Mullet [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora