❥ Prólogo

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Camino a paso ligero por las calles, intentando no tropezar o salpicarme con los charcos de lodo que la cubren.

Curiosamente, hoy estoy de buen humor, y me desperté dispuesta a llegar temprano al instituto. El estado de las calles no me ayuda mucho a poder acelerar más el paso, pero aún así creo que puedo llegar a tiempo.

En caso de que no lo logre, no creo que haya problema. Llegué tarde durante casi todo un mes, un día más no cambiaría nada.

Conociendo la suerte que tengo, no comprendo por qué todavía no me tropecé con algo. Ha llovido todo el fin de semana sin parar, y sorpresivamente, justo cuando llega el lunes y tengo que ir al instituto, la lluvia desaparece y le da lugar a un horrendo y brillante sol.

Agh.

Hasta ahora no me siento arrepentida de haber escogido caminar antes que ir en auto junto a mis hermanas; lo cual es algo extraño, pero supongo que es preferible no tentar a la mala suerte.

Quién sabe, quizás hoy podré ser menos Candy y ser más... Candy.

Bueno, eso no tiene mucho sentido.

Ja, «Candy».

Todavía tengo la duda de qué se habrá pasado por la cabeza de mis padres al elegir ese nombre para mí.

Una de mis hipótesis es que mientras lo pensaban comían caramelos, hasta que uno dijo "¡Vamos a llamarla caramelo!"

Y luego llegaron al acuerdo de que Candy era mejor que caramelo.

No podían haber elegido un nombre peor... Porque «Candy» es justamente lo que menos me define.

Y lo odio.

De hecho creo que al nacer se olvidaron de colocarme el azúcar.

El azúcar, la amabilidad, la sonrisa radiante, el filtro al hablar, la buena suerte...

En definitiva, olvidaron muchas cosas, lo cual hace que llamarme de esa manera sea una ironía pura.

Luego de unos cuantos pasos más, me distraigo al lograr divisar la cárcel a tan solo unos metros de mí —Al decir la cárcel hago referencia al instituto, aunque creo que la explicación está de más—. Una sonrisa se escapa de mis labios y me dispongo a apresurar el paso un poco.

No puedo creer que esto esté pasando, ¡Estoy llegando temprano, con mi uniforme en buen estado y estando de buen humor! Debería tomar una foto de esto.

En ese mismo instante, como si hubieran escuchado mis anteriores pensamientos, en un parpadear de ojos un coche pasa a mi lado de forma rápida, logrando que suceda lo que había estado evitando desde que salí de mi casa.

Estoy completamente cubierta de lodo.

Sabía que esto no podía durar mucho tiempo.

Observo con indignación como el bicho con ruedas, en lugar de seguir avanzando, se detiene varios metros adelante y comienza a retroceder hasta estar a mi altura nuevamente.

—Disculpa, pero creo que por accidente te cubrí un poquito de lodo....— La ventanilla del coche comienza a bajar, dejándome ver a la persona que arruinó por completo mi ropa, mi cabello y mi humor. 

No me sorprendo en absoluto cuando veo que la persona tiene el uniforme del equipo de fútbol del instituto. Sigo analizándolo con la mirada y me encuentro con un horrible cabello castaño alborotado, y lo peor: una irritante sonrisa burlona. ¿Quién es este idiota?

Agh, da igual, debo concentrarme.

—¿Estás bien? ¿Necesitas que te ayude?— Pregunta con una dudosa amabilidad, pero aún así lo veo luchar por aguantarse una carcajada, lo cual solo logra enfurecerme aún más. Parece que la situación le resulta divertida.

—Eres un imbécil— Gruño enojada ante su falsa preocupación.

—Tranquila, fiera. Al menos regresé para ver tu estado...— Intenta mantener un semblante serio, pero finalmente acaba por soltar la carcajada contenida.

Aprieto mis ojos con fuerza, sin poder creer lo que está sucediendo.

Esto debe ser una maldita broma. ¡Está riéndose en mi cara!

—Lo siento, en serio... —Menciona entre risas, como si esas fueran unas disculpas reales, mientras analiza mi estado de arriba hacia abajo.

—Vete a la mierda— Escupo con un enfado muy notable.

Nunca me sentí tan ridiculizada en mi vida.

Acto seguido, dejando de soltar molestas carcajadas, el extraño frente a mí observa el reloj en su muñeca derecha y se atreve a soltar las siguientes palabras:

—Está bien, como tú prefieras— Y sin dejarme añadir nada más, retoma su camino con la misma rapidez de antes. En un ápice de tiempo lo veo ingresar finalmente al estacionamiento de la institución.

¡No! ¡Justo iba a insultarlo más!

¿Es que acaso se cree Meteoro, el rayo McQueen o algo por el estilo?

Maldición.

Si hubiera sabido esto unos minutos atrás, no me hubiera demorado tanto evitando todos esos charcos.

La gente que pasa a mi lado no disimula al observarme como si estuvieran a punto de estallar de risa, ¡Lo que faltaba! Sin dudarlo dos veces, les devuelvo la mirada con odio.

Esta es la parte en la que vuelvo a ser yo.

Ya entendí que no vale la pena despertar de buen humor, le doy gracias al mundo por aclararlo.

No mentía; mi suerte es un asco.

Y sí, al parecer llegaré tarde... Otra vez. Porque no pienso ni puedo ingresar de esta manera al instituto.

Bienvenido a uno de mis tantos hermosos y dulces días en Candylandia.

En donde todos la pasan bien...

Menos Candy.

Endulzando a Candy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora